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Humanismo creador

Antes que confiar en el desarrollo tecnológico y en las reformulaciones meramente políticas o económicas como geniales panaceas, se ha de pensar en el proyecto de un hombre que quiere salvarse a sí mismo, reconocerse a sí mismo, en función de una convivialidad creadora. «La medida humana es una regla de vida con la que cada quien debe contar en el momento en que «proyecta» para realizarse en el concreto de la comunidad a la que pertenece». La finitud humana hace que caigamos en cuenta de los otros, con quienes debemos establecer una relación que al tiempo que corrobora nuestra existencia, nos obliga a buscar un modus vivendi con el prójimo, con el otro. Se trata de «meterse de frente con la realidad, analizarla, interrogarla, de encontrar en ella elementos que puedan constituir la plataforma sobre la cual construir la alternativa concreta» de nuestra realización personal, colectiva, generacional.

En decir de Abbagnano, «frente a la amenaza de una alineación de masa de la cual nadie se salva, el hombre ha redescubierto aquella que yo llamaría su vocación existencial, es decir, la necesidad de proyectarse en una medida individual, autónoma, que obviamente considere todos los factores constitutivos de la propia existencia».

En el encuentro del hombre consigo mismo, con su propia medida, con el sentido del propio existir en el mundo, comienza lo que Abbagnano llama la «terza vía»: «el reconocimiento del hombre en la dramática y exaltante ambigüedad de su destino finito».

Se ha de pensar, entonces, en la responsabilidad de un auténtico humanismo tecnológico: doctrina que pone al hombre en el centro de la reflexión, filosofía que asume al hombre como su preocupación fundamental; doctrina en virtud de la cual se confiere al ser humano un lugar central en el universo; donde el hombre acierte a utilizar la técnica y la tecnología a su servicio; donde no se separe tecnología de humanismo; antes bien se unan ambos términos para lograr una interrelación que justifique el progreso de la sociedad junto a su característica básica: el carácter humanitario de la persona; donde «el desarrollo tecnológico avance, en paralelo, haciendo referencia al bien del género humano.»

Se trata de que cada hombre enmarque su proyecto personal dentro de un real proyecto colectivo en el que, encontrándose a sí mismo, se consiga con el aliento histórico proveniente del hormigón humano, el cual le permita conquistar el Nuevo Tiempo inserto dentro de un genuino Humanismo Científico Creador, adscrito a la naturaleza humana, dentro de las óptimas posibilidades y proyecciones del hombre; que implique la plena consideración de sus capacidades para perfeccionarse a través de sus propios esfuerzos, perspectivas y proyectos. Humanismo que a su vez requiere que el hombre desarrolle sus virtualidades y que trabaje para convertir las fuerzas del mundo físico en instrumentos de su libertad.

 

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