Opinión Internacional

29 a 5

La recién culminada Cumbre de Las Américas, -en su IV Edición-, evidenció la dificultosa situación de nuestro país en materia internacional; debido a la aplicación de una diplomacia directa basada en la exhibición (y distribución) de nuestra riqueza petrolera y en el conflicto permanente con los Estados Unidos.

Y es que –incluso- desde un punto de “vista bolivariano”, la participación venezolana en la IV Cumbre de Las Américas fue un fiasco. En primer lugar, la correlación de fuerzas que quedó evidenciada a favor del ALCA, nos demuestra que dicha propuesta no fue “enterrada”; tal cual como se había pregonado y propuesto en forma pública y notoria. En segundo término, la Alternativa Bolivariana para Las Américas (ALBA); tampoco fue considerada (en serio) en dicho evento. Pero además, la participación del ciudadano Presidente de la República, en la autodenominada “Anti-Cumbre” o “Cumbre de Los Pueblos”, se limitó a la repetición de las viejas y desgastadas consignas anti-estadounidenses que tan sólo despertaron (según leo en la prensa dominical), algunos comentarios marginales y despectivos en Estados Unidos. Toda una hazaña pues.

La búsqueda de un mundo más equilibrado y basado en la ampliación y profundización de la democracia, la solidaridad y la paz internacional son propósitos loables; tal como se pregona en algún documento oficial. Sin embargo, el aporte venezolano hacia esos buenos propósitos será siempre minúsculo con la utilización de la estrategia del conflicto y del enfrentamiento permanente con todo aquel factor externo y/o interno, que se presuma piense diferente a la doctrina o más exactamente a los intereses oficiales.

Por otra parte, la utilización del petróleo como arma ideológico-política tampoco contribuye al establecimiento de relaciones de cooperación e intercambio económico en términos de equidad, cooperación y maximización de beneficios mutuos entre naciones. Es más, el ingrediente ideológico-político limita de manera lamentable el tratamiento de los temas verdaderamente importantes para nuestra región. De esta forma, la superación de la pobreza, el desarrollo económico o el endeudamiento externo, quedan subsumidos al resultado siempre ausente, de una “batalla imaginaria y maniquea” entre pobres y ricos o ente “salvapatrias” y bandidos.

En este contexto, el ALBA (si es que para el momento existe) no debe reducirse a una mera respuesta reactiva y reaccionaria a cualquier otro enfoque de cooperación y desarrollo económico integrado para nuestra región. Eso de andar ofreciendo dólares por allí, “de país en país o de cumbre en cumbre”; deja mucho que desear en materia de política internacional. Es más hasta podría resultar antipático.

La diplomacia venezolana tendría que poseer cierto grado de desarrollo técnico que le permitiera emprender iniciativas verdaderamente contributivas y constructivas. ¿Es qué acaso ya no existen dependencias estatales encargadas del análisis y elaboración de políticas y de proyectos en materia de cooperación técnica internacional?

La “Anti-Cumbre” o Cumbre de Los Pueblos, más que comentarios o críticas, genera interrogantes. En principio, cualquier persona o grupo tiene derecho a expresar sus opiniones, observaciones o quejas. Eso constituye un derecho universal. Sin discusión. Las interrogantes comienzan cuando se pretenden solucionar las necesidades y reclamos de los grupos o pueblos con mera ideología. ¿Es qué acaso los problemas de exclusión económica y social de nuestro continente se resuelven con afiches del “Che” Guevara”? ¿Es la respuesta de desarrollo y prosperidad para los millones de pobres de América Latina: la lucha de clases, el antiamericanismo o las loas a Fidel? Pensamos que no. La denominada “Anti-Cumbre” significó una nueva pérdida de oportunidades para construir un espacio de debate plural y tolerante, con respeto a la diversidad y a la participación de las ciudadanas y ciudadanos para la construcción de propuestas en torno a su problemática. Así que por favor, que no se engañe más a la gente; ni se manipule con sus necesidades.

El tratamiento de los grandes problemas del continente americano -con los gringos y canadienses incluidos-, no pueden reducirse a un “show mediático” o a los intereses políticos de una parcela ideológica. Nuestras realidades, nuestras culturas, nuestros pueblos requieren de soluciones efectivas. El odio y la exclusión, sólo conducen a eso, a más odio y a más exclusión. Y esa definitivamente no es la salida que necesitamos, ni por la que trabajamos…

Nuestros pueblos requieren de gobiernos eficientes, pero también responsables y transparentes. La acción de nuestros gobiernos debería estar enmarcada en el reconocimiento y en el respeto de los derechos ciudadanos y de su inclusión en los asuntos públicos, como una alternativa hacia la prosperidad, la modernidad y el desarrollo.

En el béisbol (nuestro pasatiempo nacional), un juego que finalize con un resultado de 29 a 5 representa una verdadera paliza. Ojalá se haya entendido el mensaje.

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