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El Teatro Teresa Carreño tiene que abrirse a los artistas

A Edwin Erminy le sigue doliendo el Teatro Teresa Carreño. Allí estuvo exactamente 20 años, desde su fundación en 1983 y hasta 2003, cuando tomó la decisión de retirarse: comenzó como escenógrafo, se formó bregando con la novísima tecnología de entonces, se benefició con una beca del Gran Mariscal de Ayacucho y regresó al país y al teatro; y en sus escenarios entregó su creatividad para darle forma a todos los ballets de Vicente Nebrada, desde Doble Corchea y Pájaro de Fuego hasta Lago de los Cisnes y Cascanueces; innumerables óperas, entre las que recuerda El cónsul, Aida, Carmen, Bohéme, La Traviata; los montajes de Danzahoy, como Otto el pirata, Zona Desconocida, Los Ilusos, Travesía, Fémina. Hasta hace siete años, cuando creyó que alzando su voz de protesta ante lo que ya se veía por venir, podía haber un cambio.

Con la llegada del ministro de la Cultura, Francisco Sesto, como presidente de la Fundación Teatro Teresa Carreño, y de Alice Dotta como directora ejecutiva encargada, analiza las posibilidades del Teresa Carreño.

-¿Cómo interpreta estos cambios en el TTC?

-Yo tomé una decisión en ese momento, por decir todas las cosas claramente, todo lo que veía, y decirlo públicamente, porque sentía que si uno protestaba y lo decía en alto, las cosas se podían modificar un poco. No fue así. Después de estos siete años, creo que yo tenía razón en lo que señalaba: el teatro dejó de programarse, el teatro dejó de tener vigencia para los artistas, para el público, el teatro está oscuro, el teatro está mal mantenido, el teatro cada vez suena menos. La gente que hace espectáculos ha tenido que encontrar otros escenarios. Se han tomado una cantidad de decisiones a lo largo del tiempo, en una línea que lleva a que el teatro esté cada vez más oscuro, más apagado y que sea menos importante para los caraqueños. Uno quisiera que no fuera así, no tengo ningún interés que sea así. Por eso estoy muy ilusionado con la perspectiva de que haya un cambio de gerencia, porque el teatro es una infraestructura importante y que nos cuesta mucho real de nuestros impuestos.

-El ministro Sesto toma las riendas del TTC junto a Alice Dotta, ¿podrán ayudar ellos al teatro?

-Creo que sí. Desde hace un tiempo se imponía un cambio. La gerencia anterior sospecho que se dedicaba más a pelear con sus propios empleados que a generar proyectos culturales, y tú no puedes vivir en una guerra continua. El edificio está en muy mal estado, las salas tienen deficiencias con todo y que hubo algunas inversiones importantes, pero hay un problema de mantenimiento muy grave, y hay un gran problema de relación laboral. Tienen que venir definiciones: mantenimiento, personal, programación. Hay que abrirse a los productores privados ofreciéndoles lo que ellos necesitan, que es la seguridad de que las reglas del juego se van a respetar y que las fechas asignadas no se van a perder por compromisos políticos, que, para ser franco es lo que ha ahuyentado a muchos inversionistas. El TTC tiene que abrirse a los artistas, crear facilidades para que se programen temporadas y entender que el Teresa Carreño es la punta de un sistema de teatro, esa debería ser la meta.

-Usted menciona el grave conflicto laboral…

-Yo no me parcializo por ningún escenario, pero una opción es salir de todo el personal porque hay una relación laboral viciada que de lado y lado se ha caracterizado por peleas continuas. Eso era perro y gato bajo la gerencia anterior, todo el tiempo estaban peleando.

-¿Siempre fue así?

-No fue así, porque ese teatro nos formó a todos. En la época en la que comenzábamos, el teatro tenía todos los conflictos de una tecnología nueva que no dominábamos. Eso implicaba que uno a veces pasaba siete días sin ir a su casa. Uno era el esposo de la señora Teresa, y en mi casa mi mamá decía «el está con su mujer, con Teresa», porque yo pasaba más tiempo en el teatro que en mi casa. Esa mística existió, (Isaac) Chocrón nos bautizó «Los Teresianos». La posibilidad de salir del personal a mi me parece políticamente dolorosa y humanamente difícil y desde el punto de vista cultural no es la más constructiva. Creo que deberían sentarse y hablar muy francamente y reconquistar la mística y el amor por la casa. Elías Pérez Borjas nos enseñaba cosas como que si tú veías un sucio en el piso lo recogías, y si el escenario estaba sucio lo barrías, y no importaba que fueras gerente. Esa cosa se nos metió en el código genético y yo todavía sigo barriendo escenarios.

-Ahora enseña en la Universidad Experimental de las Artes…

-Tengo muchos años aquí porque vengo del Instituto Universitario de Teatro, son doce años, eso te renueva y te llena de ilusión, porque descubrir a los chamos nuevos y a los talentos es una cosa que te llena de energía y es muy sabroso.

-¿Cómo fue esa transición?

-Es una institución nueva con muchísimas oportunidades y la Unearte es una conquista, un logro con el que soñábamos los artistas venezolanos desde hace mucho rato. Pero ha sido difícil, porque han ocurrido cosas como, por ejemplo, ocupar los espacios del Ateneo de Caracas. Yo fui un teatrero que comencé a hacer mis primeras escenografías cuando esto estaba gerenciado por la gente del Ateneo, y es traumático ocupar este espacio con las decisiones políticas que eso implicó y de las cuales uno no fue partícipe. Sin embargo, yo valoro el interés de los estudiantes; y sí, sigo siendo amigo personal e institucional del Ateneo de Caracas, me sigo sintiendo ateneísta, y espero que tanto la directiva de Unearte como mis amigos ateneístas me sepan entender.

-¿Qué le hace falta al teatro en Venezuela, además de recuperar la infraestructura y los festivales?

-El teatro siempre está en renovación si no, se muere y desaparece. Los teatreros tenemos que discutir cómo hacernos pertinentes para el público, para que nos necesiten y nos pidan, hacernos de verdad importantes y relevantes.

-¿Y el teatro comercial?

-Hay espacio para todos. Yo creo que hay teatro de calidad y se puede hacer teatro comercial de muy buena calidad. Ahí está Palo de Agua, con Actos indecentes, ellos han ganado plata y nunca han hecho teatro indigno. No creo que ganar plata tenga que generar prurito o que sea malo. Por el contrario, ¡a mí me gustaría ganar un pocotón de plata haciendo teatro!

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