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Lo político y lo económico

Los regímenes totalitarios, especialmente los de corte comunista como el de Nicolás  Maduro, jerarquizan  los derechos humanos y otorgan prioridad a los derechos económicos, sociales y culturales sobre  los civiles y políticos o fundamentales. Es más importante para ellos, en un claro recurso a la farsa y a la manipulación que le es propio, “garantizar” el derecho a la alimentación, a una vivienda digna y a la salud que asegurar el ejercicio del derecho a pensar y expresarse libremente, votar o participar en las decisiones políticas del país o  informar o ser informado veraz y oportunamente.

Si bien no se puede hablar de jerarquía de normas en el ámbito de los derechos humanos, debe admitirse que los derechos económicos, sociales y culturales no pueden ejercerse sin que se garanticen antes los civiles y políticos. Los regímenes comunistas ofrecen los primeros para dominar y someter, mientras niegan los segundos.  El régimen madurista no escapa a esta apreciación. Mientras vive de  anuncios y de promesas pisotea de manera grave y sistemática los derechos fundamentales cuando desconoce el derecho a vivir en democracia e impone prácticas totalitarias excluyentes y discriminatorias y persigue y castiga a los opositores.

En 1999 cuando llegó al poder por la vía electoral, el chavismo inició un proceso que desconocía por su propia naturaleza los derechos civiles y políticos, adelantando desde entonces y consolidando más tarde como herramienta principal para la dominación, el secuestro de los medios de información y de comunicación del país poniéndolos en manos del Estado y de algunos agentes vinculados al oficialismo, convirtiéndolos en medios de propaganda. Después y más ahora, tras el apoderamiento de todas las instituciones, incluido el electoral, parcializado, dependiente y deshonesto, además de ilegítimo, para asegurar la continuidad o eternidad en el poder, se persigue, se amedrenta, se procesa y se encarcela arbitrariamente a quienes disienten y protestan pacíficamente, en una suerte de terrorismo de Estado.

Mientras el mundo se solidariza en la lucha contra este mal en todas sus formas y manifestaciones, tras el atentado en Paris contra Charlie Hebdo, Nicolás Maduro, ausente de la realidad, emprende una gira con sus familiares y colaboradores más cercanos, despreciando las más mínimas reglas de austeridad que exige el momento, para hipotecar el país a cambio de algunas migajas chinas que por unos días cubrirán probablemente algunas necesidades de un pueblo empobrecido integralmente.

Poco importa si Maduro regresa con las manos vacías o comprometidas con nuevos créditos e hipotecas que le permita alargar su agonía. Lo que destaca es que regresa decidido a completar el guión y continuar la farsa planteando como único tema la crisis económica, caracterizada por la anunciada e incontrolable caída de los precios del petróleo: la inflación, la improductividad, el aumento de los precios de la gasolina, el disparatado sistema cambiario múltiple, aunque no aborde el tema principal en este contexto, el relativo al modelo económico en el que reposa la crisis que no sufrirá ningún cambio y que se traduce hoy en las colas de la vergüenza que recorren el país, todo ello sin abrir el más mínimo espacio al debate político.

El régimen impone la agenda y el ritmo y deja de lado el tema esencial, la crisis política, cuya solución es un preliminar obligatorio del tratamiento de los otros aspectos de la crisis que afecta a la sociedad y a la economía venezolanas. Se excluye del debate diario y así parecen aceptarlo todos, el golpe de Estado continuado por la reiterada violación de la Constitución Nacional; el camino hacia la transición planteada con razón por muchos; la violación constante de los derechos fundamentales; el acoso a la libertad de expresión y el destino de los secuestrados políticos depositados en las cárceles militares y comunes del Estado, sometidos a las aberrantes prácticas de tortura física y sicológica y a otros tratos inhumanos y degradantes.

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