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El Sistema No Funciona/Transformación en Acción (3)

La corrupción es uno de los flagelos de nuestra sociedad.  Se define como la acción y el efecto de corromper.  Es el proceso de quebrar deliberadamente el orden del sistema, tanto ética como funcionalmente, para beneficio personal.  El corrupto comete una acción ilegal.

Puede haber corrupción en muchas instancias tanto privadas como públicas.  Generalmente, la corrupción va aunada al dinero, al poder y al sexo.

Las leyes de cada país tipifican las formas de corrupción y establecen penas específicas para cada tipo según el grado. Pueden existir, además, formas de corrupción no contempladas en la ley pero consideradas como tales de acuerdo con los sistemas éticos prevalecientes.  Algunos ejemplos típicos de corrupción son el soborno (ofrecer dinero a cambio de algún beneficio), la desviación de recursos, el enriquecimiento ilícito, el abuso de poder, el tráfico de influencias, y el nepotismo (designación de familiares en cargos politicos).  También se pueden considerar actos de corrupción, la compra de mercancía pirateada, el hurto de servicios públicos y la evasión de impuestos.

La gran pregunta es si es al menos posible que sea el sistema el que no funciona y que, en consecuencia, quienes lo quiebran estén realmente actuando de la única manera en la cual el propio sistema les permite actuar.  En ningún caso pretendo justificar actos ilegales pero sí pretendo concientizarnos sobre las fallas del sistema y de sus subsistemas.

¿Quién no ha tenido que lidiar con la disyuntiva de cumplir con la ley y los procedimientos o tener que pasar días, meses o incluso años esperando por algo que le corresponde?. En nuestro país pareciera que lo normal es que la gente pague para obtener algo a lo cual debería tener derecho y cuyo acceso debería estar garantizado por las autoridades competentes.  Un ejemplo de los muchos que existen es el de los documentos de identidad. Los procesos a veces se vuelven tan complicados que surgen personas que se dedican a ofrecer sus servicios para conseguir pasaportes, cédulas de identidad, y prórrogas, entre otros documentos. Generalmente estas personas son funcionarios que trabajan en los organismos encargados de proporcionar estos documentos a los ciudadanos y cuyo sueldo no les alcanza para cubrir sus necesidades básicas.  A veces las autoridades tratan de poner orden y, en la mayoría de los casos, el caos se vuelve aún mayor.

Lo lógico debería ser que uno cumpliera los procesos y que, en un plazo de días o de pocas semanas, el objetivo se lograra.  Sin embargo, esto no es así.  Personalmente pasé un año sin mi pasaporte venezolano por tratar de cumplir con los procesos.  Hice la denuncia de la pérdida de mi pasaporte ante la autoridad competente, solicité la anulación del pasaporte ante el SAIME llenando el formulario correspondiente y pasé meses yendo a la oficina correspondiente esperando a que la anulación fuera procesada y apareciera en el sistema.  Como no aparecía, no podía continuar con el proceso de solicitar un nuevo pasaporte.  Iba al SAIME, hacía largas colas, conversaba con los funcionarios que atendían al público y regresaba a mi casa sintiendo que había perdido mi tiempo. Me negaba a pagar por lo que consideraba era mi derecho.  Había cumplido con todo y, sin embargo, un año después, aún seguía sin mi pasaporte.  Por alguna razón, el sistema computarizado me permitió uno de los tantos días en que lo accesé, solicitar mi pasaporte.  Hice el pago y, finalmente, recibí mi pasaporte nuevo, más de un año después de haber comenzado el proceso.

¿Cuánto tiempo perdemos los venezolanos en colas interminables e inútiles?.  ¿Alguien sabe cuán valioso es nuestro tiempo?.  ¿Lo saben quienes están dispuestos a hacer las colas o quienes nos hacen hacer las colas?. Tal vez si entendiéramos lo valioso que es nuestro tiempo, defenderíamos nuestros derechos con más ahínco y exigiríamos a quienes tienen el deber de servir que efectivamente sirvan.  Cuando el sistema no funciona debemos denunciarlo al unísono para que quienes tienen el poder hagan lo necesario para cambiarlo.  Cuando, a pesar de las denuncias, los cambios requeridos no se producen, es obvio que hay quienes están interesados en que los sistemas sigan sin funcionar porque por la razón que sea, eso los beneficia. Levantemos nuestras voces y exijamos la transformación requerida.

¡Prendamos una vela y pasemos la luz!

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