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El Quijote necesita de Sancho

Claudio Magris (Trieste, 1939) acaba de consagrarse con el premio (%=Link(«http://www.fpa.es/esp/»,»Príncipe de Asturias 2004″)%). Un reconocido galardón a quien puede juzgarse heredero contemporáneo de Franz Kafka. Y uno de los mejores exponentes del arte de la ironía junto a Sócrates, Nietzsche o Robert Musil. De estos aprendió que la risa y la ironía son las mejores compañías del ser humano. De Sócrates, la risa como dialéctica; de Nietzsche la ironía como desencanto; y de Robert Musil, como poderosas fuerzas de conocimiento.

Después de escribir Itaca y más allá (Huerga y Fierro), El anillo de Clarissa (Península) Danubio (Premio Internacional Antico Fattore y Premio Bagutta) y Microcosmos (Premio Strega), obras depositarias de la memoria, la novela y los recuerdos de viaje, y de narraciones como Conjeturas sobre un sable y Otro mar, Magris reúne en Utopía y desencanto (Anagrama, 2001) una colección de ensayos que demuestran su prodigiosa combinación entre el análisis periodístico y la profundidad literaria.

Confrontado por el premio, frente al checo Milan Kundera y al español Juan Goitysolo, el jurado destaca en el escritor triestino la inteligente sensibilidad de un moderno, que moldea con detalle la grandeza de los pequeños detalles cotidianos. Desde sus apuntes sobre los efectos máximos del genoma humano hasta sus anotaciones sobre los mínimos de la indestructible condición humana, Magris recorre la obra de Kafka, Goethe, Thomas Mann, Ivo Andric, Hermann Broch. Con un inusitado interés en convertir lo más insignificante, en valiosa pieza de orfebre de la escritura.

Cualquiera que haya leído a Kafka sabe cuanta culpa puede haber en la literatura. Porque la literatura alejaba al autor de la Metamorfosis de la muerte y le permitía comprender la vida, pero dejándolo fuera. También para Magris, la literatura es una forma de utopía porque es una elaboración dentro de un mundo posible. Con lo que se niega a contemplar que las cosas tiene que ser como son. En Utopía y desencanto, el premio Príncipe de Asturias 2004, logra desentrañar concatenaciones paradójicas de la experiencia humana en los límites entre el pensamiento y la incertidumbre: “¿Y que si hubiese sido de otra manera?”

Si en la Metamorfosis Kafka, convierte todos los valores humanos al reino de lo vulnerable y lo efímero, en Danubio Magris hace girar las historias en torno al río como metáforas del desplazamiento. Primero desplazamiento de la grandeza de Alemania ante el imperio de los Austria, totalidad y diversidad. Segundo, desplazamiento de la majestuosidad del poder, por las miserias del infierno del Holocausto. Y tercero, desplazamiento de la ética del honor del guerrero, por los valores de hombres sin atributos. Si Kafka exalta la desnudez del frío páramo espiritual de una época, Magris condecora en su narrativa las vidas minúsculas, vidas al margen, vidas de antemano mal hechas, deshechas. Para encontrarse ambos, Kafka y Magris, en la defensa de seres inermes contra un mundo salvaje y todopoderoso.

Con una genial intuición, Claudio Magris, define la utopía como “no olvidar a esas víctimas anónimas, a los millones de personas que perecieron a lo largo de los siglos a causa de violencias indecibles y que han sido sepultadas en el olvido, sin registro alguno. El río de la historia arrastra y sumerge esas pequeñas historias individuales, la ola del olvido las borra de la memoria del mundo”. Dentro de esta definición de la utopía, el desencanto viene a ser todo lo contrario.

Dos cosas que nos advierte sobre la cotidianidad colombiana, la reivindicación del rostro de la víctimas como una responsabilidad moral de mínima humanidad, y el acto de contar y decir lo que pasó como un legado que tiene que perdurar en el tiempo. Contra los actos heroicos de la historia, Magris nos recuerda la evocación de lo pequeño e insignificante. Más todavía: el duelo de nuestros muertos ejerce un poder de infinito significado sobre los vivos. La memoria para que sea vital requiere del acto reflejo del pensamiento presente.

Don Quijote necesita a Sancho Panza. No es explicable el primero sin el segundo. Una interpretación contraría a la de Don Miguel de Unamuno. Porque para Magris, Sancho extiende sobre el trasfondo de la cordura de su Amo, la súplica de nuevas aventuras encantadas. El Quijote, por sí solo, resulta tremendamente pobre. Las gestas caballerescas no son mucho si les falta los colores, los sabores, los alimentos, la sangre, el sudor, el placer sensual de la existencia. Sin los cuales la idea heroica, que les infunde significado, sería una prisión asfixiante.

Con Don Quijote y Sancho Panza, Magris recrea los imaginarios de la modernidad. Utopía y desencanto antes que contraponerse tienen que corregirse y sostenerse recíprocamente. No poseemos una receta definitiva para la felicidad, ni la utopía está en una consagración parapsicológica o religiosa. Antes bien, cometemos un error creyendo que hemos vencido a través de un orden definitivo del mundo. El desencanto, que corrige la utopía, refuerza su elemento fundamental, la esperanza.

Claudio Magris, ha sido declarado ganador del Premio Príncipe de Asturias para las Letras 2004. Un juicio literario que, además, consagra la valoración estética de una bella escritura.

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