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Collage vigésimo noveno sobre Rómulo Betancourt

(Llegó la Dictadura: la Resistencia, el Exilio –V-)

El clima político-electoral escaló una mayor tensión, orlada de gran indignación, después del asesinato de Leonardo Ruiz Pineda el 21 de octubre de 1952. A fines de ese mes, como dando un adelanto de lo que ya se había planeado para realizar después, Laureano Vallenilla Lanz (hijo) sorpresivamente funda la “Agrupación Pro-candidatura presidencial de Marcos Pérez Jiménez”, no obstante que lo que se iba a elegir el 30 de noviembre era a los diputados de la Asamblea Nacional Constituyente. El partido Unión Republicana Democrática (URD) celebra su mitin de cierre de campaña en el Nuevo Circo de Caracas la noche del 26 de noviembre. En su discurso, el escritor Mario Briceño Iragorry dice que “pese al margen de razón que pudieran tener los patrocinantes de la conducta abstencionista”, los partidos legalizados “estuvieron coincidentes en la necesidad de hacer uso del filo que señalan al civismo las espadas gobernantes, como oportunidad de expresar la voluntad cohibida de las mayorías nacionales” (1). Luego, habló Jóvito Villalba. El periodista y analista político Manuel Felipe Sierra se refiere a la intervención del líder máximo de ese partido: “Villalba clausura una gigantesca concentración en el Nuevo Circo de Caracas y pide un minuto de silencio a la memoria del líder caído (Leonardo). En su apoteosis taurina, la plaza jamás había sentido un temblor tan furioso de pañuelos blancos” (2). Rómulo Betancourt comenta lo que pasó esa noche en el Nuevo Circo, así: “En una extraordinaria concentración popular realizada por URD en Caracas, en días inmediatamente anteriores al 30 de noviembre, la gente tremaba de dolor y de cólera cuando se propuso un minuto de silencio a la memoria de Leonardo Ruiz Pineda: y muchos millares de pañuelos blancos –el color que tradicionalmente usaba AD para distinguir sus listas electorales- flamearon en la noche tropical, por largo rato, como audaces banderas de desafío”. (3). Por estar presente en una de las gradas del Circo, yo ví y viví la emoción de ese inolvidable momento.

La posición de AD ante la cita electoral del 30 de noviembre de 1952, la había fijado y razonado el CEN del partido en un extenso documento publicado a principios de septiembre de ese año y ratificada por su Secretario General clandestio, Leonardo Ruiz Pineda, en el Prólogo del Libro Negro de la dictadura, que circuló a partir del 4 de octubre, donde escribió: “Está en marcha un proceso electoral maquinado por los asesores políticos del régimen, intentona palaciega para convertir al gobierno usurpador en gobierno constitucional…Dispuestos estuvimos, como Partido deseoso de contribuir  a la solución del problema político Venezolano, a concurrir al proceso electoral, a sabiendas de que ilegalizados y perseguidos no podíamos actuar con toda la capacidad de nuestra fuerza deliberante…Aún hoy, habría oportunidad para que el régimen rectificase e impidiese una nueva sacudida al país; esa posibilidad, empero, es casi descartable, porque implicaría la separación de los actuales personeros del gobierno de sus funciones, para que un nuevo Poder presida la realización del proceso electoral. Y, como en la práctica, tal procedimiento equivaldría a un autoderrocamiento del régimen, hemos de considerarlo improcedente e imposible” (4). Rómulo Betancourt, añade a lo dicho por Leonardo: “Además de las razones públicament e expuestas, otra tenía la Dirección de AD, para boicotear las elecciones. Era de mucha monta. Informaciones de los sectores antidictatoriales de las Fuerzas Armadas la habían llevado al convencimento de que antes de que se escenificara la farsa proyectada, estallaría en forma violenta el descontento acumulado en los cuarteles contra Pérez Jiménez y su camarilla” (5).

¿Qué pasó después, entre la fecha en que se fijó esa posición por AD y la fecha de votación del 30 de noviembre? A todo el mundo le consta, y todo el mundo lo sabe. Había ocurrido el fracaso de las insurrecciones militares de la base aérea de Boca del Río y de Maturín, la masacre de campesinos en Turén, y el vil asesinato de Leonardo, máximo líder de la resistencia clandestina. Había surgido una nueva realidad, un nuevo escenario. Por eso, sin pacto previo con los otros partidos, con posterioridad al triunfo obtenido el 30 de noviembre por la oposición legalizada, especialmente  por URD, y considerando que para esa fecha prácticamene estaba planteada una situación de plebiscito contra la dictadura, Rómulo Betancourt pudo decir que “Acción Democrática, modificando rápidamente su actitud abstencionista inicial ante los cambios operados en la situación política del país, había votado por los partidos de oposición legalizada” (6). Varios historiadores, citaré sólo tres, han hecho también señalamientos al respecto. Ramón J. Velásquez dice que “la militancia de Acción Democrática se hace presente en las filas de votantes” (7); Manuel Vicente Magallanes informa que en vista de los sucesos que cambiaron el paisaje político-electoral “a pocos días de los comicios la Dirección Nacional del partido (AD) autorizó a sus miembros para que votaran por la derrota de las huestes dictatorialistas” (8); y Margarita López Maya, después de analizar varios documentos de la clandestinidad, se pregunta “¿cuándo se dio este cambio de posición?”, y seguidamente cita el Mensaje de “Alí”, seudónimo de Alberto Carnevalí, nuevo Secretario General de AD, de fecha 1° de diciembre de 1952, que reza textualmente: “Gobierno tratará desconocer triunfo decisivo oposición en elecciones. Trataremos hacer intentona popular y huelga de brazos caídos para obligar a actuar a grupos castrenses desafectos al régimen. A última hora pusimos sordina (subrayado del original) a la abstención electoral. Seguiré informando”; y, la historiadora López Maya concluye opinando que “los documentos parecen abonar la tesis de que nunca se tomó una decisión, como organización, de levantar la postura abstencionista; más bien, el encadenamiento de los sucesos a partir del asesinato político de Ruiz Pineda y los atropellos de gobierno hacia los partidos que competían, llevó al aparato interno a flexibilizar su posición, a un dejar hacer a su militancia” (9).

Precisada y documentada, lineas arriba, la posición de AD en el proceso electoral que culminó con los resultados electorales del 30 de noviembre de 1952, en el próximo Collage nos referiremos al falseamiento de esos resultados y al subsecuente golpe de Estado del 2 de diciembre, un escalón más de la pirámide golpista que, con tesón egipcio y no para encerrar momias de faraones, se empezó a levantar a partir del derrocamiento del gobierno constitucional de Rómulo Gallegos. Nos basaremos en los textos históricos pertinentes, que condimentaré con citas textuales de “Escrito de Memoria”, libro de Laureano Vallenilla Lanz, hijo, “personaje con el cinismo del padre y sin su talento”, como dijera Rómulo Betancourt en un artículo publicado, a principios de 1953, en la afamada revista cubana “Bohemia”.

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1-Compilación de  José  Rivas  Rivas. “Historia  Gráfica  de  Venezuela”.  La Junta Militar y la Junta            de  Gobierno. Nov. 1948-dic. 1952. Centro Editor CA. Caracas. Pág 212.  Ramón J. Velásquez (“Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Último Medio Siglo”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas, 1976. Pág. 121) dice  que  en URD había discrepancias y que José Vicente Rangel, José Herrera Oropeza, Carmelo Ríos y Agelvis Prato eran abstencionistas, argumentando que no debía “convalidarse el fraude que el gobierno prepara”, pero, en definitiva, triunfó la tesis de participar.

2-Manuel Felipe Sierra. Biblioteca  Biográfica de Venezuela. Volumen 112. Marcos Pérez Jiménez. El Nacional. Pág. 53.

3-Rómulo Betancourt. “Venezuela, política y petróleo”. Fondo de Cultura Económica. 1956. Página 555.

4-Leonardo Ruiz Pineda. Prólogo del Libro Negro de la dictadura (Venezuela bajo el signo del terror). Jose Agustín Catalá, editor. Caracas, 1974. Pág. 23 y 25-26.

5-Rómulo Betancourt. Obra citada. Pág. 550.

6-Rómulo Betancourt. Obra citada. Pág. 556.

7- Ramón J. Velásquez. Obra citada. Pág. 127.

8-Manuel Vicente Magallanes. “Los Partidos Politicos en la Evolución Histórica de Venezuela. Caracas, 1977. Pág. 361.

9-Margarita López Maya. Antología Política. Fundación Rómulo Betancourt. Volumen Quinto. Pág. 23 y 777.

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Nota de Actualidad:

La Devastación Económica

Los que detentan el poder  en Venezuela  desde 1999, no sólo han destruido la democracia, sino también la economía nacional.  Según el Banco Mundial, el país tuvo en el año 2013 un Producto Interno Bruto (PIB) que alcanzó el monto de 482.000 millones de dólares. Durante los siete años de gestión gubernamental de Nicolás Maduro, el causahabiente político de Hugo Chávez, la contracción económica se ha profundizado dramáticamente  hasta  el punto de que  aquella cifra del PIB  ha caído a menos de 70.000 millones de dólares. Han sido siete años consecutivos de contracción de las actividades productivas. La inmensidad del desastre se traduce en el hecho de que después de que a fines de la década de 1970 éramos el país con el PIB per cápita más alto de América Latina, ahora nuestro PIB per cápita es de 2.000 dólares, comparable al que se presenta en países africanos. El Director del FMI para el Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, declaró: “Lo que ha ocurrido en Venezuela es un desastre macroeconómico y social que nunca se había visto en la región”. Para 1998, antes que el régimen que padecemos llegara al poder, existían en Venezuela más de 11.000 empresas industriales, ahora existen menos de 3.000. No es de extrañar, por lo tanto, que la CEPAL haya informado recientemente que Venezuela tiene el mayor índice  de desempleo de América Latina.

Otras variables también  retratan la catástrofe económica. Venezuela corona su cabeza con la mayor hiperinflación del mundo (el FMI dixit), que ya se ha extendido por más de 30 meses. El financiamiento monetario del déficit fiscal con la emisión de dinero sin respaldo por parte del Banco Central, apalanca la hiperinflación, lo que se incrementará con las erogaciones que se harán con motivo de Navidad y fin de año. Según informan  los expertos, en Latinoamérica el promedio de inflación se ubica entre 1,5% y 2% interanual, en tanto que en Venezuela tenemos un índice de inflación anualizada de 2.296,6%. Y si a lo anterior sumamos la depreciación del tipo de cambio, suerte de muerte del bolívar, el resultado es que se ha vuelto trizas el poder adquisitivo de los venezolanos. De allí que el Programa Mundial  de Alimentos de las Naciones Unidas haya incluido a Venezuela entre los cinco países que están en riesgo de sufrir una hambruna, y ya antes, en el 2019, había alertado que “casi un tercio de la población venezolana (32,3%) padecía inseguridad alimentaria y 2,3 millones de personas (7,9%) estaban en una situación severa”. Para ENCOVI (Encuesta de Condiciones de Vida, dirigida por las Universidades UCV, UCAB y USB) “Venezuela es el país más pobre de Latinoamérica, al superar a Haití en sus niveles. A nivel mundial, Venezuela está solo detrás de Nigeria al hablar de pobreza y desigualdad”.

La causa fundamental  -hay otras, de importancia- de la hecatombre económica es la brutal caída de los ingresos provenientes de la industria petrolera debido, aparte del descenso de los precios, a la destrucción de PSVSA, contra la cual ha habido lo que podríamos  llamar un verdadero –perdón por el neologismo- pedevicidio.

Pero ese tema será objeto de otra nota.

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