Cuando la política asfixia la razón

Indiscutiblemente, Venezuela se halla suspendida en el éter. Atrapada en la inopia. Ni siquiera, el ejercicio de la política del régimen ha servido para despegar al país del charco creado por el flujo y el reflujo de aguas servidas cuya fetidez ha enfermado a quienes ha querido prestarse a desatascar el nudo que mantiene rebosado el estanque dispuesto para liberar tan inmunda anegación.

Exactamente, es el problema que padece el país. La crisis que mantiene estancada a Venezuela, no puede acusarse de contener las causas que en otrora podían explicar la aprehensión de la cual era víctima. Ahora, las realidades son otras. Las dificultades que maniataban sus capacidades, mutaron.

Aunque dichos problemas, puedan seguirse llamando igual: corrupción, chantaje, división, egoísmo, inconsistencia y envidia, entre otras penalidades, las realidades obligan a reconocer que la estructura de tales problemas, tal como lo explica su condición funcional. El ruido que el jadeo de cada problema crea, y las implicaciones que sus convulsiones alcanzan, han hecho que su exposición, gravedad, complicidades y determinaciones que asume en cada rutina completada, haya variado en toda la configuración de cada problema. Y es lo que ha hecho que hasta el modo de ejercer la policía haya cambiado.

Realidades cambiantes

El hecho de haber logrado un país democrático, civilista y republicano, se extravió. Y así aconteció, entre tantos chispazos producidos por los cortocircuitos provocados por el desorden entre conexiones diferentes.

Si bien el esfuerzo que condujo a procurar un ejercicio político que indujera un perfil político que fundamentara el concepto de democracia, libertad y soberanía, mediante la realización de la elección primaria realizada el domingo 22 de octubre fue enteramente plausible y laudable desde cualquier punto de vista que considere la política como fundamento de vida comunitaria, igualmente resulta contraproducente admitir lo que del susodicho evento han pronunciado voceros del lado oficialista.

Esa violencia disfrazada de discurso, ha sumergido al venezolano en un clima de terror, agresión y sobresalto. Siempre incompatible con la necesidad de recuperar a Venezuela tal como lo sugiere la ética política y el concepto de ciudadanía. Además, como supuestamente acordaron en Barbados las partes políticas que presuntamente negociaron algunas salidas de la crisis política que padece el país.

Realidades más estrictas

Es momento de prepararse para asumir una nueva fase del proceso político que podría insumirse en el fango del desvergonzado socialismo de no actuar con la contundencia que exige el momento presente.

Ya superado el temor de enfrentarse al adversario con los instrumentos que sugiere la teoría política en su ámbito ciudadano, como en efecto se vivió con la elección primaria realizada, habrá que escalar una nueva altura.

Aunque estos cambios, serán en el terreno de una Venezuela que tristemente seguirá infundiendo temor en virtud de la dicotomía que ha venido patentizándose como razón del contraste entre el espacio sociopolítico y el socioeconómico venezolano. No obstante, la esperanza seguirá estando presente en cada coyuntura. De eso no hay duda. Ni aún, en cada circunstancia que pueda estropear las legítimas expectativas que acompañan el ideario político de cada venezolano de actitud democrática y combativa.

Aunque, en fondo de la situación analizada, persistirá el problema que se expone cuando la política se decide y se ejercer al margen del conocimiento exacto de lo que su ejercicio compromete e implica. Es decir, esta situación refiere aquellas realidades conmocionadas debido a los problemas que derivan de cuando la política asfixia la razón.