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Comicio ejercido bajo presión (vale igual para elecciones universitarias)

Muchos no terminan de entender la dificultad que caracteriza la realización de un proceso electoral. Dicho problema tiene lecturas que se pasean por el ejercicio de la política toda vez que compromete una oferta política que falta a la palabra dada (populismo). Otras lecturas, recorren realidades culturales, sociales, económicas, administrativas, organizacionales y empresariales.

Sin embargo, el problema eleccionario asoma siempre razones políticas que inducen motivaciones en torno a propósitos u objetivos construidos con base en articulaciones que prometen llevar adelante acciones. Pero en tiempo futuro. Ahí descansa una de las causas que engorronan toda elección que busca renovar cuadros directivos o de autoridades, a instancia de las necesidades que manifiesta la situación política en lo particular.

Casi siempre sucede que las promesas expuestas con la alharaca y el alarde que moviliza la atención de muchos, más neófitos que estudiosos de la política y reflexivos de las realidades, se apartan de las promesas electorales. Al punto que resulta un ejercicio de análisis político comparando las ofertas que realzan el proceso electoral en curso, de cara  a las acciones realizadas.

Lo que de tales realidades se desprende, es fácil advertir voluntades que rayan con emociones. O sea, es dar con el juego político que incite actitudes arraigadas en el lóbulo izquierdo del cerebro, organizado el juego a partir de la magnitud del proceso electoral. Es lo que hace relativamente sencillo ganar unos comicios o elecciones. Aunque incapaces de dar con las acciones que llevan a gobernar con eficacia. Esta es la otra causa que embrolla cualquier elección que haya apostado a alcanzar la victoria electoral.

Una explicación de determinación

Lo que bien podría explicar la razón de tan difusas y complejas peripecias políticas, es la confusión que se da a consecuencia de una sucesiva equivalencia entre el proceso de ganar elecciones, elaborar la oferta electoral sobre la cual se propone alcanzar la gobernabilidad prometida, y producir medidas y actos de gobierno. Cada uno de estos eventos, responden a dinámicas de distinta naturaleza. Asimismo, a diferentes criterios de eficacia que luchan por realizarse en medio de realidades muy diversas. E igualmente, responden a protagonismos aducidos por agentes político-electorales marcadamente diferenciados entre sí.

Estas disociaciones que ocurren en el fragor de las dinámicas que caracterizan dichas realidades, dan cuenta de las desarticulaciones que redundan en perjuicio de la contigüidad que debe procurarse entre la oferta electoral, el programa de objetivos o plan trazado en la perspectiva de los ámbitos administrativo, cultural, económico, social, ético, moral y político propiamente, (y académico en lo universitario) y el desempeño del gobernante o autoridad para alcanzar las propuestas establecidas.

Un intento para su comprensión

En el intento por comprender lo que estaría sucediéndose al amparo del proceso electoral, en tiempo real, se reconocería o no la actitud política de quienes protagonizan el hecho político-electoral. Aunque anterior o posterior a los comicios, las inexorables realidades se encargan, por la fuerza de hechos demostrables, descubrir las debilidades o fortalezas, intrigas o manipulaciones que esconden y ocultan los actores políticos de cualquier bando, facción o corriente política.

Ello hace que el proceso electoral se encarrile por la dirección que las tendencias incitan como plausibles y posibles resultados electorales. De manera que al final de todo, las realidades hacen uso de las potestades que comprometen al proceso electoral. Indistintamente de quienes ordenan sus instancias operativas. He ahí, el carácter final que determina la realización de cualquier comicio ejercido bajo presión.

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