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¿Qué dicen sus arrugas? ¿Tenemos la vida escrita en la cara?

Dime qué arrugas tienes y te diré
quien eres. Este es el mensaje central de la lectura de arrugas, una
práctica que a menudo es vista con escepticismo.

¿Tenemos la vida escrita en la cara?

La lectura de las arrugas forma parte de morfopsicología, que algunos
describen como una pseudociencia.

Heredera de la fisiognomía (estudio del carácter a través del aspecto
físico del individuo), la morfopsicología estudia las supuestas
correlaciones entre las características morfológicas de la cara de una
persona y su perfil psicológico.

Así pues, las arrugas son entendidas como marcas de las experiencias
intensas que una persona ha vivido.

«Son señales de la historia de una persona que están escritas en la
superficie facial. Las emociones son muchas veces las responsables de
dibujar esas arrugas en nuestro rostro», le dice a BBC Mundo María de
los Ángeles Muñoz, especialista en comunicación no verbal y lectura
del rostro.

Para Muñoz, los movimientos faciales se basan en una conexión directa
que el rostro tiene con el cerebro.

«Esto hace que el rostro sea una vía de acceso muy valiosa a lo que es
el conocimiento, a la interioridad de la persona. Nos habla del
carácter, sus posibles conductas, su temperamento, o sus emociones»,
asegura Muñoz.

Rose Rosetree, popular lectora del rostro en Estados Unidos y autora
de varios libros sobre el tema, presta especial atención a cómo una
cara evoluciona con el tiempo. En otras palabras, a «cómo se
desarrolla el carácter».

Esta práctica, sin embargo, cuenta con detractores.

«Creer que las características del rostro tienen que ver con el
carácter es lo mismo que creer que la altura, el color del pelo o de
los ojos pueden dar pistas sobre nuestra personalidad», opina Luis
Alfonso Gámez, Fundador del Círculo Escéptico, es consultor del Comité
para la Investigación Escéptica (CSI), organización científica
dedicada al estudio de lo extraordinario.

Ejemplos prácticos

Para «ponerle cara al asunto», las especialistas le explicaron a BBC
Mundo ejemplos de esta práctica.

George Clooney

«Las líneas tenues de su frente, por la edad que tiene, no constituyen
un indicio de un aspecto poco favorable del carácter. Por el
contrario, hablan de que George Cloney es un hombre con un pensamiento
muy activo, con interés en diversos aspectos de la realidad».

Ángeles Muñoz, especialista en comunicación no verbal y lectura del rostro.

La ira y el enfado, por ejemplo. Rosetree cuenta que las arrugas
verticales se relacionan con enojo. Si parten del ojo izquierdo, ese
enojo tiene que ver con nuestra vida personal, mientras que si se
originan en el derecho, «ese enfado está relacionado a la carrera
profesional o la vida pública».

Sin movernos de la zona de la frente, Muñoz añade que una persona
propensa a enojarse, tenderá a desarrollar arrugas en el ceño. «La
tristeza, sin embargo, hace que la comisura de nuestros labios se
ladee hacia abajo», dice la experta.

Algunos de los significados son más sorprendentes y menos intuitivos.
Muñoz lo explica.

Melanie Griffith

«En el caso de Melanie, son muy visibles y muy profundas las dos
líneas que “enmarcan” la boca. En morfopsicología esto es un rasgo
indicador de que la persona ha sufrido por un tiempo prolongado».

Ángeles Muñoz, especialista en comunicación no verbal y lectura del rostro.

«Los hoyos en las mejillas o el mentón, por ejemplo, son culturalmente
considerados como rasgos bellos. Sin embargo, estos hoyitos, según el
caso, podrían estar señalando que la persona ha atravesado situaciones
realmente difíciles».

Sobre las arrugas en los ojos, Rosetree cuenta que son relacionadas
con la manera en qué una persona afronta los problemas.

Así, las famosas «patas de gallo» indican que esa persona acude a
consejos externos, a amigos y familiares, para superar las
contrariedades de la vida. Las ojeras, en cambio, indican que esa
persona es mucho más introvertida y acude a lo más profundo de uno
mismo a la hora de manejar las dificultades.

A pesar de los ejemplos, ambas especialistas coinciden en que el
diagnóstico siempre es complejo y debe comprender al rostro en su
totalidad, no a un solo rasgo específico.

«La idea no es juzgar a nadie ni catalogar a las personas», aclara Rosetree.

Gámez se muestra escéptico a estos razonamientos. «Los morfopsicólogos
-dice- aciertan cuando ‘leen’ los rostros de gente que conocen; pero
no aciertan más que lo esperado por azar cuando no conocen al
individuo».

Músculos y huesos

Cuando BBC Mundo consultó a una especialista en medicina estética,
Concha Obregón, doctora y responsable de comunicación de SEME
(Sociedad Española de Medicina Estética), ella puntualizó que el
origen de las arrugas se basa en dos factores.

El primero es la musculatura que compone la mímica de la cara. Cada
músculo de nuestro rostro tiene una función. Cada vez que hablamos,
reímos, comemos, lloramos… los utilizamos.

La cara de un bebé es como una página en blanco en la que se escribirá
su vida con el paso de los años.

El segundo factor es el tiempo. «Con los años hay una reabsorción del
tejido óseo, adelgazamiento de la piel y atrofia muscular. Esto
origina un descenso, es un desplazamiento de piel», explica la Dra.
Obregón.

Basándose en estos principios, para Obregón, la relación entre arrugas
y personalidad es real. «La cara es un reflejo de las emociones,
entonces, según la emoción que sintamos, utilizamos diferente
musculatura».

Sin embargo, sus ejemplos se basan más en la lógica de los gestos.

Así, relaciona las patas de gallo a personas risueñas; las arrugas
horizontales de la frente a personas muy expresivas, «que hablan con
los ojos». El ceño fruncido es común en varios casos. Se puede
apreciar tanto en personas observadoras o con tendencia a enfadarse,
«como en personas de ojos muy claritos que se defienden de la luz».

«Todo esta relacionado», concluye Obregón.

El factor genético

A Gámez, fundador del Círculo Escéptico, estas explicaciones no le
convencen, «en realidad, no ayuda en ningún caso más que lo hacen la
astrología o la lectura de manos, porque la cara no refleja la
personalidad, sino que se basa en gran parte en el bagaje genético»,
escribe en su blog Magonia.

» Todo en la cara de una persona es bueno y significativo»

Rose Rosetree, lectora del rostro y escritora

No obstante, que nuestros rasgos o arrugas sean innatos o adquiridos,
da lo mismo, dicen las morfopsicólogas.

Según Rosetree, ésta práctica no comprende la genética como algo
estático, es decir, entiende que todo rasgo facial o físico se puede
modificar.

«¿Por que? Porque los rasgos físicos están conectados a la
personalidad, a una conducta, a una emoción… Si los pensamientos, las
conductas y las emociones se pueden modificar, naturalmente con la
evolución y la madurez, los rasgos físicos también lo hacen», aclara
Muñoz.

Así, según la lectura facial, dos gemelos que nacen iguales pueden
envejecer de maneras muy diferentes «dependiendo de la vida que hayan
llevado, de la sensibilidad y la tolerancia de asimilar cada situación
de la vida. Ésta no tiene por qué ser igual aunque la composición
genética inicial sea idéntica», asegura Muñoz.
Cuando se borran las arrugas

Para los especialistas en leer rostros, Muñoz y Rosetree, la arruga es
bella, de manera que cualquier substancia que la haga desaparecer
estaría negando la personalidad de la persona.

Los tratamientos con Botox relajan los músculos y suavizan las arrugas.

Según Rosetree, deberíamos mirarnos al espejo pensando en qué dicen de
nosotros nuestras arrugas, en vez de centrarnos en un una visión
vanidosa.

Muñoz, entre tanto, señala que una cara que luce a los 40 igual que a
los 20, muestra a menudo el deseo de esa persona de detener el tiempo,
de no evolucionar.

«Al no dejar que la edad y la madurez ‘dejen sus marcas’, la persona
se priva en cierta forma de incorporar todo aquello que podría
enriquecer su personalidad en lo que se refiere a experiencias que
vienen como propias de cada edad», argumenta Muñoz.

Para la Dra. Obregón, sin embargo, la medicina estética es algo
positivo, siempre que respete la expresión original de la persona.

«Hay que reponer el tejido con mucho cuidado, siguiendo las mismas
vías que siguió el tiempo», aconseja Obregón.

Para Obregón, el límite entre el uso y mal uso de este tipo de
tratamiento se pasa «cuando no reconoces al paciente».

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