El Silmarillion de J.R.R. Tolkien: Ética de la Épica Contemporánea
Eduardo Planchart Licea
Lo ético se encuentra entretejido en cada una de las ideas centrales de la obra de Tolkien, y es uno de los temas centrales del Silmarillion, El Hobbit y del Señor de los Anillos. La obra que fundacional del ciclo épico creado por J.R.R.Tolkien (1892-1973), reconstruida por su hijo a través de sus anotaciones, es el Silmarillion. En él se encuentra el génesis de este universo fantástico.
Desde las primeras líneas se plantea una intencionalidad cosmogónica y ética a través de una sinfonía primigenia, donde el mal será la nota discordante, al generar disonancia y estridencia. Se ésta ante una toma de posición del escritor ante lo perverso y cómo actuar ante él, al arroparlo por la fuerza bien, expresado en términos musicales al retornar el caos musical a la sinfonía original. En esta dialéctica poética se afirma la voluntad creativa como bien supremo.
“El principio esta Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo a los Ainur, los sagrados, vástagos de su pensamiento…, y les propuso temas de música; y cantaron ante él…Las voces de los Ainur, como de arpas y laudes… Y el eco de la música desbordaron el vacío y ya no hubo vacío…”. (El Silmarillion, J.R.R.Tolkien)
El universo es la materialización de la música nacida del corazón de los creadores, dirigida por Eru, es el fin del vacío, la quietud y el silencio primigenio. Paradójicamente la quietud y la paz como horizonte atemporal serán percibidas por JRRT como la causa de la degradación de la virtud y de la ética. Al permitir la expansión del mal a través de la ambición, el egoísmo, y la degradación ética por la pérdida del temple moral. El dolor, la destrucción y el sufrimiento generado por el mal se convierten así en una de las fuentes de provocar la reacción transformadora del bien. De la sinfonía cosmogónica nace la tierra y las primeras razas que la habitan: los elfos. En un tiempo cíclico, dividido por edades en las cuales dioses, semidioses, hombres, enanos y hobbies tendrán cada uno su era.
El no amar en exceso lo creado es una de las enseñanzas del Silmarillion, así el drama central de la obra se convierte una enseñanza al desapego, que nos recuerda la filosofía central del Bhagavad-Guita: La acción desinteresada. El catedrático de Oxford lleva al lector a conocer la caída de los elfos por el egoísmo y la soberbia. Así, el arte como toda creación debería para Tolkien ser guiada por la acción desinteresada y la piedad.
La más sublime creación de este reino bendecido de la Tierra Media, fueron los “silmarils”, joyas que poseían en su interior la luz de los árboles fundacionales, fuentes de vida creados por «Noldo Feanor”, quien los empezó a amar con deseo y codicia. Y por esta ambición se inició la caída de la raza de los Elfos. La vida que guardaban en su interior corrompió estas joyas se convirtió en fuente de guerra y desolación. Sus creadores prestaron oídos a las mentiras personificadas por el principio del mal. Labraron su destino, pues las joyas al ser robadas hicieron caer sobre los usurpadores, un cruel juramento de venganza que llevará a los descendientes de Feanor a realizar cruentos crímenes contra su propia raza. Si hubieran mostrado desapego ante “silmarils”, no se hubieran enfrentado a una caída tan dramática.
Los hombres, tampoco supieron apreciar el don que les dio Iluvatar: La muerte, la cual les permitía una realización rápida en la vida. El ser creadores de grandes proezas al liberarlos del peso de la inmortalidad. Este don se pervierte porque la mentira y el mal siembran la insatisfacción en el hombre que se rebela a su destino al no saber apreciar este don.
En la saga el amor es la máxima expresión del desinterés. Esto se evidencia en la historia de Beren y Luthien, quienes renuncian a la inmortalidad para rescatar un “silmarils”. La mentira, el rumor, la doxa es una negación de la verdad, que es el ideal ético del ciclo del Señor de los Anillos, y del Silmarillion, y se materializa en cómo del mal brota en su ausencia, o del predominio de las medias verdades corrompidas en rumores, que encuentran oídos en los hombres que envenenan su alma y la sociedad en que viven con su a criticismo, convirtiendo el destino en una caída sin fin.
El Silmarillion y el ciclo del Señor de los Anillos materializan en esta épica contemporánea, la lucha de la verdad contra la mentira, y del bien contra mal que la generación de Tolkien vivió en carne propia en la I y II Guerra Mundial. Así la dialéctica tanática del poder absoluto, creado por la inteligencia perversa en El Silmarillion se dramatiza en en Melkor o Morgoth y sus dominios. Personaje huidizo, cambiante, que logra sus fines a través de pequeñas mentiras. Así J.R.Tolkien desnuda la lógica de la falacia totalitaria, como reino de la falacia, a través de crear una mitología fundamento de su épica, que asume una clara posición ante geografías dominadas por los instintos de muerte de la contemporaneidad.