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El Tío Paco

Conocí a Francisco Segnini Berrizbeitia cuando yo tenía doce años y él, quince. Era primo de una amiga mía. Tímido y callado, siempre venía con dos tías que acaparaban la conversación, de manera que, aunque hubiera querido hablar, no lo hubieran dejado. Comenzamos a hablar cuando descubrimos que a ambos nos encantaba la zarzuela, una tarde que coincidimos en una función en el Teatro Nacional. De hecho, Paco venció su timidez y cuál no sería mi sorpresa al verlo como parte del coro de Los Gavilanes, con la compañía de María Francisca Caballer, una fija de los años setenta en Venezuela. Después de eso, cantó en otras zarzuelas.

Se graduó de diseñador gráfico, pero su sensibilidad social se impuso, y se lo llevó por otros derroteros, donde descolló por su calidad humana, sencillez y generosidad. Más de tres lustros estuvo al frente de Hogar Bambi, donde adquirió el nombre de “Tío Paco”. Todos los niños lo adoraban. Cuando él entraba a algún salón, corrían todos a abrazarlo. Y para todos tenía una palabra cariñosa, de aliento, de ánimo. Cuando tenía que reprender a alguno, lo hacía con firmeza, pero con bondad. Para esos niños que no tenían familia –o que sus familias eran tan disfuncionales que no podían permanecer con ellas- el Tío Paco era una fuente de amor constante.

Entrevisté a Paco muchas veces. Aquella timidez de su juventud quedó enterrada en el pasado, porque era un vocero estupendo, convincente, motivador. Hablaba con pasión sobre lo que hacía. Dio lo mejor de sí a Hogar Bambi, y Bambi le regaló un hijo, Rodrigo, o Rody, como él lo llamaba.  La conexión entre ambos comenzó desde el primer día. Recuerdo la emoción cuando pudo por fin adoptarlo. Cada vez que decía “mi hijo”, un enorme orgullo lo embargaba. Y Rody le dio muchas razones para sentirse orgulloso. Ahora tiene el gran reto de caminar por la senda que le marcó su padre.

Paco también fue un pilar de las asociaciones de voluntarios. Siempre estuvo dispuesto a ayudar, a compartir su experiencia y a contagiar a todos con su mística de trabajo y enormes ganas de hacer el bien.

Visité Hogar Bambi muchas veces. Y todas las veces Paco quería que recorriera todos los espacios, para que viera cómo, a pesar de las dificultades, salían adelante. Hogar Bambi es un modelo de residencia para niños huérfanos o abandonados. La última vez que fui, cuando yo entraba a su oficina, salía una muchacha embarazada casi a término. Cuando entré, Paco se enjugó las lágrimas. “¿Qué te pasa?”, le pregunté. “¿Viste a esa muchacha?… Vino a decirme que cuando dé a luz va a traer el bebé para acá porque ella no se puede ocupar de él. Y lo peor es que esto pasa cada vez más. La semana pasada vinieron cuatro…”.

El 4 de julio en la noche, Paco sufrió un ACV masivo, que se lo llevó. Venezuela ha perdido a un hombre maravilloso, que todavía tenía mucho que dar. Un excelente director ejecutivo, incansable recaudador de fondos, impecable administrador y para mí, un gran y querido amigo.

Hago votos para que Hogar Bambi continúe funcionando como lo quiso Paco. Que su recuerdo esté siempre presente en todos los niños que lo conocieron y lo quisieron. Y su memoria, en las historias de las mejores personas de Venezuela.

@cjaimesb

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