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Juvenal Ravelo, la calle, el arte y la gente

(%=Image(1630582,»R»)%) El arte cinético en nuestro país siempre fue visto con cierta suspicacia y con más cinismo que crítica neurálgica. Se le criticaba su sentido elitista, su malabarismo cromático y esos trucos de mago trasnochado con el movimiento y la luz. Se le ubicaba como un arte que venía a colmar el gusto orillero de los nuevos ricos productos del petróleo. Era un arte enquistado en la oficialidad más aparatosa. Quizá por esa razón, y para deslastrarse un poco de tanto malentendido, los pintores cinéticos tuvieron/tienen entre sus preocupaciones principales tratar de establecer un nexo cercano con el espectador. De un espectador activo y no como mero ente contemplativo, de un espectador que se involucre con la obra de arte desde la participación directa y donde fuese como especie de actor principal imprescindible. Alejandro Otero lo hizo mediante sus esculturas a escala cívica, Jesús Soto con los «Penetrables», Carlos Cruz Diez con intervención plástica y escultórica de los espacios urbanos y Juvenal Ravelo, el benjamín del arte cinético como se le llamó en su momento, lo hace a través del arte de participación en la calle.

(%=Image(9187390,»L»)%) Juvenal Ravelo, oriundo de Caripito, Estado Monagas, realizó estudios de Artes Plásticas en Caracas y Barquisimeto. También pasó por la Cristóbal Rojas y en su peregrinaje respectivo por París realizó estudios en la Sorbonne con los historiadores de arte Francastel y Jean Cassou. Ha recibido algunos reconocimientos y premios importantes tanto nacionales como internacionales. Se puede decir que a fuerza de tesón y trabajo como Artista ha consolidado una reputación y sin mencionar su disposición alegre, transparente y llana de asumir los retos artísticos.

A pesar de todo Ravelo no ha querido apoltronarse, no ha querido sentarse a la vera del camino y ver pasar la procesión. Ha continuado creando y proseguido con los sueños al aire pensando en las posibilidades transformadoras del arte. Su trabajo de investigación estética lo ha conducido a sacar su trabajo del lienzo y de las paredes del museo para asumir la calle. Para llevarlo a la gente como un asunto colectivo, como un esfuerzo en conjunto que no sólo permite revitalizar el entorno donde se vive, sino que revitaliza el alma y aviva ese espíritu creador que yace dormido en todos nosotros. El arte como una actividad común que puede ser realizado por todos, que puede llevarse a cabo en todo momento como aliciente y como propuesta humana alejada de toda ruindad.

(%=Image(3951169,»R»)%) El trabajo pictórico inicial de Juvenal Ravelo exploró las posibilidades del color y la luz sobre estructuras concretas que se repetían sobre una superficie. A este respecto escribe Gstón Diehl: «En estos últimos años, abordando lo que él fuerte y justamente ha denominado Estructuras de Luz fragmentadas, ha obtenido con una dirección y una paciencia digna de la tradición china, un ingenioso sistema octogonal de finos elementos metálicos que se reflejan sobre cambiantes superficies fragmentadas(…)Poesía de volumen virtual, espejismo del color, de fugitivas interferencias, de juegos ópticos; dulzor musical del instante…» Para ampliar el formato y darle más resonancia al color y la luz en movimiento lo ha llevado a las paredes de las casas. No es un trabajo en solitario. Es en su esencia un trabajo plástico que busca y requiere el concurso de la gente, el consenso y la participación de un colectivo determinado. No busca Ravelo decorar la vida ni la miseria, trata más bien de traspapelar a la gente con el arte. Que la gente pueda comprobar que tiene capacidad para cambiar, que tiene la sensibilidad necesaria para crear belleza a pesar de todas las dificultades, que no todo esta perdido si hay organización y trabajo colectivo. El mismo Ravelo ha declarado: «Mi búsqueda de nuevas formas de estética no tradicional, que estén en sintonía con el desarrollo armónico de nuestra sociedad, me ha llevado a promover la acción participativa del pueblo, muy especialmente de la juventud». Involucrar a la gente con el arte no es poca cosa. Que el espectador se sienta participe y creador de la obra de arte es un reto tanto para el artista como para el individuo que acepta el reto.

La propuesta práctica de «Arte de participación en la calle» es algo más profundo y vital que un divertimento pictórico o que a excentricidad de un artista de renombre. Tampoco es, como podría suponerse, una mera tarea de ornato y limpieza para engalanar, con motivos multicolor, las paredes de casas en barriadas pobres. Es un proceso de estimulo comunitario que pretende despertar en la gente la autoestima, el sentido de pertenencia, la solidaridad y trabajo mancomunado como generador de belleza estética y como una plataforma para resolver esos problemas puntuales que aquejan a toda comunidad de bajos recursos. El arte como un agente que motoriza en la gente lo mejor de su espiritualidad, el arte como una premisa transformadora y alejada de toda esa retórica retorcida que manejan los entes gubernamentales que padecemos.

(%=Image(7617582,»L»)%) Una jornada de Arte comunitario lleva tiempo y es todo un trámite que va desde conseguir los recursos y obtener el apoyo de alcaldías y gobernaciones. Luego de superado todo ese intríngulis kafkiano del papeleo con el gobierno local viene la segunda fase de buscar la comunidad e iniciar las reuniones con la gente. En dichas reuniones participan sicólogos, arquitectos, sociólogos y artistas para evaluar los problemas básicos que la comunidad tiene y tratar de solventarlos sobre la marcha. A esta primera reunión le siguen varias más. Juvenal y su equipo se mudan para la comunidad donde se va a realizar el trabajo y en conjunción con la gente se le presta servicio médico primario, ayuda técnica (y materiales) para mejorar la vivienda, previo convenios con las autoridades locales y con los bancos. Luego viene la fase de la pintura, que se convierte en una verdadera fiesta. Tocan grupos musicales de la comunidad, se hace danza, teatro, títeres, se vuelan papagayos en fin todo una serie de actividades culturales y artísticas que complementan el trabajo estético en sí. Nada se deja al azar y todos los miembros de la comunidad son importantes para culminar el trabajo artístico.

Juvenal Ravelo es un hombre afable, un espíritu galvanizado de buen humor y alegría. Jamás hace alarde de su trayectoria. Toca cuatro, canta. Como transparente juglar va por la vida y por ese motivo no se le hace complicado convivir y compartir con la gente sencilla.

(%=Image(1604215,»R»)%) La obra de arte verdadera participa del milagro. Es un trabajo que se lleva a cabo con la cabellera de los nervios despeinada y con el corazón danzando sobre el hilo de sus temibles pulsaciones. La razón y el intelecto guían la pasión simpática por trabajar con la luz por aquello escrito por Félix de Azúa: «El arte de la pintura es sobre todo un arte de la luz (y no del pigmento como suele creerse)…»

Juvenal Ravelo lleva su trabajo denodado y paciente con la luz a la calle para decir presente y ofrecer una oportunidad para quienes sufren la historia, ofrecer una segundo aire a lo humano independientemente del contexto o como él mismo lo ha escrito: «Mis últimas manifestaciones artísticas han tenido como escenario la dimensión absolutamente libre: son las calles de un pueblo, un barrio o un puerto. No soy el artista solitario que desafía sólo el plano de un lienzo o de cualquier otro soporte, en mi confrontación diaria con el arte he continuado explorando otro espacio, el del hábitat humano, el de la presencia ecológica, el de la desesperante existencia grisácea de los desheredados, como lo llamó Víctor Vasarelv en sus Notas borrador. Esos pueblos fundados y regados por el tercer mundo, son los mismos donde la injusticia social tiene su aposento».

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