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El Esequibo y la diplomacia tumultuaria

La diplomacia es la actividad por medio de la cual los países crean, mantienen y profundizan relaciones políticas, económicas-comerciales y humanas, fundamentadas en el respeto y la colaboración indispensables para la construcción de un mundo en paz y cada día mejor; lo cual conlleva al cumplimiento de acuerdos, indispensables para la ejecución de programas diseñados a tales fines. De allí que en el personal diplomático no tengan cabida funcionarios carentes del conocimiento, entrenamiento y la experiencia indispensables en el desempeño de tan delicada, exigente y de importancia capital para los países.

El diplomático, en el ejercicio de sus funciones, incluyendo las negociaciones bilaterales y multilaterales, debe estar capacitado para entrenar a los altos dignatarios gubernamentales, incluido el Presidente de la República, para guardar la debida compostura en las negociaciones, no sólo en cuanto se refiere a modales, gestualidad y oralidad de suyo importantes, sino también dando continuidad, con civilizada firmeza, a la posición de su país en el tema del cual se trate, cuantas veces deba acudir a convenciones, en las cuales han de firmarse tratados de obligatorio cumplimiento; y aún cuando las visitas sean de mera cortesía, el funcionario diplomático está obligado a conocer los límites hasta los cuales pueden llegar las ofertas y la aceptación de recíproca colaboración; así mismo está obligado a meditar y medir las consecuencias que podrían derivarse de opiniones emitidas muy a la ligera, para no quedar como desconocedor del o de los asuntos  en debate, relacionados con diferendos de cualquier naturaleza y con mayor prudencia cuando se actúa en países con los cuales se mantienen litigios, originados en laudos arbitrales que fijaron límites fronterizos, cuya validez haya sido cuestionada y demandada su nulidad, por considerarlos írritos en su origen y, por tanto, negada su aplicación.

Históricamente Venezuela no ha sido exitosa en la firma de convenios para la fijación de los hitos y la subsecuente línea divisoria con los países vecinos. En particular las gestiones durante el siglo XX dejaron, dejan mucho que desear. La demarcación de la de frontera que separa a Venezuela y Colombia en la Guajira, fue aprobada y su procedimiento para llegar al ¿por qué? no ha sido explicado debidamente. Pero ese es un asunto que, en el argot popular, es calificado como clavo pasado y que, en algún momento, debe traerse a colación, porque se debe indagar el ¿por qué y el cómo fue? Pero en el diferendo por el Esequibo, los gobiernos venezolanos siempre estuvieron atentos y activos en el reclamo de los derechos de propiedad de ese territorio y su prolongación en la mar oceánica. Tanto que sentó en la mesa de negociaciones al Imperio Británico, fundamentando su derecho histórico, en abundante documentación.

Pero el gobierno democrático fue sustituido por uno adherido al Castrocomnismo del siglo XXI, negador de todos los derechos, incluido el de tener la propiedad de un territorio donde anclar la patria. Y, no me cabe la menor duda, Fidel Castro ordenó al teniente-coronel Hugo Chávez, desatender la reclamación de nuestro Territorio Esequibo. Y ese chafarote, pésimo administrador, que manipuló el país como si fuera su hacienda, dejó pasar el tiempo y cerró los ojos, suspendió el patrullaje naval en la Zona en Reclamación. Así quedó plasmado en una perorata suya, transmitida por radio y televisión para conocimiento de todos los habitantes del globo terráqueo, en la cual vociferó, complacido: “Venezuela no se opondrá a ningún proyecto de Guyana en beneficio de su pueblo, ni a que empresas extranjeras exploren yacimientos petroleros y gasíferos en el disputado territorio de Guyana… Debemos abordar la relaciones con Guyana con un perfil distinto”.

Y aquí estamos, sentados frente a la demanda a quien debimos haber demandado y con el agravante de haber descalificado a dicha Corte, al negar su facultad para conocer del litigio por el derecho que asiste a Venezuela en la reclamación del Territorio Esequibo y, es más, como para acentuar la loquetera que padece, el gobierno del Socialismo del siglo XXI convoca a referendo para que digamos Sí estamos de acuerdo con que el Territorio Esequibo es de Venezuela, imbricándolo con la propaganda para las elección de Presidente de la República en 2024 a la que obliga la Constitución. Eso es una canallada.

Confiemos en que la probidad de los Magistrados desechará el inadecuado verbalismo del gobierno venezolano y que le litigio contra Guyana concluirá con el reconocimiento de nuestra histórica propiedad del Territorio Esequibo.

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