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La última palabra la tiene la ciudadanía

El poder está muy preocupado, aunque ya le mareaban algunos problemas. Que el Parlamento de Cataluña aprobara una declaración de soberanía catalana y una consulta ciudadana para la independencia. Y que los vascos, como hizo Cataluña, organicen también una cadena humana por su derecho a decidir. Y no hay día sin innumerables de protestas en todo el territorio estatal. Varios miles de manifestaciones en un año, como reconoce el ministro de Interior. El régimen monárquico bipartidista se tambalea, que no significa que ya caiga.

Nueve horas después del anuncio de la abdicación de Juan Carlos, la mayoría de plazas del país se atestaron de gentes. Exigían un referéndum sobre la forma de Estado, aunque en verdad reclamaban la República. Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Zaragoza, Bilbao, Alicante, Burgos, Salamanca, Tarragona, Palma de Mallorca, Badajoz, Vigo, Granada, Girona, Santander, Murcia… colmaron sus plazas de rojo, amarillo y morado. Y las manifestaciones siguen.

Como ha escrito Vicenç Navarro, “nunca antes, en periodo democrático, había perdido tanta legitimidad el Estado español. El rechazo de la población a las instituciones democráticas y a la clase política es general”.

Un régimen que sostiene el poder de verdad, fabricado a su imagen y semejanza: Banco Santander, BBVA, Gas Natural, Repsol, Iberdrola, Caixabank, Inditex, Telefónica… Muy preocupados. Y, como ha dicho Julio Anguita, ese poder está  alarmado porque no cesa de salir gente a las calles y plazas poniendo en cuestión este sistema y por el ascenso de las fuerzas políticas de izquierda.

¿Hay un plan para recuperar la solidez del régimen monárquico bipartidista del 78? Existe. Impulsado por el verdadero poder y la clase política a su servicio. De ese plan forma parte un gobierno de concentración de PP y PSOE en 2015. O tal vez antes, según vayan las cosas. Felipe González lo pidió con claridad y nunca habla por hablar.

Hay un plan porque se les acumulan los problemas y crecen las resistencias, mientras la Comisión Europea y el FMI reclaman más “reformas” que significan acabar con los derechos sociales y dañar más a la ciudadanía, como ésta sabe por experiencia. Y contra esa depredación reacciona. Pero al poder real no le apetece enfrentarse a una ciudadanía cada vez más resistente. De ahí el plan sobre la base de un rey joven sin las cargas de su padre.

Las elecciones europeas certifican que el régimen monárquico bipartidista se desmorona, acaso con lentitud, pero se acaba. Y ocho días después de ese certificado Juan Carlos I abdica. ¿Alguien cree que es coincidencia? Incluso un monárquico confeso, como el ex-director de ABC José Antonio Zarzalejos, reconoce que la abdicación es “un instrumento de saneamiento y continuidad de la institución monárquica”. Por supuesto que el poder real, la clase política y el rey cabildeaban hace tiempo sobre la abdicación con el sueño de que diera pie a una segunda transición. Pero los resultados electorales europeos han abierto la caja de los truenos y probablemente han precipitado las cosas.

Hay un plan de resurrección del régimen bipartidista. Por eso el presidente Rajoy telefoneó al líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba tras conocerse los resultados electorales, y le pidió que continuara al frente del PSOE. Según El Confidencial Digital, en esa llamada le dijo: “Te necesito, eres imprescindible para la estabilidad de España”. ¿Cabe algún comentario?

Los medios que apoyan el régimen bipartidista monárquico llenan las cabezas con la bondad de la monarquía, la biografía edulcorada y “épica” de Juan Carlos I, “salvador” de la democracia, la “vida ejemplar y la preparación del nuevo rey”, la aprobación de la ley de abdicación, la asunción de la Jefatura del Estado por Felipe VI… Todos los medios de persuasión para recuperar la popularidad perdida y reforzar el régimen monárquico bipartidista del 78. Pero la última palabra la tiene la ciudadanía.

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