Cultura

Heriberto Nieves: Metáforas de infinitud

El artista puertorriqueño es candidato oficial al prestigioso Premio Kyoto Japón en Artes 2018. Y también prepara actualmente una muestra en el Museo de Arte de Contemporáneo de Bogotá, Colombia,

“Mi obra es una alegoría a la vida misma, a la materia como sustento de la existencia. Trato de observar constantemente al ser humano, y descifrar el universo, y encontrar su lugar en el mismo. Cómo éste ha dejado su huella en todo el planeta a través de su cultura y su evolución…” (Heriberto Nieves, 2017)

Existen creadores cuya obra está íntimamente vinculada a su origen, y a su contexto cotidiano, y esto ocurre con Heriberto Nieves. Y la peculiaridad de su vida, que lo hace uno con estas raíces, es ante todo al haber nacido y crecido en una isla del mar Caribe: “Puerto Rico”. La conciencia plena de esta realidad existencial arraigó en su alma y su imaginación transformándose en arte. El hecho de vivir en un soplo de tierra rodeado de oceánidad, crea la palpitante sensación de existir entre un Ouroboro, símbolo fundamental de la obra alquímica, es la serpiente o salamandra que se muerde la cola, icono de la evolución, la unión de los opuestos, de lo telúrico y lo celeste, del nigredo y la piedra filosofal y, por tanto, del círculo.

Estos sentidos, se hacen eco en esta propuesta a través de su lenguaje plástico en la imagen y símbolo del ombligo cósmico como isla, es ese universo al cual Aldous Huxley (1984-1963) dedicó la novela: “La Isla” (1962), donde se plantea la utopía inspirada en una concepción del progreso orientada al desarrollo del “Ser”, situación que contrasta con el ecocidio industrial, y la ambición desbocada de Occidente. Escritores tan prolijos como R. Stevenson (1850-1984)), y H. Melville (1819-1891) dedicaron su vida a peregrinar y encontrar la inspiración en la belleza y edénica vida de la isla desde perspectivas diversas y plenas de simbolismo, como la ecléctica obra de este creador puertorriqueño.

En Melville el palpitar existencial que provoca la isla se convierte en eje de la novela “Taipi”(1846), en ella se trama la incapacidad del hombre occidental de vivir acobijado en el Edén, y como el alma y la racionalidad occidental enferma ante la vida de los insulares al vivir en un epicureísmo primitivo. Estas contradicciones se materializan en la obra del artista de mediados de los noventa, a través de la intervención de sus autorretratos intervenidos con técnicas mixtas sobre lámina de acero. Son gritos de angustia ante la imposibilidad cognoscitiva y existencial de una conciencia escindida entre el “Yo” y la realidad como totalidad que busca recuperar una visión cósmica del existir.

Esta búsqueda por recuperar un existir cubierto por el cosmos, y ser percibido como una prolongación de sí, está expresado en su lenguaje visual a través del círculo y su simbolismo, de ahí la importancia de este ícono en su lenguaje visual que se materializa en su vasta obra.

Son piezas que asumen connotaciones simbólicas a través de los contrastes cromáticos, y el sentido lúdico que transmite a los materiales, crea así una geometría sensible brotada de láminas de acero, o de materiales que lo recrean, que burlan su dureza gracias a la autenticidad y las técnicas empleadas, logrando pátinas expresionistas que cubren áreas de sus obras a través del proceso de oxidación. Brotando superficies con imprimaturas de hojas silvestres, entre abstracciones que convierten la superficie de la obra en un caleidoscopio, donde la mancha puede ser tronco, rama o detritus de flora.

Entre círculos y otras formas geométricas como el cuadrado o el triángulo donde lo metálico, y lo industrial asumen otra naturaleza, tal como se materializa en la serie Hojarasca en piezas como Hojarasca a la patria, 2013, metáforas de infinitud y eternidad plena, ecos que palpitan en el alma del artista. Cómo expresión del milagro de que la vida brote de manera lujuriosa rodeada de oceánidad. Estos sentidos se encuentran presentes en la obra de Nieves, tanto en sus piezas de sala como en su arte público e instalaciones.

“La Hojarasca es la historia de todos los tiempos vividos, del presente, marcados por un pasado que es revelado en este trabajo. Es la trasformación de la materia, de nosotros en el tiempo, la belleza de la experiencia, la evocación del recuerdo, la celebración de la vida. La reflexión de cuando ya no estemos presentes en el tiempo…” (Heriberto Nieves, 2013)
Los artistas que trabajan el acero como Richard Serra (1938), buscan la pátina oxidada, y evaden disfrazar la forma original de la lámina de acero, para expresar el poder de su peso y dureza como signo del devenir, de la decantación que deja el tiempo sobre la realidad, expresión de la existencia planetaria. Pues el acero es uno de los elementos de nuestro origen sideral, convertido por la era industrial en realidad utilitaria que invade la cotidianidad.

Nieves se identifica con esta corriente, asumiendo este discurso a través de técnicas mixtas, logrando enriquecer la forma al transmitirle una dimensión simbólica y connotaciones estéticas a sus piezas como ocurre con la serie Hojarasca, 2013, donde la superficie es recreada con impresiones de hojas y follaje, renacidas metafóricamente en su metálica superficie. Es éste un planteamiento que, en términos conceptuales, se aleja de los objetivos del constructivismo ruso, que a través de artistas de la dimensión de Vladimir Tatlin (1865-1953), experimentaron y crearon los ensamblajes de acero, transmitiéndole a este material su uso como expresión estética y no utilitaria, en su anhelo de crear una utopía que trascendiera el rostro cruel de la era industrial, sueño que se convirtió en pesadilla, terminando esa era vanguardista prisionera en Siberia, migrando a Occidente o haciendo afiches y bustos de Lenin o Stalin; colaborando a sedimentar la nueva era de horror que nació con la revolución rusa. Alejándose de este proceso, Nieves lleva al espectador a la recreación del Constructivismo, transmitiéndole una dimensión de empatía cósmica a través del manejo de los materiales industriales y sus técnicas. Le da así una significación vitalista a su arte; al recordarle que somos, “Polvo de estrellas hecho conciencia”, como diría Carl Sagan.

El ser caribeño del artista, le hace proyectar en el arte su amor por el color, esa pasión de vivir rodeado de azules resplandecientes y cambiantes, entre una refulgente luz solar que hace que los colores como los rojos, los verdes, los ocres…asuman connotaciones visuales diferentes a las que tendría en un país de otra geografía. Por eso encontramos entre esta geometría cósmica de láminas de acero, planos de colores fuertes, que saltan visualmente al espectador al contrastarse con la opacidad cromática de los ocres. Asume así la obra una dimensión vibracional a través de los contrastes cromáticos, que recrean la luz del Caribe. Esta dimensión, desea recordar el artista que la existencia es movimiento, y lo que se detiene se estanca, y se convierte en latente oscuridad tanática.

Pues, la percepción que tenemos de estabilidad en nuestra cotidianidad, es resultado de la gravedad y el magnetismo planetario. Y ante estas verdades desea enfrentarnos el artista al otro, para provocar la toma de conciencia del geocentrismo y la ilusión de estabilidad, no somos el centro del universo y existimos entre fuerzas cósmicas de gran poder, y lejos de ser estable el planeta que poblamos gira a 0,5 Km/seg sobre su propio eje, y revoluciona alrededor del sol aproximadamente a 30,7 Km/seg. La humanidad existe sin percatarse entre la fugacidad, esta propuesta estética desea provocar una conciencia acorde con estas realidades. Busca comunicar y hacer sentir al otro estas verdades para que él las inserte en su hacer cotidiano, para existir en el presente como raíz del futuro. Esto se traduce en la obra del artista en la potenciación dinámica del espacio y el color, al dinamismo visual inherente al círculo, presentes en sus esculturas públicas, que buscan crear la sensación de un equilibrio inestable, trasmitiendo la noción de fragilidad existencial, que permita recuperar el gozo de existir, pues a pesar de todas estas circunstancias astrofísicas, la vida brotó en esta isla cósmica que llamamos Tierra, y la humanidad y su cultura es la toma de conciencia de este hecho. Se está ante una mayéutica a través de las categorías de inestabilidad y devenir en el sentido heraclitiano. Hay certeza del creador de que la comprensión de estas realidades a través de la estética, puede transformar la vida de cada espectador.

Es importante destacar que en las obras públicas, esta dimensión, tal como ocurre con la instalación escultórica “Círculos de Difracción”, 2005 en la Av., de Diego en Puerto Rico donde varios semicírculos enclavados en un corte de tierra montañoso, recuerdan las pirámides de antiguas civilizaciones como la egipcia, la maya, o la teotihuacana. Uniendo en un mismo discurso simbólico lo arcaico, con lo contemporáneo, para crear en el otro una sensación de comunión cósmica, al unir formas tan disímiles como un corte de tierra con formas geométricas piramidales e intervenirlo con monumentales esculturas circulares, recubiertas de amarillo brillante propio de la cromática del acero móvil de la cultura automotriz. Crea así una realidad con atmósferas de ciencia y ficción, para que el otro se proyecte en ella. Esta dimensión de las esculturas del artista, al crear paradojas, hacen que el espectador proyecte su psiquis en ellas y se cree un proceso de auto-conocimiento. El arte se convierte así en mayéutica…

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