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Cuando el bolívar se hizo un tormento

Nadie quiere vivir la experiencia de imbuirse en una realidad impuesta por la insana conveniencia de un régimen guiado por la perversidad.

Nadie habría creído días antes lo que le esperaba a quienes, con esfuerzo, constancia y tenacidad, obtenían a cambio de su fuerza de trabajo la compensación monetaria de la cual habla no sólo la teoría económica. También, el marxismo en su más elocuente referencia sobre el significado del valor de cambio y el valor de uso. De pronto, como por arte de magia y no precisamente de magia blanca, los vientos de la economía nacional, movidos por los aspersores de mentiras del régimen venezolano, malamente asesorado por fuentes del más acérrimo militarismo castrocomunista, regaron excrementos sobre la vida de los venezolanos. De todos sin excepción.

Fue así como de golpe y porrazo, en una infortunada cadena nacional de radio y televisión, abusando del poder para disponer del espectro radioeléctrico del cual se cree dueño y señor, el presidente de la república hizo pública la decisión de sacar de circulación los billetes de 100 bolívares. Se valió de cualquier excusa, menos de alguna que tuviera respaldo del criterio científico sobre el cual se ha deparado y depurado la economía en su más exacta noción. No conforme con tan absurda e inconsistente determinación, refirió un plazo de 72 horas para desvanecer del mercado casi 600.000 millones de bolívares debiluchos lo cual resultaría una tarea imposible de acometer dado el cúmulo de transacciones o procedimientos que dicha tarea comprometería por el número de billetes que configura tan extraordinaria cantidad de bolívares. Asimismo, tal cantidad representaba más de la mitad de la masa de dinero circulante.

Según sus fuentes de inteligencia financiera, tan desproporcionada decisión habría derivado del temor en corrillo de ser invadidos por fuerzas militares representativas de la derecha más ortodoxa. Asimismo, que tan gruesa e inconmensurable masa monetaria estaría principalmente en manos de mafias, cofradías, organizaciones aterradoras impulsadas por el imperio norteamericano para promover otro golpe de Estado. Incluso, más acertado que el pretendido por estos mismos gobernantes en febrero de 1992. Y vuelto a ensayar nueve meses más tarde, sin el éxito esperado.

La operación se inició al momento ordenado por el comandante mayor sin charreteras. La población, profundamente compungida por el miedo tanto como por la confusión, se movilizó con la decidida intención de invertir su capital estimado y contado en billetes de 100 sin darse cuenta que tan grosera movilización no había sido otra cosa distinta que un zarpazo al bolsillo. Un vulgar asalto, sin que para cometer tan vandálico acto de exfoliación, se necesitara un arma que sirviera para amedrentar a los millones de víctimas que fueron quienes se vieron bajo tan desmedida acción de coerción.

Sin embargo, como toda decisión elaborada a la sombra de la noche, sin mayores estudios ni análisis macroeconómicos, es decir tomada de manera presurosa, el nuevo cono monetario o plataforma que habría de servir de reemplazo de la eliminada, sigue sin estar debidamente preparada para que juegue su papel de soporte de las finanzas nacionales. La banca privada, continúa en desconocimiento de los nuevos recursos monetarios lo cual ha alentado a sembrar una grave incertidumbre que solamente ha servido y seguirá actuando en esa onda de desconfianza para causar crasos temores y serios miedos ante lo que puede devenir por tanta improvisación. Y hasta por desasosiego del propio gobierno.

Aunque en medio de tanta confusión incitada por la desvergüenza, incapacidad y desorden promovido por el mismo régimen, vale preguntarse, ¿dónde está el enemigo que acecha al gobierno en su ejercicio de administración del erario nacional? O simplemente, ¿cuál es el enemigo? O acaso, ¿será que el régimen considere a quien pueda tener o haber poseído un billete de 100 bolívares sospechoso de las culpas de las que se vale para acusarlo de conspirador o desestabilizador animado por la conspiración organizada por el Departamento del Tesoro de EE.UU.? O también ¿por qué haber resuelto la ejecución de esta medida en tiempos de preparación de la Navidad? No entiende que las navidades son momentos para limpiar espacios espirituales y sentimentales. No para fecundar más angustias. Nadie quiere vivir la experiencia de imbuirse en una realidad impuesta por la insana conveniencia del régimen militarista y autoritario. O como la surgida del momento de cuando el bolívar se hizo tormento.

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