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Los politólogos y la democracia

En fecha como la de hoy, un viernes 28 de marzo de 1978, hace exactamente 40 años, egresaba de la centenaria Facultad de Derecho, actualmente Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, la Primera Promoción de Politólogos de Venezuela.

Concebida la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos como un proyecto en, para y por la Democracia, ajeno a cualquier tipo de exclusión, hecha para el debate plural, cómo si no, fue puesta en funcionamiento una vez se consideraron apropiadas sus bases académicas y favorables las circunstancias financieras y administrativas.

Coincidieron allí, en primer lugar, una base profesoral preparada y prospera en capacidades y obra ya publicada o en camino, fundamentalmente concentrada en el Instituto de Estudios Políticos, alrededor de la figura indiscutida por ejemplar del Doctor Manuel García Pelayo, quien se hizo acompañar de profesores  afines y de otros llegados de otras especialidades y compromisos no solo académicos pero si éticos.

En segundo lugar, sin olvidar al personal administrativo y obrero, estábamos los estudiantes de esa primera camada, verdaderos “conejillos de indias”, que nos convertimos en esponjas creativas de aquella novedad que era la de estudiar la política, produciendo sonrisas entre aquellos que opinaban, y aún consideran, que a la política se la conoce y aprende en el temblor de los acontecimientos, en las explosiones sociales, en las conspiraciones cuartelarias o en los acuerdos atemperados por el aire acondicionado de oficinas o restaurantes.

De ese primer grupo de alumnos, que fuimos alrededor de 300, concluimos la carrera en esa primera promoción un poco más de 30 que aparecemos en la gráfica adjunta.

Casi todos los que entramos en aquella oportunidad a la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos teníamos ya experiencia de éxito o de fracaso académico o político o administrativo. Muy pocos, poquísimos fueron los casos de alumnos llegados directamente de las aulas de liceos o colegios.

La edad era pues relativamente superior a la media normal en estos casos; la geografía de origen diversa, y los estilos de pensamiento plurales incluyendo el dogmatismo, principalmente el marxista, tendencia mayoritaria en los ambientes universitarios de la época, sin que ello haya sido motivo de exclusiones o de ambiciones monopólicas en el pensar, en el decir o en el actuar de los que entendíamos la realidad de distinta manera y ni hablar de las autoridades académicas o administrativas.

En esa Escuela se nos enseñó a respetar al otro, sobre todo si pensaba de manera distinta. Era el foro ideal para el debate, la controversia, el diálogo, la dispersión creativa. ¿Cuál si no el objetivo de las universidades? ¿Qué si no la búsqueda de la verdad, que de ello se trata, a pesar de que parezca ahora ridículo o fuera de tono siquiera mencionarlo?

Era entonces, reitero, un espacio construido por demócratas, desde la democracia, en democracia y para la Democracia. Sigue siendo un proyecto, una brújula, con un norte moral y épico, sobre todo en las actuales circunstancias del país porque nadie imaginó nunca que pudiéramos llegar a lo que hemos llegado.

Deseo recordar que en y desde esos espacios universitarios que constituían en unidad Instituto y Escuela, se comenzó a llamar la atención en las aulas, en trabajos publicados, en Seminarios internos, conversaciones de pasillo y demás, sobre los peligros que corría el Sistema Político Venezolano de seguir por el camino equivocado del populismo y la corrupción, entre otros, horadando así el apego ciudadano a la cultura política democrática y abriendo las puertas al pasado de gendarmería caudillista y militar en apariencia superado.

Y aunque no sea la de hoy fecha para festejos, suerte vivida esa la nuestra en la que nos formaron como ciudadanos de la polis. De esa primera camada surgieron investigadores, profesores, autoridades universitarias que hasta Decanos de Facultad y Directores de Escuela llegaron a ser.

La vida continúa y desde aquellos pioneros tiempos que hoy recordamos con orgullo se han ido multiplicando los estudios políticos en el país, y ya la gente no se extraña ni al oír ni al decir que se trata de un politólogo. En la UCV por ejemplo se está graduando por estos días la promoción LXXVIII.

Los retos del politólogo de hoy en Venezuela están estrechamente, urgentemente, vinculados a encontrar salidas convenientes al país para sacarlo del estado aberrante que atraviesan sus gentes y principios en manos de los que ejercen la dictadura.

Los de ayer sentamos unas bases, a los de hoy corresponde abrir nuevos caminos.

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