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¿A la sombra de una nueva hiperinflación?

Hace poco más de un año parecía haberse superado el periodo hiperinflacionario 2017-2021 que tanto efecto a la economía venezolana, pues la dolarización se había impuesto, para bien y para mal. La moneda nacional, el bolívar, había perdido utilidad práctica y no cumplía con las funciones básicas que debe tener toda moneda. La moneda nacional no se usaba mayormente en las transacciones y los precios de los productos se marcaban en dólares, explicita o implícitamente, en un escenario en que se expandía constantemente la circulación de la divisa norteamericana; en pocas palabras, se prefería el uso del dólar ante la desconfianza creciente en la moneda nacional. Hoy día, estas características si bien continúan estando presentes, se percibe que el uso del dólar ha disminuido aunque los precios de los productos continúan referenciándose en esta moneda.

La razón de lo anterior parece simple, por una parte, la persistencia de la desconfianza en el bolívar ante una reanimada inflación y, por la otra, a que a las transacciones en dólares se les ha pechado con un impuesto del 3%, con lo cual se encarecen las mismas con su uso. Así, se hace más barato pagar las transacciones en bolívares que en dólares, pero a la vez se ha generado una revigorización de la demanda de bolívares, reforzando por esta vía la inflación doméstica. La escasez relativa de bolívares ha forzado la presión sobre los precios domésticos y la subida de los precios internacionales en dólares ha contribuido enormemente a redoblar las fuerzas de la inflación. Todo ello sin contar los efectos dañinos de financiar el gasto público con devaluación de la moneda, para así generar los bolívares (aunque desvalorizados) para cubrir los compromisos del Estado, donde están incluidos los compromisos con los servidores y exservidores públicos.

Todo un proceso perverso ante la ausencia de políticas integrales y racionales de combate inflacionario efctivo, llevando a que la inflación se haya acelerado de tal manera que ha reaparecido la sombra y el temor de un nuevo proceso hiperinflacionario.   

Retroalimentación: Tipo de Cambio e Inflación

Ciertamente, al inicio del 2022 parecía olvidado y superado el episodio hiperinflacionario, sin que se hubiese hecho realmente un esfuerzo correctivo profundo y consistente en materia de política económica y se hubiesen superado los problemas políticos que se vienen arrastrando desde hace demasiados años. La dolarización de facto parecía haber hecho su contribución para superar ese ingrato episodio.  

Sin embargo, las presiones inflacionarias han rebrotado con intensidad,  motivado a múltiples factores, pero anclado en la desconfianza existente y que termina reflejándose en la presión sobre la tasa de cambio que retroalimenta a la inflación.

Este nuevo proceso parece estar influido por una dinámica tan perversa como real que se ha internalizado en la economía y sociedad venezolana y que conduce a una constante depreciación de la moneda nacional.

Los efectos se observan claramente en las estadísticas disponibles. El Observatorio Venezolano de Finanzas OVF estima una inflación (Variación del Indice de Precios al Consumidor), solo en el mes de enero 2023, de 39,4%, cuando la depreciación del tipo de cambio en lo que va de año 2023 alcanza ya casi el 40%, por solo mencionar lo ocurrido en el presente año. Si observamos lo ocurrido en el 2022, las estadísticas del OVF reflejan una inflación de 305,7% (660% en 2021) y la depreciación de la tasa de cambio alcanzó una cifra cercana al 280%.

Superación de la Sombra Hiperinflacionaria

Para superar sanamente el contexto inflacionario es necesario entrar en un proceso virtuoso de crecimiento sostenido de la producción nacional, que vaya acompañado del mejoramiento del resto de variables económicas.

Otros intentos u opciones no son sostenibles, entre ellos, mediante la elevación del volumen de importaciones de bienes (con limitados efectos debido a la inflación que recorre el mundo) o vía el otorgamiento de subsidios del Estado, que tendrían que ser muy amplios y cuantiosos para ser efectivos. No obstante, en el primer caso no hay divisas suficientes en las reservas internacionales, y en el segundo caso no hay bolívares suficientes a través del gasto público que no generen inflación, pues requerirían de la generación continuada de bolívares a través de la depreciación del signo monetario. Esto último es una contradicción en sí misma, que no genera soluciones ni verdaderas ni duraderas para combatir el crecimiento de los precios y el propio proceso inflacionario.

La realidad es que la economía no se equivoca y para superar sus problemas hay que tomar acciones consistentes,  decididas y en la dirección correcta. Los efectos económicos se producen por acciones u omisiones de los tomadores de decisiones, quienes muchas veces las subestiman. ¿El problema? Que quienes pagan las consecuencias son los ciudadanos.

Así pues, las perspectivas positivas que se puedan tener sobre la economía venezolana dependerán de la capacidad de la misma para generar producción de manera suficiente y sostenida, puesto que para distribuir riqueza es necesario generarla primero, aspecto que también muchos pasan por alto. Para generar producción y riqueza es indispensable que exista un ambiente de negocios propicio con responsabilidad social. Definitivamente, un ambiente de debilidad manifiesta de la política económica seguida y un contexto inflacionario (potencialmente hiperinflacionario) como el actual no es un ambiente propicio para el crecimiento económico sano y sostenible, ya que genera incertidumbre para empresarios (inversionistas y productores).

Reflexiones Finales

La lucha por combatir la inflación debe hacerse, como ya se ha señalado, con una política económica propicia y sostenible en el tiempo, especialmente en las áreas fiscal, monetaria y cambiaria, que vaya de la mano de las acciones empresariales privadas en un ambiente político favorable. Esto sigue siendo una gran deuda con el país y el gran reto para los actores nacionales, políticos y empresariales.

En la Venezuela de hoy día y de cara al futuro, el país no puede vivir a la sombra de una nueva hiperinflación. No es ni sano para el gobierno ni para los ciudadanos en general.

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