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Espejismos en la Lucha Antiinflacionaria y Contexto Internacional

Contexto

Nuevamente ha aparecido la sombra de la inflación en el mundo, ahora como consecuencia de los efectos que ha traído la pandemia del COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania. Sin embargo, algunos países, entre ellos Venezuela, la enfrentan  en momentos en que se comenzaba a ver el relajamiento de su comportamiento negativo y, para no pocos, la salida de la hiperinflación que la había agobiado desde finales de 2017. 

En efecto, a las consecuencias adversas que ha traído la pandemia por la afectación de las cadenas productivas y de comercialización, se le ha sumado un acontecimiento para muchos inesperado como el de la guerra ruso-ucraniana. De esta manera, se prolonga el padecimiento de un país que debió enfrentar e ingeniárselas para enfrentar la ausencia de políticas estimuladoras del aparato productivo doméstico y un ambiente político contrario al buen desarrollo de su economía y vida social. Esto hace pensar en el regreso a épocas en la cual la economía venezolana era importantemente afectada por la inflación importada, sin que se hayan corregido los factores domésticos mencionados.

Es decir, aun por más esfuerzos internos y de rectificación de política económica que haga el gobierno venezolano, su economía se verá impactada por factores externos que limitaran la lucha antiinflacionaria. Realmente, declarar la finalización del proceso hiperinflacionario no es lo importante, lo importante es qué políticas y acciones va a tomar y sostener el gobierno para combatir la inflación. Políticas fiscales y monetarias ordenadas y responsables seguirán siendo indispensables, mas allá de la dolarización de facto que existe en el país. “Quemar” reservas internacionales para tratar de estabilizar el tipo de cambio y con ello limitar su transmisión a los precios domésticos, no es una sana política ni tampoco sostenible en el mediano y largo plazo.  

Consecuencias y Retos

Entre finales de 2021 y comienzos del presente año el gobierno venezolano anunciaba la culminación del periodo hiperinflacionario en Venezuela. En entrevista con Ignacio Ramonet se señalaba: «Yo (Nicolás Maduro) puedo declarar políticamente, con el resultado del manejo de la inflación entre los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre (2021), que ha sido de un dígito con tendencia a la baja, que Venezuela abandona el estado de hiperinflación».  De hecho, a decir por el INPC publicado por el Banco Central de Venezuela, la inflación se ha mantenido en un digito con tendencia a la baja desde septiembre 2021 (agosto’21: 19.8; Sept’21: 7.1; Oct’21: 6.8; Nov’21: 8.4; Dic’21: 7.6; Ene’22: 6.7; Feb’22: 2.9 y Mar’22: 1.4).

Luego de un largo periodo de hiperinflación, Venezuela pareciera comenzar a enrumbarse económicamente, de manera tímida y con nuevos retos. ¿El problema? Que el proceso hiperinflacionario vivido ha dejado una secuela de grandes problemas económico-sociales que deben ser atendidos y ello tomará tiempo para superarlos, con lo cual podremos ver avances económicos en el corto y mediano plazo pero sin que estos se transmitan a la población, es decir, sin un verdadero desarrollo y bienestar. No solo deberán superarse retos internos para elevar la producción nacional (incluidos los nuevos mecanismos para el flujo de divisas y de la propia moneda nacional, y la capacidad real para ampliar la oferta de petróleo), sino que habrá enfrentar nuevos retos internacionales.

El nuevo periodo que parece iniciarse estará influido por las decisiones sobre las importaciones (política arancelaria), efectiva instrumentación del anuncio de reprivatización de empresas públicas (especialmente de Agropatria por sus implicaciones sobre la producción de productos agrícolas), uso de la moneda nacional y digital,  capacidad para expandir la producción petrolera nacional, capacidad de financiamiento del gasto y el déficit fiscal, los precios del petróleo, las sanciones, el suministro de bienes ante la alteración de las cadenas de suministro internacional en un ambiente de incertidumbre por la duración de la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania,  la inflación internacional, capacidad de reestablecer la producción petrolera derivada de esquistos por parte de EEUU, suministro de gas y ralentización del uso del carbón en Europa, entre otros. Un panorama por demás complejo y probablemente con muchos espejismos a los cuales debemos poner atención para evitar cometer errores de política.

Por otra parte, no ha habido ni se vislumbran políticas económicas domésticas, correctivas y permanentes (fiscales y monetarias en particular), que abatan la inflación, por lo que sin estas se hace difícil mostrar mejores resultados de estabilidad que soporten la actividad económica y se combata la inflación, tanto de origen interno como importada. Respecto a esta última, vale acotar que la misma vendrá en la forma del encarecimiento de los productos importados como lo hemos visto en épocas pasadas, se dé este a través del uso del dólar americano como moneda de transacción o cualquier otra que se acuerde utilizar.

Con una economía altamente dolarizada como la venezolana (se ha indicado cercana al 70%), el objetivo de alcanzar inflaciones de un digito puede ser alcanzado; sin embargo, desconocer que la economía venezolana tiene un componente inflacionario en dólares, adicional a la inflación importada que está presente en los bienes y servicios (y lo estará más a medida que la inflación internacional se agudice), podría comprometer el éxito de una inflación de un digito,… al menos de un digito bajo.

La estabilidad de precios es fundamental para el progreso y el bienestar nacional. No significa tener inflación cero, significa tener inflación controlada de un digito bajo y sostenida con una política económica racional que permita el estímulo económico y el equilibrio de las cuentas internas y externas del país. Si quisiésemos resumir, disciplina fiscal y monetaria.

Comentario Final: ¿Nuevo Espejismo?

En medio de la pandemia y la guerra Rusia-Ucrania, Venezuela podría verse beneficiada transitoriamente por el aumento que se está observando en los precios internacionales de su principal producto de exportación. Esto ocurriría pese al marcado del declive que ha sufrido su industria petrolera y que ha limitado su producción y exportación. Venezuela aumentaría sus ingresos en divisas y sus ingresos fiscales, y con ello podría financiar el gasto público para limitar el impacto sobre los precios de los bienes y servicios.

Sin embargo, como hemos visto en otros procesos pasados, este beneficio (espejismo) se verá mediatizado por el aumento que ocurrirá en los precios de los productos manufacturados provenientes del exterior, con los cuales el país todo termina perdiendo en sus términos de intercambio. Terminan anulándose los beneficios iniciales del aumento de los precios de los comodities/materias primas para los países productores del mundo en desarrollo (verbigracia el petróleo para Venezuela), y de lo cual no escapará el país.

Todo lo anterior lleva, finalmente, a subrayar la imperiosa necesidad de diseñar e instrumentar una política económica para Venezuela que minimice los impactos externos y fortalezca su economía doméstica.

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