Entretenimiento

Una mirada sobre las artes escénicas de Venezuela

Tal vez sean las artes escénicas en general,
uno de los géneros artísticos con mayor
dificultad a la hora de ser estudiado y analizado.

En primer lugar, tanto la danza como
el teatro son fenómenos multidisciplinarios
y diversos, donde suele sucederse una interacción
constante de varias disciplinas que
renuncian a su autonomía para fundirse,
por un lapso específico de tiempo, en una
expresión única. En segundo lugar, las particularidades
del texto dramático, en el
caso del teatro, exigen una estructura textual
de elaboración compleja que comprende
varios espacios interactuantes: el
texto literario y todos aquellos indicios que
puedan apuntar hacia su virtual representación, configurándose fundamentalmente
a través de una forma de expresión
constante (el diálogo) presentada directamente
y sin intervención del autor.

En el caso de la danza, no encontramos
esta complejidad textual del teatro, sin
embargo, el proyecto coreográfico también
vendría a ser como una suerte de dramaturgia
que presenta varios condicionamientos
importantes que complejizan al hecho
dancístico tanto como al teatral: a saber, el
tiempo, desarrollado constantemente en
presente, el espacio, reducido y limitado al
escenario, y la forma como se engrana la historia,
enmarcada dentro de un tiempo máximo
de horas y sustentada por dos estructuras
básicas: acciones y reacciones.

Tal vez uno de los puntos más álgidos a la
hora de confrontarnos con las artes escénicas
en general como disciplina artística, sea
su particular proceso de comunicación.

Tanto la estructura del texto dramático, como
la del proyecto coreográfico son siempre,
en sí mismas, estructuras incompletas,
que no culminan en la lectura o la apreciación
individual, sino que se extienden hacia
la necesaria representación colectiva, con
el fin único de encontrar la completitud de
una virtual realización, esbozada con anterioridad
en el texto o en el proyecto. Sin embargo, esta completitud también resulta
compleja, ya que se concreta en un ejercicio
no fijo de representación. Es decir, al
contrario del cine, donde la acción sugerida
del guión se completa en la cinta filmada
e invariable de la película, el teatro y la
danza se abrazan a la tarea inestable de la
representación en vivo, concreción efímera
que se completa en la experiencia única e
irrepetible de la función.

En este sentido, la fotografía se ha convertido
en uno de los medios más importantes
a la hora de registrar y documentar, e
incluso de dialogar con las artes escénicas.

A diferencia de éstas, la fotografía trabaja
justamente desde el territorio opuesto; es
decir, frente a la fragilidad efímera del
hecho teatral y dancístico, la esencia de la
fotografía se ubica precisamente en sus
capacidades para preservar y capturar el
momento, el gesto, el movimiento, el intersticio,
y, en definitiva, el sentido total de
una representación que se desvanece en el
transcurso de su propia emisión.

En su libro Sobre la fotografía (Barcelona,
EDHASA, 1996), Susan Sontag apuntaba
precisamente que la fotografía es en realidad
un inventario de la mortalidad, pues
muestra a las personas allí, en una época
específica de la vida, de un modo irrefutable;
agrupando gentes y cosas que al instante
siguiente se dispersan, cambian, continúan
el curso de sus destinos independientes.

Del mismo modo, la fotografía de
espectáculos parece apelar a este afanoso
intercambio de relaciones en su diálogo
con expresiones artísticas tan complejas.

No obstante, este diálogo, que podría
visualizarse en un principio como documentación,
no está trazado sólo desde la
intención de culminar un registro natural
de un acontecimiento cualquiera. En la
fotografía de teatro y danza también se
esconde una segunda elaboración, elaboración
brindada por ese fotógrafo constructor que de igual manera se confronta
con la escena y que debe reconstruir las
aristas de un momento visual único: un
movimiento visual capaz de conjugar la
calidad propia de la imagen con lo que tiene
por decir la escena y, finalmente, con su
propia interpretación de la unión inigualable
de estos dos momentos comunicativos.

En Venezuela, la fotografía teatral ha sido
un territorio de ejercicio constante para
muchos fotógrafos, que atrapados por la
interesante práctica que ello significa, han
explorado en más de una ocasión los peligros,
las bondades y en definitiva, las interesantes
posibilidades visuales que para la
labor fotográfica propone la escena. Sin
embargo, como ocupación sostenida en el
tiempo, tal vez sea responsabilidad de
unos pocos el mantener un ejercicio constante
de desarrollo, que no sólo los confronte
con su propio quehacer como fotógrafos,
sino que también permita, para los
otros, el enriquecedor registro de géneros
tan complejos como el teatro y la danza,
disciplinas que gracias a estas imágenes y a
este diálogo constante, confirman su existencia,
reconstruyen su historia y redimensionan
sus posibilidades.

Así, este artículo pretende reunir cuatro de
las propuestas más destacadas dentro del
ejercicio de la fotografía de espectáculos
venezolana; propuestas que en tiempos
distintos y a través de técnicas diversas,
han logrado nutrir con aportes invalorables
no sólo la historia de la danza y del teatro
en nuestro país, sino también la historia
misma de la fotografía en Venezuela.

Miguel Garcia

Con una vasta experiencia dentro de la
fotografía de las artes escénicas en Venezuela,
sostenida desde hace más de treinta
años, la labor de Miguel Gracia comporta
uno de los más importantes testimonios
del quehacer artístico en nuestro país. Este
fotógrafo, nacido en Zaragoza y de nacionalidad
venezolana, ha completado dentro
de su nutrida carrera fotográfica el archivo
cronológico del teatro nacional desde
1965 hasta 2004, y de la danza desde
1970 hasta 2004.

Considerado como un maestro de la fotografía
de las artes escénicas venezolanas,
ha participado en exposiciones individuales
y colectivas en la Galería de Arte Nacional,
el Teatro Teresa Carreño, el CELARG, el
Festival Internacional de Teatro de Caracas, el
Centro Cultural Mairaux du Kremlin en
Francia, el Festival Bonn Summer en Alema nia
y el Festival Iberoamericano de Cádiz en España,
entre muchos otros.

Preocupado fundamentalmente por hacer
corresponder la fotografía al ritmo de la
escena, la vida fotográfica de Miguel Gracia
se resume y se multiplica –como bien
expresa el texto de Asunción Blanco en el
libro El teatro venezolano visto por Miguel Gracia,
1966-2001, CELCIT, 2004– en el encuentro
único con la tensión de un momento
en el cual él “intenta fotografiar la pasión
que se vive en la escena en espera de la luz
que la acentúe”.

Este hilo conductor en su labor fotográfica
le ha permitido a Miguel Gracia participar
con su fotografía en importantes publicaciones,
como Unos pasos por el teatro, de
Guillermo Körn; Danza, de Sonia Sanoja;
Espacio y tiempo del dibujo en Venezuela, de
Juan Calzadilla; Escenario de dos mundos, del
Ministerio de Cultura de España; Por amor a
la danza, de María Eugenia Barrios; El teatro
desconocido, de Juan Carlos de Petre y Cuepos
en el espacio, de Rubén Monasterios.

También ha sido publicado en revistas nacionales
como Imagen, Visor, Criticarte, entre
otras; y en revistas internacionales como El
Público y Primer Acto (España), Conjunto (Cuba)
y Danza-teatro (México).

Roland Streuli

Este fotógrafo de origen suizo, estudió
cine en su país natal y fue bailarín. Posteriormente,
decidió emprender un amplio
itinerario gracias al cual vivió, trabajó y
estudió en países tales como Estados Unidos,
México, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay,
Brasil, Surinam, Venezuela y Colombia,
entre otros. Se instaló finalmente en
Venezuela cuando, a través de Daniel Farías
y América Alonso, consiguió trabajar
como director técnico de la, para el momento,
recientemente inaugurada Sala de
Teatro Cadafe (1979), en donde conoció a
personajes como José Ignacio Cabrujas y
Franklin Tovar. Streuli tomó también clases
de actuación y participó como intérprete
en montajes de grupos nacionales e internacionales.

Luego de esta experiencia fue contratado
como iluminador por una de las compañías
más importantes del momento, como
lo fue el Ballet Internacional de Caracas.

Según apunta el mismo Roland, fue justamente
Zhandra Rodríguez quien le enseñó
todo lo que sabe, pues le incitó a realizar
un registro fotográfico de todas las labores
de la compañía y de sus montajes. De su
trabajo como fotógrafo del Ballet Internacional
de Caracas surge su primer libro
publicado por Editorial Armitano, en 1988,
sobre la Danza en Venezuela, así como su desarrollo
definitivo como fotógrafo de artes
escénicas en nuestro país.

Posteriormente y durante veintitrés años,
llevó el registro fotográfico de todos los
espectáculos presentados en el Teatro Teresa
Carreño, institución en la que trabajó
hasta hace poco tiempo. Su archivo fotográfico
de este escenario mundial, reúne
una de las historias más completas del
espectáculo en Venezuela, y documenta
no sólo momentos únicos de importantes
espectáculos nacionales e internacionales,
sino que también incluye una galería de
personajes de la cultura, la política y la religión,
como el Dalai Lama, Lech Walesa y
Ernesto Sábato, entre muchos otros.

También ha obtenido varios premios entre
los que destacan el Premio Rembrandt de
fotografía en el año 1995, y el Premio de
Fotografía Latinoamericana 1994 y 1995.

Tiene una maestría en fotografía y es docente
de AVECOFA. Paralelamente a su
registro ininterrumpido del espectáculo en
nuestro país, también ha trabajado en fotografía
de publicidad, estudio y modelaje,
así como en fotografía de paisajes y documental.

José Carlos Gómez y Raúl Corredor
Estos dos jóvenes creadores, con una amplia
experiencia dentro de la fotografía,
decidieron en el año 2000 unir fuerzas para
conformar la empresa UN8CTAVO Producciones,
con la finalidad de dedicarse
exclusivamente a la producción fotográfica
de las artes escénicas. Desde sus inicios,
estos dos fotógrafos han realizado un amplio
registro de la gran mayoría de los sucesos
escénicos del país. Fueron fotógrafos
oficiales del Festival Internacional de Teatro de
Caracas 2000, 2001, 2002 y 2004; fotógrafos
de la I y II Convención Internacional de Circo
de Venezuela, fotógrafos de las cinco ediciones
del encuentro Ciudad en Movimiento Corp
Banca / CONAC; fotógrafos del 1er Encuentro
de Nuevos Directores 2001; invitados especiales
en el Festival de Teatro Internacional de
Cádiz, España; y acreditados de los festivales
GREC, Internacional de Sitdges y Marató de
l’Espectacle de Barcelona, España.

Sus fotografías han sido publicadas en la
prensa nacional y extranjera, con nutrida
presencia en todos los diarios nacionales, y
también en diarios como The Daily Journal, Le
Progrés, Lyon Figaró y Le Nouvelle Observateur;
así como en publicaciones especializadas
como Theatron y Enescena.

Dentro del quehacer de estos dos creadores
destaca especialmente la aplicación del
lenguaje digital a la fotografía de espectáculo,
así como el intento de romper con los
esquemas tradicionales de la fotografía
escénica, realizando con sus trabajos importantes
exposiciones de imágenes de
danza y teatro en grandes formatos como
FIT2000, UN8CTAVO en 2001 y la exposición
multimedia FITCaracas 2001, así como su participación
en exposiciones colectivas entre
las que destacan Puesta en escena (diciembre,
2002, Museo Jacobo Borges), y FITCaracas
Exhibits, muestra itinerante inaugurada el
año pasado en la Galería del Ministerio de
Finanzas.

José Ángel Mora
José Ángel Mora inició estudios de ingeniería
mecánica en la Universidad Nacional
Experimental del Táchira. Allí participó,
desde sus orígenes, en el Grupo Experimental
de Teatro (de la UNET) bajo la dirección
de Rafael Daboín. En esta agrupación
no sólo trabajó en el área actoral y técnica
sino que también se dedicó a realizar el
registro fotográfico de todos los montajes.

En 1983 abandona la universidad y se traslada
a Caracas, donde por cerca de tres
años trabaja como copiador en el Laboratorio
Fotográfico del Este. Esta labor le
permitió realizar una aproximación al proceso
fotográfico de manera completamente
autodidacta, lo que incluyó la óptica, la
fotoquímica y la micromecánica.

Después de esto regresa a San Cristóbal.

Allí comienza a ejercer como fotógrafo cultural
en diversos periódicos y revistas locales.

Al mismo tiempo comenzó a trabajar
con Nacho Otero, director del Taller Experimental
de Pantomima (TEP), en el que se
dedicó a retratar ensayos y presentaciones,
estudiando y practicando la fotografía de
sujetos en movimiento.

Luego de cuatro años de trabajo con el
TEP, realiza en 1987 una exposición de parte
de las fotografías obtenidas en la más
reciente presentación de esta agrupación,
titulada Futuro primitivo. Expone posteriormente
este mismo conjunto de imágenes
en la Sala Eugenio Mendoza del Ateneo del Táchira, en el marco de la II Muestra
Nacional de Artes Escénicas, en febrero de
1988.

A partir de allí, José Ángel Mora se dedicó
a fotografiar, procesar e intervenir imágenes
de representaciones de teatro y danza,
buscando siempre capturar la compleja
evanescencia que deja un cuerpo en movimiento.

En su fotografía destaca no sólo la
multiplicidad de técnicas usadas como bicromatos,
ferrotipos, talbotipos, fotografía
digital, virado y fotomontaje, sino también
su necesidad de compartir tres semanas de
ensayos generales más una presentación
exclusiva para la cámara, condición única
para realizar un trabajo fotográfico con
cualquier agrupación.

Actualmente, además de impartir talleres y
conferencias por toda Venezuela, se dedica
a la fotografía publicitaria. Sólo realiza trabajos
de artes escénicas a pedido de amigos
vinculados a la danza y el teatro, y únicamente
por el placer que le proporciona
concebir, producir y realizar la imagen en
un intercambio constante generado a partir
de su propia inclusión dentro de los ensayos,
lo cual lo convierte en un componente
más del hecho escénico por fotografiar.

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