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Crónicas del Barrio: ¡Ojalá Los chamos del barrio dieran tregua!

Barrio Simón Bolívar, Los Mangos, la Vega

 Existen diversas venezuelas, y    como ocurre en los barrios de la Vega, se vive entre  abismos existenciales   donde los episodios de violencia  de cualquier thriller  son superados por esta dura realidad; que solo será   superada al comprender su verdadera dimensión para poder transformarla. Y ese es uno de los grandes retos que tiene la Pequeña Venecia.

Nuri Farías (Caracas 1981):

Tengo un chamito de ocho meses. Es lo más sagrado que tengo, lo más bello que Dios me dio, una niña y un varón. En el parto de la hija sufrí bastante, si iba a volverme loca, nadie fue para su entierro; me partí el alma. No tuve familia, no tuve marido, no tuve a nadie. Un palero me ayudó a cargar la urna…

Después, salí embarazada del varón, y lo perdí a los seis meses, no me pegó tanto como la hija; esa sí pegó adentro, era una muchachota grandota, catirota. Entonces, cuando salí embarazada la tercera vez, le pedí tanto a Dios, que ahorita va cumplir ocho meses, es lo más grande que tengo, y lo que dice mi hijo es mamá, casi camina, se llama Gabriel y nadie puede tocarlo si le desea algún mal. Todo el que le de cariño es bien recibido, pero tengo que cuidarlo mucho de los muchachos que le hacen maldades a los niños.

Mi hijo lo tuve con una cesaria, porque estuvo a punto de morirse, venía parado. Cuando me la hicieron pensé que iba a morir, vi el cielo y todo, y Dios me dijo: “todavía no te acepto aquí, vas a luchar por tu hijo”. Todos los días al pararme pido a Dios por mi hijo, por ese ser que tengo.

Deseo para él un futuro bien, que no sea un delincuente ¡Cónchale! Que sea alguien en la vida, quisiera que aprendiera que todos nosotros los humanos somos unos con otros hermanos, siempre he dicho esto. ¿Por qué no será de esa manera? Podemos compartir el comer. Pero no, la cosa es “te mato o tú me matas, te robo aunque no lo necesite”… nunca he estado de acuerdo con eso, porque tengo hermanos, y han intentado matarlos. ¡Cónchale! y esa vaina duele, duele. Hace poco tiraron un atentado en casa, tenía a mi chamito allí, ¡cónchale! Tuve que sacarlo encaletado. ¡Nunca he comprendido eso! Porque los muchachos de aquí nunca se han metido en problemas, porque siempre los tengo en la mira, si se metieran en problemas dijera: “Sí, se meten en problemas, son problemáticos”, pero no. Eso chamos trabajan en Coche, se trasnochan. A las siete de la noche se van hasta la una o las doce del día siguiente. Se vuelven a parar a las seis de la tarde y vuelven a trabajar. Tienen que comprender que esos niños luchan por tener su familia.

A veces, se quedan varaos sin trabajo, como cuando no entran piñas. Cuando llegan los camiones de piña, tienen que carretillar. Si no entra ningún camión, no se trabaja. ¡Por aquí sí hablan pistoladas, no se dan cuenta de esas cosas en el país!. Si trabajaron una noche se ganaron treinta mil bolos, si no trabajaron, no se ganaron nada. Si trabajan toda la semana, se ganan sus reales bien, si no la trabajan completa ganan poco, les pagan diario. Y tienen gastos: con lo que paguen de pasaje viene siendo como veinticuatro mil o veinticinco mil bolos, pagan la carreta, verdad, ya se van quedando mochos, porque son cuatro mil la carreta, les quedan diecinueve mil. Después, por ejemplo, gastan en el saladito que tienen que comprar, y la malta, ¿verdad?. Si al siguiente día no trabajan, vuelven a venir al otro, vuelvan a sacar cuentas, si cuadraron quince mil o tanto pueden volverse a ir a trabajar… No les queda más nada, no se pueden poner unos zapatos buenos, si tienen familia tienen que gastar, si viven alquilados tienen que pagar, hacer mercado, o comprarle sus cholitas a sus hijos, o comprar la comidita. Ellos no ven sueldo, el sueldo normal, no reciben aguinaldo, lo que reciben, lo reciben al día.

Nosotros qué vamos a comer bistec, ni chuleta, eso es mentira. Si tienes nevera y reúnes lo que cuesta, haces un mercado. En mi casa trabajan dos hombres, son mis hermanos. Ellos reúnen, hacen mercado, y a la mitad de la semana no hay nada, tienen que volver a trabajar si no, no comimos. Entonces ¿qué pasa?, cuando los chamos de abajo se meten allá arriba, ese día no van a trabajar, por cuidar la casa.

La casa la han amenazado tres veces con quemarla o tirar una bomba, una granada. La otra vez subieron con granadas y gasolina, fueron a prender tres casas de ahí. Hubo unos impactos de bala de Los Encantos, contra los de allá arriba y las balas pasaron por la casa. El sobrino, y el hijo tuvieron que irse para donde una amiga. Y, a veces, tengo que salir para poder sacar los niños de la casa o a mamá, porque sufre de úlcera, tiene un cáncer en el estómago.

¡Ojalá Los chamos del barrio dieran tregua!, porque en la parte donde estoy, todos estaban de acuerdo, lo que pasó es que esos muchachos a los dos o tres días, se metieron otra vez a los ranchos. Y ahí no había un hombre, había puras mujeres, los hombres estaban trabajando. Ahí quedamos sólo mujeres a partir de las seis y media de la mañana. Porque los chamos tienen que irse a Coche por la comida. Y en Coche sólo lo logran algunos, como Bambi, se trabaja por suerte. Si trabajan hay real, si no ¡Nada! Por lo menos ahorita con las lluvias, ahora nada, de nada, de nada…

 Extracto del libro:

Eduardo Planchart Licea, Historias del Barrio Simón Bolívar, Los Mangos, La Vega, Fundación Chacao, 2006

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