Entretenimiento

La Orquesta Sinfónica Juvenil e Infantil de Ciudad Guayana

Algunos de mis amigos, que conocen mi afición por la música popular del Caribe, especialmente el bolero y las rancheras, se extrañan por mi fascinación con la música clásica. Se reían a mandíbula batiente cuando se enteraron que conducía por la radio un programa de música clásica llamado Intermezzo. Traté de explicarles que mi programa intentaba sólo ofrecer un acercamiento a la a la música clásica a través de su telón de fondo literario e histórico y sobre la biografía de los compositores más destacados e incluso describiendo la función y la historia de algunos instrumentos. La música clásica no es en lo absoluto fastidiosa, sino que hay diferentes manera de escucharla y creo que sobre todo de sentirla. Se puede dar el caso que un trompetista de jazz sea completamente sordo para los madrigales medievales. O que a cualquier hijo de vecina le parezca abominable la voz entrenada de una Ainoa Arteta o de un Roberto Alagna. Incluso yo me caracterizo por tener unas orejas de un tamaño nada despreciable, así y todo debo reconocer que no tengo oído y hasta tocando el timbre desafino. No obstante esto no me ha impendido sumergirme (y disfrutar) de una música trabajada desde el intelecto y la sensibilidad.

(%=Image(8110142,»C»)%)

Entender la música clásica es como querer entender la belleza de un paisaje natural. Muchas obras de los grandes compositores no poseen un título explicativo y se identifican con números. Beethoven llamó a su Opus 27, Nº 2 como Sonata quasi una fantasía, para advertir la ausencia usual del primer movimiento. La inicia con un movimiento lento. Un crítico vienés dijo que el primer movimiento le recordaba al claro de luna y desde ese día la sonata Opus 27, Nº 2 se llama «Sonata Claro de Luna». Fedérico Chopin por su parte evita los títulos que puedan dar claves para su música. Identifica a su piezas como estudio. En otras ocasiones los llama sencillamente nocturno. ¿Y cual es el significado de esta palabra? A priori uno espera que la pieza de piano llamado nocturno sea una melodía melosa, una canción de cuna, una pieza lenta para dormir a pierna suelta, pero no el dichoso nocturno es en muchos casos una exaltada invocación de amor. Una melodía potente y apasionada que contiene un sin fin de emociones variadas que puede iluminar un poco nuestros chascos, o triunfos, amorosos. Antes de la época de Johann Sebastian Bach muchas piezas para clavicémbalo tenían título. Luego todo eso cambió radicalmente. Domenico Scarlatti, contemporáneo de Bach, llamaba «Lecciones» a sus piezas musicales; después se llamaron sonatas. Después de Beethoven varió significativamente la actitud de los compositores ante los títulos. En el caso de Schuman, debe uno preguntarse que fue primero si el título o la música. Brahms tituló a varias de sus piezas de corta duración como intermezzo. Hacerse un lío con compositores, directores y estilos resulta sencillo para un profano. Lo mejor es dejarse llevar por los acordes y tratar de no decir que la obertura Guillermo Tell es la música compuesta por el llanero solitario o que al escuchar los acordes de las Cuatro Estaciones enseguida pensemos en la música de Arturo Uslar Pietri y su programa «Valores humanos».

¿El significado de la música? Nada más enigmático. El poder sugestivo/persuasivo de la música no es fácil de traducir en palabras. Significa tanto y no dice nada. No obstante acercarse a la música clásica es una experiencia poco común. En ciudad Guayana tenemos el privilegio de hacerlo gracias a la Orquesta Sinfónica juvenil e infantil de Ciudad Guayana. De manera indirecta fui testigo de sus inicios. Se fue nucleando, con muchos avatares y tropiezos, en una viejo local en San Félix. Las condiciones eran poco favorables, sin embargo Ennio Palumbi colocando mucha paciencia y bastante mística pudo sortear todos los obstáculos. Todavía hoy las condiciones en la que funciona no son las mejores. A pesar de todo la música se resiste y no deja de sonar. Muchos de esos niños que la iniciaron ya han crecido y se han convertido en destacados profesores. La orquesta sinfónica, con 9 o 10 años funcionando, no es sólo un orgullo para la ciudad, sino que es un ejemplo vital de tenacidad y pasión por la actividad musical alejada de la burocracia.

Sin mencionar que la Orquesta Juvenil ha tratado de abrir la música clásica hacia la comunidad a través de conciertos realizados en escuelas, plazas, en la Biblioteca Municipal de Vista al sol y en muchos sitios de la ciudad. Ennio Palumbi, Marta Liévano, Ruth Marín, Ever Guzmán, Jonathan Guerra y otros profesores de la orquesta han tratado que la música se convierta en un complemento efectivo en la formación educativa de niños y adolescente. La música como energía vital para desarrollar sensibilidad, sentido de solidaridad grupal y responsabilidad. Si cada parroquia contara con una pequeña orquesta sin duda que los altos índices de violencia que registra Ciudad Guayana disminuirían. Por esa razón apoyar a la Fundación Orquesta Sinfónica Juvenil no es arar en el mar. Que el gobierno regional y local deje de lado esa retórica barata sobre la revolución cultural y asuma de manera real su compromiso con la música y con la ciudad.

(%=Image(9884748,»C»)%)

Leer música es una actividad que merece todo el respeto. Cuando se lee una partitura la música sucede a nivel de la conciencia y la memoria. Muchos músicos y compositores judíos confinados en los campos de concentración nazi repasaban mentalmente las partituras aprendidas, escuchaban en su mente los acordes, las combinaciones armónicas entre los distintos instrumentos, era la única manera de soportar el horror. La música silenciosa los salvaba por unos instante de esa pesadilla de muerte y oprobio que sufrían a diario en los rigores del confinamiento. Beethoven a final de su vida quedó completamente sordo. No obstante siguió componiendo música. Esa música que sólo sucedía en su inteligencia, que sonaba intacta en su alma y se estampaba en el papel era una forma efectiva para no darle oportunidad a su enfermedad, para no dejarse vencer por la desventura. Esa música callada, como la llama Antonio Muñoz Molina, era una forma de resistencia. Y en tal sentido la música que escuchamos, o que suena en nuestro espíritu, nos mueve imperceptiblemente hacia otro lugar menos inhóspito, nos da la entereza necesaria para escuchar la vida con el oído atento del corazón.

La música sinfónica, denominada de manera errónea como culta, es un pequeño color del gran círculo cromático de la música en sí. Lo escrito por Alessandro Baricco no está lejos de ser cierto: «Sin vacilar, a pesar de todo, el mundo de la música culta sigue considerándose culturalmente y moralmente distinto. Y, calladamente, superior. No hay que menospreciar el rasgo cándidamente reaccionario de tal prejuicio. El instinto que refleja es el de considerar un cierto tipo de repertorio y de tradición musical como una suerte de inexpugnable depósito de valores del que abastecerse resguardándose de la corrupción de lo moderno. Es un seguro permanente contra la degradación de ciertas instituciones morales y espirituales, erosionadas por las acechanzas del Tiempo. La música culta acaba siendo vivida como lugar separado en el que categorías éticas y tótems culturales sobreviven en una áurea inexpugnabilidad. La ilusión es que entrando en una sala de conciertos, automáticamente se accede a ese lugar separado. Reconociéndose fuera del caos, aún no descifrado, del presente, se consume la límpida «verdad» conservada en alcohol por la praxis concertista». Considerarse superior por escuchar a Mozart desechando un merengue dominicano, a Sadel, Pedro Infante, Eminen o Korn me parece una soberbia idiotez. La música clásica es una alternativa distinta para esquivar ese montón de música chabacosa (entre la medianía y la cosa se entiende) y elemental que a diario retumba en todos lados como única opción posible.

El trabajo de una institución como la Orquesta Sinfónica de Ciudad Guayana es sacar la música clásica de su acartonamiento, de ese circuito de pasatiempo señorial y convertirla en una práctica de vida mundana y silvestre. La música clásica no es el privilegio de unos pocos, sino la viva expresión de lo humano, esa vivencia desgarrada de penas y alegrías que se transforma en sonido sensiblemente inteligente.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba