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La pandemia, Séneca y Miguel

Hace algunos días, leí un artículo en un semanario español, y me pareció tan adecuado a los tiempos que vivimos que se lo mandé por correo a varios amigos.  Hoy, quiero compartirlo un poco más; por lo que, lo que van a conseguir de seguidas es una glosa de ese escrito, pero con una adenda ya para cerrar.

El autor comienza citando a Albert Camus, quien decía que vivir una pandemia “es como tener que vivir en el exilio: los amantes están lejos los unos de los otros, los padres de sus hijos, las familias de sus muertos”.  En razón de eso, presenta unas reglas para aliviar las penurias que trae consigo el confinamiento.  Reglas que no son suyas, sino que fueron enumeradas por Séneca hace veinte siglos en un consolatio a su madre en razón de que él había sido desterrado por el emperador Claudio y la pobre vieja se encontraba sola en Roma.  Siendo el filósofo uno de los grandes propulsores del estoicismo en el mundo antiguo, las recomendaciones a su madre no se diferencian de lo que propone en sus otros tratados, cartas y diálogos que propulsan esas teorías y prácticas filosóficas.  Se me ocurre que unas dosis de estoicismo no nos caerán mal en estos días en los que no podemos hacer libremente lo que nos gusta, como reunirnos con los amigos, salir a comer o de copas, disfrutar de la libertad.  Más serio aún: estamos en tiempos de incertidumbre, de no saber cuándo en bichito chino nos va a agarrar, de cuán cerca podemos estar de la enfermedad y hasta muerte.  Refugiémonos en la sabiduría del senador y tratadista romano para que nos ayude hacerle frente al dolor, la enfermedad y las otras adversidades que vienen aparejadas.  Para entender que los acontecimientos no son los que hacen sufrir a la gente, sino la forma en la esta reacciona ante ellos.  A que, si morigeramos nuestras experiencias a través de la reflexión y el razonamiento podremos enfrentar mejor las adversidades.

Tratemos, entonces, de seguir los seis consejos que le dio Séneca a su madre.

El primero es: centrarse solo en aquello que puede ser cambiado.  No hay que perder tiempo ni energías tratando de corregir lo que no se puede.  Por ejemplo, no podemos evitar que exista el coronavirus, pero sí que podemos modificar la forma en la que reaccionamos ante él.  Quedarnos en casa, salir lo menos posible, utilizar mascarillas cuando lo hacemos, mantener el distanciamiento social, sirven a la vez para protegernos a nosotros mismos y para demostrar solidaridad hacia nuestro prójimo.

Lo segundo es asegurarse de lo que verdaderamente pasa.  En ese sentido, hay que mirar con ojo zahorí todo lo que las estadísticas oficiales dicen.  Si Delcy Eloína nunca ha dicho una verdad en su vida, ¿por qué no puede estar dorándonos la píldora en esta ocasión.  La verdad-verdaíta parece ser que el cuadro es más grave que como lo pintan en las edulcoradas cadenas.

Lo otro es abrir la mente.  Tendemos a pensar que nuestro problema es el más serio y difícil de todos.  O, peor, que es el único.  Hay que contextualizar.  Ha habido plagas, pestes y pandemias iguales o peores a la que estamos sufriendo. 

Todos estamos en riesgo.  Pero por medio de la vida ordenada y la perseverancia se puede disminuir mucha el eventual riesgo.

Después, el filósofo recomienda elegir un modelo a seguir.  Hay que tener presente que aquellos a quienes más admiramos también sufren momentos difíciles.  Que su fuerza de voluntad para sobreponerse a la adversidad nos sirva de inspiración. Séneca explica que «es natural que sintamos más admiración hacia aquellos que muestran templanza ante la adversidad».  Piensa en aquellas personas a las que admiras, ya sean deportistas, filósofos, científicos, filántropos, etc. y pregúntate cómo habrían reaccionado en tu situación.

Para mí, el más importante consejo es el que pongo de seguidas: Prepararse para lo peor, esperar lo mejor y esforzarse en conseguirlo.  Los estoicos sabían que nuestras emociones negativas nos afectan más cuando ocurre algo para lo que no estábamos preparados.  Por eso, hay que imaginarse por adelantado qué actitud adoptar ante las peores situaciones y tener previstas formas de acción para anularlas o disminuirlas.  Recordar el viejo refrán: hombre prevenido vale por dos.  Y si, al final, resulta que lo peor no sucede, uno puede consolarse ante el hecho de que las cosas van relativamente bien.

Y, por último: disfrutar de que lo todavía está al alcance poder controlar.  Hay muchas cosas que no podemos hacer; pero hay otras que sí.  Entendamos que nuestros mejores días son aquellos en los que el ánimo está presente, en los que podemos acometer los trabajos pendientes, aprender materias nuevas, buscar ampliar nuestra cultura y descubrir cosas novedosas a nuestro derredor.  Estar encerrados en nuestras casas no nos impide amar, leer, estudiar, reírnos (hasta de nosotros mismos), escuchar música, ver televisión de calidad, tener buenas conversaciones.  Recuerden algo que escribió el estoico: «Las cosas buenas de la prosperidad deben ser deseadas, pero las cosas buenas de la adversidad deben ser admiradas».  En fin que, aunque a nadie le gusta la adversidad, el estoicismo puede ayudarnos a superarla.

Y ahora, algunos de los consejos que, burla burlando, añadió Miguel Martínez Díaz al contestar mi envío y que parecieran apuntarle a tanto parásito y vago como hay en este valle de lágrimas: “No haga nada que exija esfuerzo ni genere stress.  Espere ayudas del gobierno para comer.  Repose, no trabaje. Espere la bolsa CLAP. Hiberne, el tiempo pasará más rápido.  Vea DirecTV, es gratis; pero solo cuando tenga energía eléctrica.  No gaste gasolina, use scooter, patín o bicicleta”.  Reconozco que puede que funcionen para algunos; eso sí, no son medidas estoicas sino del epicureísmo…

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