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La casa (bien equipada) de Bernarda Alba

«Hacemos un llamado a las autoridades venezolanas para que garanticen el ejercicio de los derechos constitucionales del pueblo venezolano y a su vez, se cumplan de manera clara, cierta y sin demora las etapas restantes para la realización del Referendo Revocatorio…»
Carta de 15 países de la OEA, 11-08-2016

-¡NOS HUNDIREMOS TODAS en un mar de luto!… ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!…

Gracias a la misión «Mi casa bien equipada», Bernarda Alba ha logrado atornillarse en el CNE con sus comadres, todas viudas de marido compartido desde marzo 2013 (en realidad casi tres meses antes, por eso le organizaron presidenciales necrofílicas express en 2012).

-Seré lo que él quiera que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre…

Allí viven a oscuras, de luto, aisladas del pueblo chismoso, gritando, ordenando, mandando a callar, imponiendo su propio criterio y cronograma, sin importarles nada de nadie, ni aquí ni allá.

Capaces de negar la lluvia bajo un torrencial palo de agua. Amnésicas a su libre conveniencia endógena. Mandonas, obtusas e intrigantes, aunque ello lleve al suicidio. Locas y desquiciadas, pero poderosas. Tienen miedo, pero primero muertas que sencillas, pues.

-Aquí no hay ningún remedio. La que tenga que ahogarse que se ahogue…

Es que la casa «bien equipada» de Bernarda Alba no es como la de los percusios, llena de electrodomésticos chinos chimbos. No, ésta está bien equipada porque incluye patente de corso y autoridad para delinquir, con las ventajas de un ministerio, pero sin necesidad de asistir a las reuniones de gabinete del gordo fastidioso ese…

Además -y quizás lo más importante en un país donde los ministros duran menos que un soplido en un chinchorro-, ellas están blindadas, son vitalicias muy dispuestas a superar a Elizabeth II, a un tris de enterrar a su hijo, el príncipe abuelo con cara de bolsa.

-Martirio, cara de martirio… Bernarda, cara de leoparda. Magdalena, cara de hiena.

Cuando el imperio del marido fallecido de Bernarda Alba comenzó, los Clinton estaban en la Casa Blanca y ellas no se piensan ir hasta que aquellos regresen, por lo menos.

-¡Con qué ganas te has quedado de ocuparlo!…

¿A qué se debe tanta obsesión, tanto amor a la mentira, tanto teflón a los insultos, tanta pasión por ser malditas con tendencia irreversible? Es un gran misterio… o tal vez no.

-No levantes esa voz que me irrita. Tengo el corazón lleno de una fuerza tan mala, que sin quererlo yo, a mí misma me ahoga.

Ellas se acostumbraron y ahora no conocen otra forma de ser. Además, saben que si salen de allí, no tendrían dónde refugiarse. Y la vida de repente les sería muy aburrida.

Como buenas viejas decrépitas, Bernarda y sus comadres no son muy amantes del cambio. Así que por ahora es mejor estar allí. Son feuchas, acomplejadas, mustias y malas. Odian a Osmel por razones obvias. No salen a ninguna parte. Ellas dicen que eso es parte del luto, pero la verdad es que nadie las invita ni a un bautizo de muñecas y de paso están aterradas de la malaria…

Tampoco pueden asistir a actos oficiales, por cuidar las apariencias ante la comunidad diplomática, a la que ahora tanto veneran, en busca de un cariñito extranjero entre tanta amargura, ¡upa!

-Abre. No creas que los muros defienden de la vergüenza…
-¡Se han levantado los vecinos!

Aparte, si salieran a pasear por su cuenta, se expondrían al riesgo de que «la gente ingrata» las abuchera. Así que, una vez más, ¿para qué ponerse a inventar?

-Las cosas se han puesto ya demasiado maduras…

La última vez que oyeron un piropo fue por allá cuando el guiso de amnistía con Caldera que les habilitó al marido para ser presidente. Ay, Dios, qué tiempos aquellos tan bellos, no porque había de todo en los supermercados y en cualquier peluquería hacían desriz, sino porque no eran viudas…

-Yo tengo que marcharme, pero tengo miedo de que los perros me muerdan…

Políticamente son señoritas «de las de antes». Por eso no aceptan «presiones de nadie…» y quizá terminen dándose golpes de pecho en un convento en Moscú. O mejor refugiadas en Uruguay, si Pepe Romano, perdón Mujica, vuelve al poder.

-Ha llegado el momento de que yo hable. Esto no puede seguir así…
-Esto no es más que el comienzo….
-¡Cada clase tiene que hacer lo suyo!

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ps. Texto completo de la obra «La casa de Bernarda Alba» (Federico García Lorca, 1936) disponible en http://usuaris.tinet.cat/picl/libros/glorca/gl003d00.htm

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