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Octavio Paz, el luchador que vio en la palabra el arma para iluminar al mundo

EFE.-«Si los poetas fueran cimas, Paz sería el Everest», así explica su importancia el escritor Alberto Ruy Sánchez, quien en una entrevista con Efe habla de esa «manera única de estar en el mundo» que tenía Paz, alguien seguro «de la importancia de eso que llamó la otra voz, la voz de la poesía».

«Él creía que la gente tenía que leer más poesía o aprender a ver el mundo con mirada de poeta, no quiere decir rimando o versificando, sino mirarlo con una mirada más amplia, no ceñirse solo a lo que hay, sino a lo que podría haber y debería haber», apuntó el escritor.

Se trata de una mirada particular con sus ojos azules de poeta que él siempre necesitó plasmar en sus textos, desde el comienzo, en aquella revista llamada «Barandal» que fundó con unos compañeros de la escuela preparatoria en el año 1931, con tan solo 17 años.

Hasta el final, con la revista «Vuelta» que dirigió Ruy Sánchez dos años y que no murió con él, sino que se reinventó con el nombre de «Letras Libres».

Y en medio llegarían otras tantas revistas, los primeros libros, poemas relevantes como «¡No pasarán!», ensayos trascendentales como «El laberinto de la soledad» y viajes, pues la vida de Paz fue un constante viaje en busca de ideas.

Los viajes que Paz hizo por el mundo para estudiar o como diplomático influyeron fuertemente en su obra y lo convirtieron además en «un hombre puente», como señala su amiga y escritora Elena Poniatowska.

Paz «unió a México con Japón, unió a México con Francia», y al ganar el Premio Nobel «situó a México en un punto muy importante», contó en una entrevista con Efe.

Desde que se conocieron en los años 50, compartieron tiempos de amistad y sobre todo de aprendizaje para Poniatowska, pues como narra en su biografía «Octavio Paz: las palabras del árbol» (2009), él siempre la orientaba sobre los libros que tenía que leer, le ponía tareas.

Y también le corregía sus textos, pues ambos pecaron de ser minuciosos, de escribir, reescribir, corregir cada uno de sus textos hasta casi la obsesión.

«Amaba la transformación de la palabra», esa era una de sus pasiones, jugar con ellas y moldearlas hasta obtener el verso deseado, contó a Efe la poeta y maestra Roxana Elvridge-Thomas, quien fue otra de sus amigas alumnas que lo conoció en persona.

«Le gustaba mucho leer lo que hacía la gente joven, estaba muy al tanto de lo que se hacía. Era muy generoso al compartir con ellos sus conocimientos», añadió.

Pese a este papel de maestro, a Paz «no le gustaba que le dijeran ‘maestro’, decía, ‘dime Octavio’, no le gustaba sentirse superior ni que los demás lo hicieran sentirse superior».

«Sí sabía de su superioridad intelectual, sí era muy consciente de que él tenía un conocimiento que lo ponía en una elite intelectual muy por encima del resto de la sociedad, pero al mismo tiempo no permitía que los demás lo ensalzaran de esa manera», apuntó.

Para su amigo y filósofo Ramón Xirau, los versos de Paz son «el conjunto de mejor poesía reciente de México».

A sus 90 años, recuerda perfectamente aquel día de 1990 en el que acompañó a su amigo a recibir el premio de literatura más importante del mundo. «Me acuerdo de aquellos días de Estocolmo de invierno tan fríos, y tan sombríos, pero ese día fue muy luminoso», dijo a Efe.

Para el filósofo y escritor español Fernando Savater, quien también lo conoció en persona, fue «un maestro y un estímulo extraordinario», según dijo en una reciente visita a México.

«Hay grandes creadores culturales que son un poco cerrados, que son concluyentes. Hay otros que nos llevan más allá de ellos, nos abren caminos y Octavio creo que era así. Ese abrir puentes, ese ayudar a la gente a que no se quede ahí y vaya más allá es propio del maestro», contó Savater.

Con el centenario de su nacimiento, que se celebra el lunes, son numerosos los homenajes que se están organizando para recordar su figura, aunque en opinión de Ruy Sánchez el más importante homenaje que está recibiendo es que se le lea, que «más allá de las condenas públicas o privadas, la gente pueda tener acceso a los textos».

«Hay muchísima gente que no está acostumbrada a leer poesía y con esto está leyendo más su poesía y se sorprenden. Esa es la ventaja. En el momento que cada quien se enfrente a los textos personalmente, se le podrá criticar o se le podrá aceptar o desdeñar», apuntó.

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