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Estrategia del miedo

Los objetivos del régimen chavista han variado. En los primeros tiempos, pretendían hacer del proyecto totalitario, de su ·revolución imposible una “revolución bonita”. Hacían propuestas ideológicas populistas teñidas de marxismo, militarismo, bolivarianismo decimonónico, y no poco resentimiento social. Hoy, su discurso, vacío y repetitivo, se limita a declararse socialistas, chavistas, revolucionarios y antimperialistas. Su comportamiento, tan pragmático como una banda de delincuentes.

Ayer, pretendían expandir el supuesto proyecto revolucionario por el continente, después por el mundo. Hoy, ya nadie los quiere, atrincherados en cuarteles y palacios, solo buscan sobrevivir políticamente cualquiera sea el costo para nuestro pueblo y nuestro futuro.

Durante estos ya largos años, se destaca en la conducta del régimen frente a quienes consideran enemigos, la estrategia del miedo, acompañada de la búsqueda del empobrecimiento colectivo y la descalificación y división de la oposición.

La estrategia del miedo ha sido la columna vertebral de la actuación gubernamental. Hoy, una vez más, persiguen y encarcelan arbitrariamente a quienes sobresalen en la lucha contra la dictadura. Si Henry Alviarez y Roberto Abdul no hubiesen hecho bien su trabajo, que no dudo en calificar de excelente, seguramente, tampoco estarían detenidos ni tendrían siquiera orden de captura. No hubiesen sido víctimas de esta nueva ola represiva del chavismo.

Desde los primeros días de ascenso al poder de Hugo Chávez han desarrollado esta perversa estrategia. Antes, para el entonces “inmaculado” y popular vengador, todos y sobre todo sus adversarios que eran considerados enemigos del “proceso revolucionario” debían tener miedo, miedo de perder algo, la tranquilidad, la propiedad, el trabajo, la pensión, etcétera. Después, pondrían en peligro la libertad y la vida. La represión primero fue selectiva y cuando la popularidad decayó y finalmente, desapareció, se hizo generalizada. Desde hace algún tiempo, ante el descontento creciente, también se extiende a los miembros de las fuerzas armadas.

Muchas veces han logrado su objetivo: paralizar nuestra lucha. Hoy, debemos redoblar nuestro esfuerzo por evitarlo. Frente a la represión, muchas veces, sentiremos miedo, impotencia e indignación. No obstante, ante tan injusto y perverso comportamiento, sin dejar de ser precavidos, siempre siendo realistas “con los pies sobre la tierra” y la conciencia tranquila, debemos evitar que detengan la lucha por la libertad y la democracia. Es nuestro deber hacerlo.

Otra constante de la actuación gubernamental ha sido el empobrecimiento de los venezolanos. El resultado ha sido que la gran mayoría de los compatriotas tienen como prioridad absoluta sobrevivir, satisfacer las necesidades básicas de una familia que sufre inmensas carencias materiales. Así piensan pueden controlarnos mejor y a inferior costo. Esta situación fácilmente puede conducir a un egoísmo generalizado, a un “sálvese quien pueda” convirtiendo todas las demás responsabilidades, incluyendo la lucha por salir del régimen, en una tarea secundaría a la que poco tiempo se puede dedicar. Adicionalmente, aprovechando esta terrible situación, el régimen multiplica sus políticas clientelares y de control social irrespetuosas de la dignidad humana. Este empobrecimiento también ha llevado a muchos compatriotas a buscar una vida digna fuera de nuestras fronteras que simultáneamente permita poder ayudar a quienes en Venezuela se quedan.  

También el régimen ha promovido, permanentemente, la descalificación y la división de la oposición adoptando las más variadas tácticas. Al comienzo, se arrogaban el monopolio de la moral y la virtud. Ellos eran los impolutos, los salvadores, la V república. Los demás corruptos y culpables de todos los males de la patria, la IV república. Y así fueron utilizando diversos calificativos que dividían a la sociedad entre los buenos que por supuesto eran ellos y los malos que somos sus adversarios en una polarización creciente que entonces les favorecía electoralmente. Ellos eran los honestos, los bolivarianos, la mayoría. Aprovechando la antipolítica reinante, ayer y hoy, a los que rechazábamos sus actuaciones, el régimen nos calificaba de ladrones, vende patrias, escuálidos y así sucesivamente. Dichas descalificaciones, acompañada de amenazas, pero también de engaño, extorsión o el dinero, así como del uso del aparato del Estado para infiltrar las organizaciones opositoras, fueron acabando con muchos líderes y organizaciones que sobresalían.

Hoy las cosas pueden ser diferentes. Esta táctica de descalificación y división de los opositores del régimen está siendo derrotada, no obstante, la insistencia de sus maestros cubanos. Ya la mayoría del pueblo reconoce su calaña y rechaza al dictador y a sus amos y aliados.

Hoy, tenemos nuevamente un liderazgo indiscutible que está, sin duda alguna, claramente deslindado del chavismo y que exige a todos los adversarios de Maduro imitar dicho comportamiento y a los colaboracionistas, felicitadores y alacranes que pongan fin a su indigno comportamiento.

Ante una oposición unida en torno al liderazgo asumido por María Corina Machado, legitimado por el voto popular, ante un empobrecimiento generalizado que también afecta a antiguos simpatizantes chavistas y hace cada vez más ofensiva las nuevas riquezas que exhiben, sin pudor alguno, los detentadores y usufructuarios del ilegítimo poder, tampoco pueden engañar con la supuesta autoridad moral con la que pretendía revestirse en sus inicios. Solo les queda como táctica, exitosa en el pasado, iniciar una nueva ola represiva como lo están haciendo, buscando repetir los resultados que antes alcanzaron.

Debemos recordar que cuando se lucha contra una dictadura los presos y perseguidos políticos deben contar siempre con nuestra permanente solidaridad y reconocimiento. Su lucha es la nuestra, su prisión o persecución ha sido por la causa de todos: la libertad.

En estos tiempos de anti política quiero alzar la voz para expresar nuevamente mi solidaridad plena con los presos y perseguidos políticos y muy especialmente, con Roberto Abdul, Henry Alviarez, Pedro Urruchurtu y Claudia Macero. A ellos nuestro reconocimiento ciudadano. La lucha por su libertad y fin de la persecución generalizada debe continuar hasta el final.

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