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Madeleine Albright y el Fascismo

Carlos Armando Figueredo

Madeleine Albright, una de las mentes más brillantes de nuestra época, quien nació en Checoeslovaquia, el 15 de mayo de 1937 y cuyo nombre original era Marie Jana Korbelová, fue Secretario de Estado de los Estados Unidos, bajo la presidencia de Clinton, así como embajadora en las Naciones Unidas. Su vasta experiencia en el sector público, así como en el sector académico la han llevado a publicar, este año, un libro titulado “Fascism – A Warning” y que ha sido publicado en español bajo el título “Fascismo – Una Advertencia.

Frente a la equivocada idea que muchos tienen de lo que es fascismo dice lo siguiente: “Un fascista es alguien que pretende hablar en nombre de toda una nación o de un grupo, sin absolutamente preocuparse de los derechos de los demás, y que está dispuesto a valerse de la violencia y de cualesquiera otros medios que sean necesarios que él o ella consideren necesarios para lograr las metas que pudieran tener.

Deja claro, en su libro, que, el siglo XX fueron fascistas, Mussolini Hitler y Franco, pero que también lo fue Stalin, el comunista para quien, tal como lo afirman muchos izquierdistas, son fascistas todos quienes piensan distinto a ellos.

Advierte Albright que en el mundo actual hay una tendencia al surgimiento del fascismo, que se ha entronizado en gobiernos supuestamente democráticos y en otros marcadamente totalitarios y dictatoriales.

Cita ejemplos de jefes de gobiernos y jefes de Estados de derecha y de izquierda que pueden considerarse fascistas, incluso cuando alegan ser antifascistas, y basta con citar casos:

Dedica muchas páginas a Venezuela; en cuanto a Chávez dice:

Hugo Chávez fue algo más que un entretenedor; él representaba  a un gran grupo de sus electores que se sentía excluido de su propia democracia. Miembros de ese grupo lo llevaron a  su alta función, cargando con él, luciendo sus camisetas y gorros de beisbol rojos; y encantados con la victoria que habían logrado. Sin embargo, la gobernabilidad en el siglo veintiuno es singularmente exigente, ciertamente mucho más de lo que Chávez pudo percibir originalmente. Al ser estimulado, estimaba que la solución era de dejar atrás aún más las costumbres democráticas y valerse del poder que había acumulado para colocar una cuña aún más profunda entre sus partidarios y las fuerzas unidas contra él. Ese no era el enfoque más sabio pero a él le parecía que era el más fácil y el que se adecuaba más al sentido que él había desarrollado en su nicho en la historia.[1]

En cuanto a Maduro, expresa lo siguiente:

Maduro es fuerte y tiene un bigote recortado. Lo que no tiene es suficiente ingenio, encanto, o riquezas petroleras para calzar las botas de Chávez, a quien él adora. El nuevo presidente tomó el timón de una economía en aguas turbulentas y dirigió la nave hacia Armagedón. Para pagar deudas hurgó en las reservas financieras del país. Sin reservas, Venezuela no tiene cómo costearse las importaciones. Sin importaciones, los productos de primera necesidad no están disponibles. Para generar fondos, el gobierno imprimió más dinero. El valor de la divisa nacional –el bolívar fuerte– ha caído a cerca de cero, mientras la tasa de inflación es la más alta del mundo. El resultado es miseria.

Durante meses, a principios de 2017, ciudadanos furiosos llevaron sus quejas a la calle, vociferando consignas anti Maduro, mientras trataban de proteger sus cuerpos con cascos de motocicletas, rodilleras de cartón, y escudos hechos en casa, pintados con los colores amarillo, azul y rojo del país.

El presidente hubiera podido aliviar la crisis al admitir errores del pasado y adoptar una política para unir el país. Ello hubiera causado que los inversionistas extranjeros tuvieran un nuevo punto de vista ante la situación y fomentaran nueva iniciativas regionales y globales para ayudar. En lugar de ello, aumentó la represión. Para Maduro, uno o bien trata de implantar la revolución chavista o la traiciona –y él es un revolucionario terco que no se arrepiente. En julio de 2017 fabricó un referendo para reemplazar al parlamento electo, con una asamblea de plenos poderes formada por partidarios que son títeres. Su tarea es la de redactar una constitución que supla a la de Chávez, que según éste predijo duraría siglos. Bajo instrucciones de Maduro, los principales partidos de oposición han sido ilegalizados, mientras rivales políticos e incluso algunos antiguos partidarios suyos han sido apresados o forzados a exilarse. Respondiendo a las protestas callejeras, las fuerzas de seguridad mataron a más de 120 civiles y maltrataron y arrestaron a miles más. Para asegurar lealtad, los militares y ex militares se han encargado de funciones gubernamentales y privadas, incluyendo las de producción de petróleo y de distribución de alimentos.[2]

Habla también de otros jefes de gobierno y Estado de otros países, supuestamente democráticos, como Erdogan, de Turquía, Orbán., de Hungría, Kaczinski, de Polonia, todos con marcadas tendencias fascistas.

Como partidaria del partido democrático crítica al Presidente Trump que, según ella tiene rasgos fascistas.

[1] Madeleine Albright Fascism – A Warning -Harper Collins, 2018 (Traducción de Carlos Armando Figueredo) p. 135.

[2] Ibidem, pp. 133 ss.

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