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No más abusos impunes

Hoy el gobierno tiene menos apoyo que el 6D. La explicación es sencilla. No ha resuelto ni uno sólo de los problemas vitales que agobian a los venezolanos: Escasez de comida, de medicamentos, una matazón insoportable a escala nacional, y todas las demás calamidades que han tornado dura e ingrata la vida de millones de venezolanos.

Como los dueños del poder se vanaglorian de estar ejecutando una “revolución socialista”, habría que concluir que en Venezuela impera el socialismo cavernícola, con la justicia administrada por el mazo de Trucutrú.

En cambio, la oposición está mucho mejor que antes. Ganó las elecciones por paliza y el número de sus diputados a la Asamblea Nacional duplica al de los del gobierno. En apenas tres meses ha aprobado leyes fundamentales para el restablecimiento progresivo de la democracia y del Estado de Derecho. La más emblemática es la Ley de Amnistía y Reconciliación, que ha desatado la furia incontenible del gobierno, decidido a que los presos políticos se pudran en las cárceles, y que los exiliados no puedan recibir cristiana sepultura en la tierra que los vió nacer.

La diferencia con la anterior Asamblea Nacional es del cielo a la tierra. Recordemos el talante jaquetón y pendenciero de su presidente Diosdado Cabello, y la tajante arbitrariedad de sus decisiones. Manu militari despojó de su inmunidad parlamentaria a la diputada María Corina Machado, ejecutó con descaro todo tipo de trapisondas para lograr el voto decisivo (diputado 99) para despojar también de su inmunidad parlamentaria a su paisano y ex copartidario “Gato” Briceño.

A pesar de una mayoría tan sólida y de una actuación tan positiva, la Asamblea Nacional confronta problemas no desdeñables. Maduro y su gobierno están decididos a no reconocerle sus atribuciones y prerrogativas institucionales como Poder Legislativo. Estamos viendo que la Asamblea Nacional aprueba leyes y el gobierno no las promulga, tiene prohibido a sus funcionarios concurrir cuando la Asamblea Nacional lo solicita en ejercicio de sus facultades constitucionales de control, y continúa actuando tan al margen de la Constitución y la ley que ya colectivos paramilitares armados están tratando de atemorizar a los diputados de oposición para que no concurran a las sesiones.

¿Qué hacer? La respuesta corresponde a los estrategas, quienes deben disponer de informaciones y elementos de juicio que los ayuden a señalar rumbos.

Como observador uno aprecia que la Asamblea Nacional debe continuar como hasta ahora, desarrollando sus atribuciones constitucionales de legislar, controlar y debatir sin desanimarse porque el gobierno no le pare bolas. Uno supone que los diputados de la oposición se ponen en contacto permanente con sus electores, informándolos y estimulándolos. El saboteo oficial los obliga a desarrollar y diversificar ese contacto permanente a los fines de contrarrestar toda manifestación de pesimismo y derrotismo.

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