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¿Bravo Pueblo?

La Independencia es la Historia de Venezuela (1749-1830). Nos han hecho creer que el “Bravo Pueblo” fue el protagonista de una gesta de liberación nacional contra una potencia extranjera: España. Ni lo uno ni lo otro son ciertos. El “Bravo Pueblo” prefirió pelear en el bando de las banderas del Rey y la guerra popular ocurrió en el año 1814 tal como muy bien lo analiza Juan Uslar Pietri en un libro esencial que nuestra historiografía patria siente como muy incómodo. Seguimos creyendo en la mitología de la Independencia por encima de la historia en sí.

Hubo un momento en ese terrible año 1814, cuando Boves aplastó la Segunda República de Bolívar, en que los criollos pro independencia y los funcionarios españoles del partido realista intentaron negociar un armisticio en Puerto Cabello a través de los ingleses porque las clases sociales inferiores: pardos, llaneros, indios y esclavos arrasaban desde una violencia rencorosa con los cimientos tanto de la vieja sociedad colonial como los de la nueva republicana. El objetivo de la venganza popular fueron los blancos sin importar los mapas ideológicos de cada uno de ellos.

El “salvador” de Venezuela fue Don Pablo Morillo cuyo arribo a la Costa Firme en el año 1815 permitió, junto a la muerte de Boves en la Batalla de Urica (5 de diciembre de 1814), pacificar a sangre y fuego un territorio preso por la anarquía. El gran error sociológico de Morillo fue licenciar al pueblo en armas en ese entonces. Error capital porque esos desarrapados fueron captados por Páez y otros caudillos que más luego se aliaron con Bolívar. Morillo, como extranjero y europeo “superior”, pensó en los mismos términos de un Hernán Cortes en el siglo XVI. Eso explica básicamente la debacle del partido realista en Venezuela, además, de una Metrópoli, ausente del conflicto hispanoamericano.

El “Bravo Pueblo” no ganó nada con la Independencia. Sólo fue un fetiche más en las construcciones mentales de la nueva sociabilidad sembrada por mitos cuya base fue sostenida por el culto a Simón Bolívar a partir del año 1842. La Independencia la ganaron los caudillos como Páez y Monagas. Nuestro republicanismo fue sólo de fachada, hasta el día de hoy. Quizás, algunos destellos de civilismo compungido, en los años posteriores a 1958.

Con los bolivarianos, una logia militar supuestamente conectada con los valores de la Independencia nacionalista, desde el año 1992, el “Bravo Pueblo” representó el centro de su discurso, sólo que ese pueblo ha sido aplastado y maltratado por sus mismos mentores en los últimos veinte años. Hoy, el Pueblo, como en el pasado, es víctima de sus propios gobiernos cuya institucionalidad es sólo un adorno. Las fuerzas reales del proyecto nacional son los militares, árbitros de la violencia, desde el siglo XIX hasta el presente.

Para que exista el maltratador tiene que haber el maltratado. El «Bravo Pueblo» terminó siendo una fachada mitológica alrededor de una República de intenciones.

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