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Elecciones en Colombia: Del miedo a la segunda vuelta

José Luis Ortiz Santillán

Hay muchas esperanzas que surgen en las elecciones presidenciales en cada país, aunque no siempre sobreviene la alegría y si la frustracción. Hoy el mosaico político de América se redibuja. Mientras en Brasil el Partido de los Trabajadores de Brasil (PTB) proclaman a su fundador, Luiz Ignacio Lula Da Silva, como su candidato a las elecciones de octubre próximo, en Colombia las elecciones del domingo pasado dieron como resultado un empate entre la derecha radical que está en contra de los acuerdos de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la izquierda.

El puntero de las elecciones fue el candidato de la derecha recalcitrante colombiana, opuesto a los acuerdo de paz, pero no alcanzó la mayoría y deberá de enfrentar en una segunda vuelta al candidato de la izquierda colombiana. Los resultados muestran las fisuras que hay dentro de la sociedad colombiana y, según las encuestas, hay un gran porcentaje de electores que no tienen entusiasmo en participar en la segunda vuelta de octubre próximo; donde un 55% ha señalado que participará y emitirá su voto por obligación.

En un país donde la derecha ha gobernado por los siglos, los resultados del domingo constituyen un terremoto político. El hombre forjado por el expresidente Álvaro Uribe, enemigo acérrimo de la guerrilla, Iván Duque, defensor de la derecha dura, no pudo alcanzar la mayoría de los votos para ser proclamado presidente y ahora deberá enfrentara a Gustavo Petro, ex alcalde de Bogotá y un antigua miembro de la guerrilla del Movimiento 19 de abril (M19), desmovilizada en marzo de 1990.

Si el padrino de Iván Duque, el expresidente Álvaro Uribe, suponía que ganaría las elecciones sin resistencia de la sociedad colombiana, se equivocó. Pese a la campaña de miedo de la derecha en Colombia, usando como en México la idea de que sí gana la izquierda las elecciones, Colombia se convertiría en otra Venezuela o Cuba, una buena parte de colombianos llegó a las urnas para defender la paz en su país y apostar por el cambio; el pupilo de Uribe obtuvo 39.14% de los votos, superando a Gustavo Petro que sólo pudo obtener 25.08%, en un país donde uno de cada dos electores no votan y la abstención fue de 47%.

Si algo le haría bien hoy a colombia sería profundizar el proceso de paz y terminar con  la división del país.  Al conocer los resultados preliminares y frente a sus seguidores, Gustavo Petro dijo que ahora sí, el pluralismo puede ser un pilar de la democracia en Colombia. Mientras, Duque, que quiere revisar los acuerdos de paz con las FARC y se declaró contrario a la pacificación en su país, incluido el proceso de negociaciones del gobierno con el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), el último bastión insurrecto, que con sus altibajos se venía desarrollando bajos los auspicios de Ecuador, le dijo a sus seguidores que desea una Colombia donde la paz coincide con la justicia, reiterando su deseo de revisar el acuerdo con las FARC, que considera favorable a los exguerrilleros; comprometiéndose a erradicar las drogas en su país, la corrupción y reactivar la cuarta economía de América Latina, con un crecimiento de apenas 1.8%.

Pero Colombia sólo es una parte del mosaico político de América Latina. En Cuba se produjo el relevo de su presidente, el Perú debió renunciar el presidente electo y ser relevado por su vicepresidente, el Paraguay acaba de renunciar su presidente para asumir un escaño en el senado, en Venezuela Maduro se dispone a asumir un nuevo mandato y a profundizar una crisis que no parece tener solución bajo su gobierno; en tanto, en Nicaragua las revueltas callejeras están decididas a poner fin al gobierno de Daniel Ortega y su esposa, distanciados de la revolución de 1979 y de sus ideales.

México se presta a realizar sus elecciones y, aunque nadie puede declararse ganador, hubiera sido mejor tener una segunda vuelta como en Colombia. Una segunda vuelta no sólo da legitimidad al presidente electo, sino el respaldo suficiente para actuar en nombre del país, con el voto de la mayoría. En este rediseño político de América Latina, no se perciben ni vientos de izquierda o derecha sobre el subcontinente, sólo el hartazgo de los ciudadanos contra la corrupción y las políticas económicas y sociales que los han llevado al empobrecimiento; de aquí que más que atizar a las campañas de terror entre los ciudadanos, los candidatos harían mejor su trabajo exponiendo sus propuestas para solucionar los problemas del país.

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