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El árbol tutelar

(%=Image(n,»LRCN»)%) El árbol.- Te abraza en la cuna, la puerta te abre, en cama te alberga, te espera en su sombra. En libros te enciende, en cofres te encanta, a golpe de mazo te lleva a la urna. Mesita de noche, juguete de palo, canasto de flores, flauta, dulce aroma. Te hospeda en la silla, te mece en sus alas, a fuego de sangre, a pelo en la cruz. Pájaros y árboles, casa de los pájaros, el pájaro un árbol o el árbol un pájaro. Mujer, pino, cuerpo, dolor de guitarra, gemido de quena, saga, viento insomne. Sol, errabundaje, lirio e hilandera, nuda pomarrosa, duende solitario. Sombra en desnudez, sueño del jardín, cósmica vigilia, cuerpo vegetal. Azul nazareno, rosado apamate, en regio amarillo verde ramazón. En fragante flora, sombra en estampida, el sabeo arbusto árbol encendido. Sus flores alfombran las tardes de abril; también por noviembre vuelven a alumbrar. Peldaño del cielo, ojo de la tierra, corcel mañanero, el árbol trajina. Tus pasos los mismos, los mismos del árbol. El árbol camina al paso del hombre. Árboles y hombres, recia tempestad, crispado alarido, germinan en paz.

Árbol perdurable.- Del Árbol de Güere su estirpe brotó; en sueños de gloria semillas en flor. Frondoso y orondo, de arábigo fruto en fúlgida hora su aroma bebió. Llenó la cigarra al Árbol de cantos; la orquesta colmaba al pueblo de mar. Henoch se detuvo al pie del Samán, su fronda esmeralda lo oyó predicar. Sentenciado a muerte, retó a nuestro Padre, los niños escudos en un santiamén. En fuga las hachas, siguió su camino y en férvido abrazo al pueblo cubrió. La espada del Héroe con él compartió, a diestra y siniestra combaten los dos. De pronto al ocaso le dio por llegar, ni nidos ni pájaros, ni ramas ni flor. Ojos de venada, Santa Ana reclama su palco y retreta, su sombra, el Samán. ¡Samán diligente con sangre de Güere, en manos del pueblo vivirás de pie! ¡Árbol perdurable, augusto estandarte, tu follaje envuelva honda eternidad!

Defensa del Árbol.- “En los campos que inunda el hombre más que el río. En los bosques que incendia el hombre más que el fuego. Dejad, amigos, lugar para los árboles. En las selvas que tala el hombre más que el hacha. En la ciudad que el hombre más que el hierro endurece. Dejad, amigos, lugar para los árboles. En los pequeños pueblos rodeados por la siembra. En todas las ciudades que han crecido, en todas las ciudades por nacer. Dejad, amigos, lugar para los árboles. Hombres de todas partes, de toda edad, de toda manera de vivir. Si es que queréis que el Hombre siga vivo en la Tierra. Dejad, amigos, lugar para los árboles.” (Carlos Augusto León).

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