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El comunismo es una quimera engañosa

Egildo Luján Nava

Es difícil analizar el teórico planteamiento de Karl Marx y de su eterno y entrañable compañero de vida Frederich Engels sobre el comunismo, sin dejar de aceptar que aquí la brevedad conspira contra la comprensión.

Ellos, a finales del siglo XlX, difundieron su tesis sobre el comunismo. Y lo hicieron cada uno en sus respectivos planteamientos intelectuales. En el primero de ellas, «El Capital»,  autoría del primero. Y en el segundo, «El Manifiesto Comunista, «como obra de ambos”, y  que fue publicado después de la muerte del Sr. Marx, por su acaudalado  y siempre amigo el Sr. Engels.

Para dichos intelectuales, el comunismo es un movimiento ideológico que promueve, estimula y justifica la formación obligada y justificada de una sociedad única en la que todos sus integrantes reciben igual remuneración, independientemente de su preparación, calidad rendimiento o riesgo. Es una sociedad sin clases sociales, donde todos los medios de producción y distribución son de propiedad común y, a tal efecto, estarían bajo una estricta administración del Gobierno. Este, a su vez, determinaría a criterio, cuánto, cómo y cuándo se haría la distribución de los bienes de consumo.

Esta tesis política, que ya tiene 200 años desde la fecha de su formulación, fue acariciada con pasión al comienzo de su aparición. Lo sigue siendo.  Y aún vigente para algunos, su referencia, sin embargo, es que se trata del causante de mucho daño a la humanidad.

Su capacidad embrujadora, con su sutil encanto de serpiente que ha hipnotizado a varios pueblos con su única y falsa promesa de una distribución equitativa de la riqueza, curiosamente, vive entre el óxido de una mentira que se alimenta del pregón permanente de una clase social única.

El comunismo es, definitivamente, un cúmulo histórico de experiencias que no han resultado exitosas en ninguna sociedad.  Sencillamente, en donde se ha implantado sólo ha dejado estelas de hambre, de ruina, de atraso. De igual manera, ha sido madre y padre de grandes conflictos sociales  y de muertes masivas.

Además, no ha querido entender que la raza humana, por naturaleza, es competitiva y con niveles de inteligencia variable en escalas. Y nunca se podrá someter a un rasero igualitario.

Esa tesis comunista fue bautizada en Venezuela durante la década de los 40. La denominaron «Sarampión de la Juventud». Y todo porque Edecio Brito Escobar, en esa edad mística del hecho de ser joven, la inocencia  y el sentimiento puro les hace pensar que la igualdad del hombre es el estado idílico de una justa convivencia.

No obstante, se desentiende la realidad de la vida en el indetenible transcurrir del tiempo. Nos hace ver, además, que el hombre,  por naturaleza, no puede ser igual. La lucha por la convivencia, las distintas apetencias y necesidades, así como las inquietudes y capacidades, nos hace diferentes a todos los seres humanos.

Esta convicción nos hace concluir en que el Comunismo es sólo una ilusión; una promesa de algunos avezados conductores de masas. Y que, con mucha experticia, pretenden y venden esa, su tesis, con un único propósito de obtener grandes beneficios económicos y poder. (En relación a este tema, bienvenido un libro clásico, muy corto, ameno e ilustrativo, una novela satírica del británico George Orwell, publicada en el año 1945, fábula realista y mordaz de cómo el régimen soviético del dictador Locif Stalin, se aprovecha de esta tesis hipnotizante de masas y corrompe al sistema gobernante en beneficio propio).

«Quien no es comunista durante su juventud,  no tiene corazón. Y quien no es creyente del capitalismo o economía de mercado cuando es viejo, no tiene cerebro», citan precisamente aquellos que le buscan sustento histórico a dicho profundo razonamiento.

En razón del tema, de hecho relativo a la triste y lamentablemente pérdida el pasado 31 de octubre de quien fuera una referencia política venezolana de innumerables logros y cualidades, es menester puntualizar que el 31 de Octubre del presente año muere un puntal de la vida política venezolana de finales del Siglo XX. Se trata de mi gran amigo Teodoro Petkoff, economista y exguerrillero, exdiputado, exministro, dirigente y miembro fundador del partido Movimiento al Socialismo (MÁS)

Teodoro fue ese mismo líder político que, a finales de los sesenta, renunció y abandonó al Partido Comunista, haciéndole serios cuestionamientos de impacto mundial.

Teodoro, en momentos muy difíciles para Venezuela, no obstante, deja un mensaje de esperanza y de  gran amor por su patria donde miles de amigos y admiradores, elevan su voz ante el Creador y ruegan por la paz de este líder político venezolano, a la vez que le piden que lo acoja en su gloria.

Descansa querido amigo y gran guerrero. Y, por favor,  cuando veas y hables con Dios, nuestro Señor, pídele por el bienestar en Venezuela. “Ser ateo no quita lo valiente”.

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