Lo de la OEA no fue un mero saludo a la bandera

Que por decisión mayoritaria la Asamblea de la Organización de Estados Americanos  primero haya incluido en su temario el tema Venezuela, y luego,  en una resolución apoyada por 19 países rechazada por solo 4 y con 11 abstenciones ,  desconozca la legitimidad de las elecciones del 20 de mayo  y abra el camino para la eventual  su suspensión temporal con base en la Carta Democrática, es un hecho de gran importancia en las relaciones internacionales de nuestro hemisferio.

Que un número cada día mayor de países muestren su desagrado con las violaciones sistemáticas a los DDHH, a la pérdida de institucionalidad democrática y a la corrupción, es un hecho trascendental, porque refleja lo que viene ocurriendo en diversos países de nuestra región, que no es otra cosa que la fatiga y el descontento de la población en general con los regímenes autoritarios que pretenden sostenerse en el poder desconociendo los principios fundamentales de toda democracia moderna que son, entre otros, libertad, igualdad, solidaridad, y responsabilidad.

Frente a esta posición mayoritaria de los países miembros de la OEA de poco sirven los recursos retóricos y las descalificaciones pronunciadas por el Canciller, ya que no es hora para la diatriba sino para buscar a través de un diálogo constructivo la vía para solucionar la grave crisis venezolana y encontrar los mecanismos pacíficos y constitucionales que aseguren una transición en paz.