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Moral y Luces para esta y próximas generaciones

Antonio J. Benítez
Sin principios y sin educación no hay país que valga” ANALITICA, noviembre 14, 2014

Con el transcurso del tiempo los pueblos ancestrales se vieron obligados a abandonar su individualismo primitivo para poder asegurar su supervivencia. Así, efectivamente, descubrieron que si no se unían con sus semejantes no tendrían posibilidades de prosperidad.  Pero al mismo tiempo descubrieron que la unión desordenada tampoco era la mejor solución. Se vieron obligados por las circunstancias a fijar reglas y principios de convivencia y es ese comportamiento ordenado el que dio lugar a las grandes civilizaciones de la antigüedad cuyos orígenes provienen de la China antigua, del código de Hammurabi en Mesopotamia y se extendieron a Grecia y Roma hasta convertirse en un hecho planetario. El politólogo, Oscar Diego Bautista, analizando los aportes de pensadores clásicos y modernos, resume la importancia que siguen teniendo los valores y principios morales en los quehaceres de la vida cotidiana y en el funcionamiento de sus instituciones:

Los antiguos griegos, que gustaban de practicar la filosofía, ante la pregunta: ¿Qué es mejor, el gobierno de los hombres o el de las leyes? Respondían que cuando las leyes son buenas benefician a la comunidad política siempre que los hombres las respeten y las apliquen, pero ante la evidencia de que éstas no se respetaban, la respuesta era contar con hombres buenos, ya que éstos además de actuar correctamente en cada uno de sus actos, respetaban la ley. En esta cultura, los individuos con un gran reconocimiento y decoro eran considerados “Hombres Ley”. Parafraseando esta idea y cuestionándonos si es mejor el gobierno de los hombres o el de las instituciones, sin duda la respuesta sería similar. Son los hombres los que hacen las leyes y las instituciones. Y así como un hombre bueno era antaño considerado un “Hombre Ley”, un hombre con principios éticos en el ámbito público puede considerarse como un “Hombre Institución”, de donde se deduce que cualquier mejora en la operación de las instituciones públicas, y por tanto de la credibilidad en estas, será posible si se eleva la conducta moral de los individuos que la integran mediante una adecuada formación ética. La importancia de poner atención en la conducta de los hombres públicos la resalta Douglas North al decir: “Las instituciones son una creación humana, evolucionan y son alteradas por humanos. Por consiguiente, se deberá empezar por el individuo” (Douglas North, 1993): (Ética y política: valores para un buen gobierno http://hdl.handle.net/20.500.11799/58623).

Ampliando lo expuesto por Oscar Diego Bautista, el filósofo Manuel Toscano expone igualmente con claridad la importancia de los valores en una sociedad que pretende ser libre. Y para ello, sostiene que esa sociedad debe reconocer la supremacía de la ley.  Afirma Toscano que….

… el imperio de la ley es un valor moral; mejor dicho, es un ideal ético-político acerca de cómo los hombres libres deben gobernarse. Ese ideal está bien anclado en los orígenes de nuestra tradición de pensamiento político y se puede rastrear hasta Platón o Cicerón, quien escribió que allí donde no hay ley no existe la ciudad, esto es, una comunidad de ciudadanos libres que se autogobiernan.   En nuestros días pensadores como Friedrich Hayek o Lon Fuller mantienen esa idea de que lo que distingue a un país libre es precisamente el respeto por el imperio de la ley (rule of law). Es un ideal complejo que comprende principios formales y procedimentales acerca de cómo deben ser las normas jurídicas y cómo deben ser administradas, pero Hayek explica su núcleo sin tecnicismos: el Estado ha de estar sometido en todas sus acciones a normas generales, fijas, públicas y previamente conocidas, aplicadas por tribunales imparciales e independientes, de forma que los ciudadanos puedan orientar su conducta por ellas y anticipar con seguridad razonable cómo actuarán las autoridades. La mención a los clásicos es importante para recordar la poderosa intuición que encarna el imperio de la ley: ser libre significa no estar sujeto a la voluntad arbitraria de otro, ya sea un tirano o la multitud; para ello todos, gobernantes y gobernados, hemos de someternos a la misma ley. Que la ley ha de ser suprema e igual para todos está desde antiguo ligado al estatus de ciudadano, por lo que difícilmente cabría imaginar una comunidad de ciudadanos, libres e iguales, sin el imperio de la ley. Manuel Toscano. 07 diciembre 2017. http://www.letraslibres.com/mexico/revista/el-imperio-la-ley-y-la-democracia

Lograr ese estado de humanidad ha requerido la reglamentación del comportamiento humano a través de la caracterización de sus actitudes, de sus acciones y de la consideración si éstas son buenas o malas para la comunidad. Igualmente, ha sido necesario llevarlas luego, a través de su práctica sostenida, hasta convertirlas en costumbre de uso constante y automático para que, una vez aceptadas por todos, las sociedades las conviertan en sus principios y valores morales, los codifiquen y transformen en leyes que al final darán cuerpo al Estado de Derecho. Pero, esos principios, una vez establecidos no quedan grabados en piedra dado que la sociedad es dinámica. Así, los principios, siendo igualmente, en su esencia, dinámicos, ninguna sociedad llegará jamás a la perfección. No obstante, esa es la fuerza que las impulsa a proseguir a perpetuar sus valores y principios fundamentales y a la búsqueda de nuevas y mejores formas de bienestar y convivencia ciudadana. Es imperativo entonces que los estudiosos del comportamiento humano, filósofos, científicos sociales, políticos, convertidos en heraldos, sigan pregonando a los cuatro vientos sus ideas y reflexiones sobre estos temas a fin de seguir moldeando las pasiones humanas para que el individuo se reconozca en su humanidad y se decida a no volver a su caverna individual y así, liberar sus fuerzas para construir una sociedad basada en principios y valores que garanticen la cohesión y la paz social.

Las naciones más avanzadas de nuestra época comenzaron por hacer de estos principios las bases fundacionales de sus sociedades. tal la hoja de ruta, o Pacto que se fijaron los Peregrinos del Mayflower en 1620 cuyos principios quedaron gravados para la eternidad en la Constitución de los Estados Unidos de América. No obstante, esta evidencia, muchos pueblos se están quedando rezagados en la cola del pelotón de países desarrollados por no haberse percatado aún de estos simples mecanismos. Entre estos se encuentra Venezuela.

Al comenzar el nacimiento de la república, Miranda, y Bolívar más tarde, cuando estaba por ofrendarnos un país libre, se dio cuenta que el país carecía de los principios elementales que dan vida a una sociedad democrática. El Libertador, conocedor de los clásicos y de los ideales de la Revolución francesa, tenía muy clara su ambición; sabía muy bien que la sociedad venezolana tenía ante sí el reto de afirmarse como nación libre, sobre la base de sólidos principios morales, de honestidad y la luz del conocimiento de un pueblo educado, compuesto de hombres y mujeres libres, capaces de autogobernarse bajo el imperio de la ley y con el debido respeto que nos debemos los unos a los otros. De ahí la justificación e importancia de su extraordinario mensaje: Moral y Cívica serán nuestras primeras necesidades.

Así, con gran ambición, aún en medio de grandes sobresaltos políticos, se han ido creando muchas constituciones y leyes estableciendo reglas y principios morales para cimentar la sociedad.  Es cierto, se ha logrado algún progreso en la educación y, en lo moral, las leyes creadas contienen los principios y deberes básicos para el buen funcionamiento y progreso de la sociedad. Pero ese gran esfuerzo ha sido frustrado por el continuo borrón y cuenta nueva del acervo legal. Las leyes no se aplican de manera sistemática y constante, por ello, el pueblo no puede desarrollar la costumbre de obediencia a la ley y el respeto de sus deberes cívicos. La construcción de las bases fundacionales de la Republica sigue inconclusa. Se requiere de un ambiente cultural propicio para crear las raíces de una tradición que transmita y mantenga los valores de generación en generación. Este ideal no se logrado porque en su lugar lo que se ha arraigado es la costumbre que con mucho orgullo llamamos la viveza criolla, y que no es otra cosa que el retorno a la caverna del individualismo primitivo, exactamente lo contrario de lo que el Libertador deseaba para los venezolanos. Con razón, decía Francis Bacon, siglos atrás, que “No hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente” Así, carente de formación cívica suficiente, el pueblo no tiene capacidad para entender qué es y que significa el poder del pueblo; no tiene capacidad para ejercer una contraloría y presión social fuerte y civilizada para rechazar con firmeza y determinación el incumplimiento y las violaciones de la ley o el desvío de su misión por parte de los servidores públicos, guardianes de la ley. Ante la ausencia de patrones de buena administración, el pueblo no tendrá reparos en delinquir y dejar de lado sus deberes cívicos lo que lo coloca en un estado de total indefensión. Frente a las autoridades por no estar en condiciones de identificar la arbitrariedad y los abusos de autoridad y por su ignorancia de las leyes, pues de buena fe puede considerar la arbitrariedad como algo inofensivo. Y, frente a sí mismo, por cuanto la ignorancia de la ley puede, sin mala intención, conducirlo inocentemente, a cometer delitos graves y actos de incivilidad con serias consecuencias, inclusive para su familia. Delitos que tendrá que pagar, por cuanto la ignorancia de la ley no exime el cumplimiento.  Ignorantia juris non excusat. Y todo esto ocurre, en mi opinión, porque, por una parte, ha habido muy pocos políticos y muy pocos funcionarios públicos resueltos a obedecer y aplicar las leyes y por la otra, un pueblo, en su gran mayoría, poco conocedor, ignorante de la importancia de esas leyes para su propio bienestar.

Como hemos visto, dotar a un pueblo de valores y principios morales no se logra solamente a punta de leyes y constituciones, pues …las instituciones son una creación humana, evolucionan y son alteradas por humanos. Por consiguiente, se deberá empezar por el individuo.  He aquí la justificación para retomar el mensaje del padre de la patria. En consecuencia, propongo que con urgencia se diseñe y se ponga en practica un programa de formación ética, cuya meta es de lograr que, a partir de esta generación, los habitantes de esta tierra de gracia tengan presente en sus quehaceres de cada día el mensaje de moral y luces que nos dejó el Libertador.

Ese programa deberá hacer lo necesario para que el venezolano adquiera la información que le permita en todo momento reconocer que la constitución es un conjunto de principios morales que conforman el pacto social, un pacto civil entre ciudadanos, considerados como el pueblo soberano, y de reconocer que como pueblo soberano es él el dueño del poder y no los gobernantes de turno. Que, estén claros que el presidente de la República y los diputados lo son en representación del pueblo y, por consiguiente, una vez electos solo le deben lealtad al pueblo y no al partido que los ha llevado a la elección. Que entiendan que el partido es solo una institución administrativa y promocional del proceso electoral. Que entienda que, mediante ese pacto civil, le transfiere su poder a los gobernantes para que ellos, en su nombre, ejecuten el pacto, es decir los múltiples servicios y áreas de actividad que la sociedad necesita para su funcionamiento.  Entre los poderes que el pueblo les transfiere a sus gobernantes se encuentra el uso de la fuerza armada y la coerción legal para asegurar el orden público, la protección de la sociedad y la protección de las fronteras y la administración de las finanzas. El programa debe incluir la información básica sobre el significado de las leyes que derivan de la constitución, así como de los tratados y convenciones internacionales que pasan a ser parte del acervo legal de la República cuando el gobierno de turno los haya ratificado. Los programas de formación deberán ser formulados con el aporte de profesionales provenientes del ministerio de Educación, universidades, colegios profesionales, organizaciones no-gubernamentales, y claro, entre otros, no debería faltar un numero 0800.. gratis y una enciclopedia electrónica para ampliar las fuentes de información básica para el ciudadano. Su financiamiento debiera ser incluido en el presupuesto nacional

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