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Gradualismo, la autopista hacia el abismo

Cuando es urgente, ya es demasiado tarde. Talleyrand

Durante muchos años, algunos países de América Latina, repitiendo una especie de ciclo perverso de sus economías, conducidas y mal dirigidas bajo propósitos netamente populistas han aplicado programas macroeconómicos que recurren en buena medida al empleo de políticas fiscales y crediticias expansivas y sobre todo a la sobrevaluación de sus monedas para acelerar el crecimiento y la distribución del ingreso.  Después de breves lapsos de crecimiento y recuperación, han surgido los famosos “cuellos de botella” que han provocado tensiones insostenibles que al final han conducido al deterioro de los salarios reales y a enormes dificultades en sus respectivas balanzas de pagos.  El resultado de estas prácticas no ha sido otro sino una inflación galopante que en varias ocasiones ha culminado en hiperinflación y en un colapso del aparato productivo, además de la insolvencia fiscal y el descenso del nivel de vida.

Estan así este estado de las cosas, las políticas de estabilización macroeconómica han tomado un gran auge sobre todo en América Latina.También a partir de los años ochenta dentro de este entorno de inestabilidad económica se le añadió el problema de la deuda externa pública, eternos financistas del mal crecimiento y del despropósito financiero.

Ahora bien, las políticas de estabilización que se han empleado en estos países en vías de desarrollo,  generalmente están agrupadas en dos clases: ortodoxas ( generalmente apoyadas por préstamos de balanza de pagos del Fondo Monetario Internacional  FMI) mezcla de aumento de impuestos y/o reducción del gasto público (política fiscal) y reducción del crecimiento de la oferta monetaria (política monetaria); y las heterodoxas que son aquellas que emplean la intervención directa en la fijación de precios tales como controles de precio y de cambio,etc.

Adicionalmente, las políticas de estabilización en relación a la velocidad con que se introducen los cambios  se clasifican usualmente en políticas de terapia de “choque” y en gradualistas. Las primeras, generalmente están asociadas con las políticas ortodoxas (devaluación, eliminación de subsidios, alza de tasas de interés, etc) mientras que las gradualistas están relacionadas con los programas heterodoxos (devaluación paulatina a través de controles de cambio) eliminación progresiva de los subsidios, reducción gradual del gasto público, evitando grandes programas de privatización de empresas del Estado.

Así de esta manera, recordaba un empresario chileno, que hacer las transformaciones graduales es muy engañoso, puesto que la gradualidad es un refugio para los que no hacen nada y prepara a aquellos que no quieren el cambio.

En efecto, existen determinados grupos que se ven favorecidos con los controles, generalmente vinculados al poder (grupos empresariales que reciben subsidios y divisas baratas), sindicatos que se resisten a los cambios. Para ellos el gradualismo es una forma de ganar tiempo.

Venezuela, ha sido campeona del gradualismo, en los años 1983-1988 se impuso un control de cambios el cual agotó radicalmente las reservas internacionales del Banco Central. Posteriormente, cuando vino el gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989) y acudió a un programa ortodoxo del FMI, el ambiente político aderezado con dos intentonas golpistas anuló este programa, y él mismo fue expulsado del gobierno. Al poco tiempo, bajo el gobierno de Chávez, con elevados ingresos petroleros se dio inicio en el año 2003 de un largo período de control de cambios y de precios, el cual agotó las reservas internacionales, y dio nacimiento a la única hiperinflación del mundo que existe en la actualidad, y su principal resultado ha sido la emigración en masa de venezolanos, un fenómeno demográfico que nunca habíamos visto en una Venezuela próspera y semi-próspera.

En América Latina han fracasado varios planes de estabilización. En efecto, en Argentina, Brasil y Perú no tuvieron éxito tres programas heterodoxos. Así Brasil no logró sus objetivos con el plan cruzado en 1986 y Perú con el plan Inti en 1985.  Mientras que en Bolivia se pudo vencer la hiperinflación permitiendo la liberación de todos los precios al comenzar su programa de estabilización.

Actualmente, se ha descorrido la cortina que ocultaba un poco lo que pasaba en Argentina, y vemos asíque el fiasco palpable de Macri ha sido inimaginable. Para comenzar, como nos aclara Roberto Cachanosky, un economista argentino, nunca se le participó a la población la dura y defastaherencia que recibía del kirchnerismo. El nivel de gasto público; el déficit fiscal; el atraso cambiario; las tarifas de los servicios públicos fijadas artificialmente bajas que se aplicaron durante la erade los Kirchner etc.; todo este estado de cosas exigía de una serie de medidas que a la gente no le iba a gustar, de manera que explicar lo que se recibía era vital para poder salir indemne de la vía llena de escombros  dejado por el kirchnerismo. También debemos tomar en cuenta, que en lo que va de siglo XXI Argentina se ha declarado nueve veces en cesación de pagos “default”, y en estos momentos la renegociación de la deuda externa alcanza los 100.000 millones de US $.  La población argentina aparentemente ya se ha olvidado de los males que padeció bajo los gobiernos del matrimonio Kirchner y está apostando por el regresó del populismo barato y ramplón, el cual prevén algunos analistas va a destruir la democracia como ya ha sucedido en otros países.

Podemos concluir estas líneas con las palabras del desparecido pensador y polemista francés, Jean Francois Revel: “el neoliberalismo no procede de una batalla ideológica ni de un complot preconcebido, sino de una banal e involuntaria comprobación de los hechos: el fracaso de las economías de mandato, la nocividad patente del exceso de dirigismo y los callejones sin salida, reconocidos del Estado-providencia.”

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