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Descriminalización de las drogas

Uno de las propuestas más controvertidas de Gustavo Petro es la que tiene que ver con la legalización de la droga como solución al conflicto del narcotráfico. El presidente colombiano no está solo en esa batalla: lo han acompañan otros países latinoamericanos desde ángulos diferentes como Bolivia, Uruguay, Jamaica y México. Una eventual legalización de su producción o de su consumo partiría del supuesto de que la solución militar al problema de las drogas ilícitas no ha estado funcionando.

En el seno de las Naciones Unidas estos países no han avanzado mucho en su empeño por hacer digerir al conjunto la descriminalización de las drogas y ello ha llevado a Gustavo Petro a solicitar un nuevo encuentro de los países miembros para deliberar sobre el tema. Se siente él mas calificado que otros en lo de poner el tema sobre el tapete por haber estado Colombia en el epicentro de la batalla armada en contra de las sustancias psicoactivas por más de medio siglo. El, junto con quienes le acompañan, estiman que la persecución del consumo y de su producción no contribuyen en nada en reducir la adicción. De hecho, está ya prevista, gracias a su iniciativa, la celebración de una Asamblea General en el año 2025, antes de la finalización del mandato de Petro, para abogar por estas tesis.

A inicios de este mes el asunto fue objeto de análisis entre el gobierno colombiano y congresantes norteamericanos inquietos por el hecho de que las siembras ilegales han llegado a expandirse en Colombia hasta 230.000 hectáreas, cerca de 15% más que hace dos años. Pareciera que la erradicación de cultivos en Colombia ha dejado de ser un asunto prioritario a la espera de que el mundo abrace la propuesta de la despenalización. Washington ve con preocupación el avance de los cultivos ilegales toda vez que estiman que en breve podrían ascender a 250.000 hectáreas de coca.

Todo indica que “hay un nuevo abordaje en la erradicación de cultivos ilícitos de coca, enfocándose en acuerdos con las comunidades” tal como lo ha explicado el canciller del país vecino al defender la tesis de que se están implementando otros instrumentos como interdicción, seguridad, desarrollo rural y la lucha contra los crímenes del medioambiente.

Petro ha ido mas lejos en este cambio de norte estratégico en la batalla antidroga al asumir una clara posición en la reunión cumbre de CELAC recientemente celebrada en Saint Vincent y Grenadinas. “Es claro que ni la erradicación ni el uso de la fuerza sirven para combatir el crimen”. Para el presidente colombiano lo hecho hasta el presente no pasa de ser un genocidio en el que Estados Unidos tienen una responsabilidad determinante al basar esta batalla en represión, cárcel, uso de la fuerza y el asesinato.

Dejo al lector un juicio objetivo sobre el tema, pero sin duda que su politización no le agrega nada bueno y no es con prevención ni con políticas de salud pública que se destierra un negocio que genera un lucro descomunal a quienes lo protagonizan, en detrimento del campesino cultivador de la hoja de coca quien al final es el que capitaliza el daño y lo convierte en un drama social.

Colombia se ido convirtiendo a lo largo de décadas y a pasos agigantados en un lugar propicio para hacer crecer esta lacra mientras sus autoridades se entretienen con tesis trasnochadas que solo contribuyen a aumentar el drama del comercio de estas sustancias y a su consumo además de contaminar al mundo entero.

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Un comentario

  1. El tema de las drogas es siempre espinoso, polémico y toca muchos intereses económicos. En el siglo XIX Gran Bretaña se convirtió en el primer estado narcotraficante del mundo en la época moderna, incluso perpetró dos guerras de agresión contra la China Imperial para obligarla a aceptar que los chinos consumieran opio libremente, droga cuya producción, transporte, distribución y venta controlaban empresas británicas en las que el gobierno británico era accionista. A cañonazos obligó el Gobierno Británico que el gobierno chino aceptara que los chinos continuaran como adictos consumidores de opio, sin importar los daños a la salud y los males sociales que tal adicción acompaña a sus víctimas y a sus familias. La prensa internacional de la época llamó a éstas guerras, «Las Guerras del Opio», (2 guerras en menos de 20 años) libradas por las fuerzas militares y navales del Imperio Británico para defender sus mercados de drogas, del opio cultivado en sus colonias y vendido libremente en China. Ya antes, el Tihuantisuyo, que llamamos Imperio Inca, usó la coca para aplastar la voluntad de los muchos pueblos indígenas sometidos a su yugo, y contó así con una gigantesca fuerza laboral que podía explotar impunemente ya que ésta droga los convertía en trabajadores incansables, les quitaba el hambre y el frío y afectaba sus cerebros para hacerlos dóciles ante sus dominadores. Hay mucha fantasía en esas tesis de «tradiciones ancestrales» para justificar el uso de la coca en la vida indígena precolombina porque tal uso fue una imposición inca a los pueblos indígenas que conquistó o dominó y en muchos países como Venezuela los indígenas no conocieron ni consumieron coca, típica del Perú y el Alto Perú (Bolivia) en tiempos incaicos y coloniales. Y ahora en Uruguay, como en un regreso a los pasados tiempos coloniales, se estableció un Estanco, «El Estanco de la Mariguana», controlado por el Estado. La Corona Española en sus tiempos de soberanía sobre la América Española creó o reprodujo, extendiendo sus políticas públicas metropolitanas a sus colonias, los Estancos del Tabaco, del Alcohol o Aguardiente (drogas socialmente aceptadas), y otros para asegurar su control sobre productos y actividades económicas, pero jamás nadie propuso ni se estudió, y muchos menos aprobó, un «Estanco de la Mariguana, de la Coca u otra droga, porque España nunca fue «la pérdida Albión» (Inglaterra), cuya primera prioridad siempre fue lograr la riqueza a expensas de la explotación de los seres humanos y sin importar límites éticos ni costos humanos. Antes de aprobar legalizar drogas adictivas de efectos aún no completamente conocidos en la mente humana con la excusa de «estar pérdida la batalla ante los narcotraficantes» se debe reflexionar sobre los efectos negativos de tales drogas en el organismo humano y entender que la incapacidad para combatir a los narcotraficantes no significa que deben ser tratados como si no fueran delincuentes. Los homicidios son delitos aunque no se logre enjuiciar y castigar a todos los homicidas y nadie propone «despenalizar el homicidio» porque aún se cometen incluso en las sociedades con mayor bienestar material y libertades públicas ?Se despenalizó el homicidio en Estados Unidos, en Europa o Japón porque aún se cometen homicidios y existen homicidas? Es un absurdo el argumento de despenalizar el narcotráfico porque existen narcotraficantes y creer que se está en «una batalla perdida» porque se trata simplemente de castigar una serie de delitos que están tipificados como tales en la ley porque siempre que se cometan deben ser reprimidos y sus autores o perpetradores enjuiciados y sancionados conforme a las leyes. Existen países donde el narcotráfico es casi inexistente, porque hay pena de muerte para los narcotraficantes. En América Latina tales leyes draconianas son impensables y hasta contraproducentes por la debilidad institucional de sus tribunales y policías, aunque el extremo opuesto, crear como Uruguay «El Estanco de la Mariguana» es, por decir lo menos, una gigantesca desmesura.

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