Opinión Internacional

Abril, el mes más cruel

Curiosidades: hasta el primer día de febrero, el partido del presidente egipcio Hosni Mubarak (Partido Nacional Democrático) militaba en la misma organización política internacional que dos fuerzas argentinas que seguramente consolidarán su alianza en el comicio presidencial de octubre: el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical. El PND egipcio formaba parte de la Internacional Socialista hasta hace menos de una semana, cuando fue separado porque esta corporación descubrió que su sección egipcia “no cumplía con los objetivos políticos” que proclama. Poco antes había separado a otra fuerza de la región, cuando expulsó a la Reagrupación Constitucional Democrática de Túnez, del depuesto presidente Zine El Abidine Ben Alí.

Como se ve, en el territorio de la política en todos lados se cuecen habas: la convivencia en un mismo envase de corrientes que, juzgadas por sus proclamas, parecen muy diferentes, contradictorias y hasta opuestas entre sí no es un rasgo excepcional. Algún factor que momentáneamente eclipsa las purezas principistas y las intransigencias sostiene esa  cohabitación durante períodos de duración indefinida, hasta que  irrumpe un hecho fuerte y quiebra la coexistencia.

El oficialismo está empezando a experimentar este deletéreo proceso. Hasta el 27 de octubre, aunque cada vez con  mayores dificultades, la presencia dominante de Néstor Kirchner conseguía contener en ese mismo redil fuerzas, corrientes e intereses dispares, encontrados, antitéticos. La muerte de Kirchner fue el hecho fuerte a partir del cual,  y pese a la cautela  con que la mayoría de los actores  trata de moverse para no aparecer como el culpable de una ruptura, el proceso de centrifugación  se ha ido acentuando.

La declinación del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, es un reflejo menor de esa tendencia. Las divergencias públicas sobre temas de seguridad, otro, más significativo. La actitud a asumir frente a las candidaturas de octubre uno que  crece a la sombra, como los hongos, pero que  no tardará en iluminar con su explosión todo el paisaje.

Esta semana se conocieron –merced a la indiscreción de Wikileaks- opiniones que (con Kirchner aún en vida) sostenía una  figura importante del oficialismo como el vicegobernador bonaerense Alberto Balestrini, que todavía no había sido golpeado por el ACV que hasta ahora lo mantiene fuera de juego.

Balestrini, superando una renuencia que compartía con la mayoría de los jefes territoriales bonaerenses había aceptado formar parte de las llamadas listas testimoniales, con las que Kirchner labró en 2009 la derrota electoral del PJ en la provincia. “La estrella de los Kirchner se apagó”, sostenía entonces Balestrini –según el cable revelado por  Wikileaks-, y agregaba que “la única razón” por la que Néstor Kirchner recibió votos en el comicio del 28 de junio de 2009 fue porque “se ató a los principales intendentes y los obligó a ser candidatos”. El vicegobernador –que llegó a ese cargo desde la intendencia de La Matanza- conocía y reflejaba con precisión la opinión de los jefes territoriales del conurbano, de quienes era un referente insoslayable.

Esos jefes territoriales –y sin duda también el gobernador de la provincia-  se oponen a la idea que florece en la Casa Rosada de habilitar listas “colectoras” en el distrito, es decir, boletas que compartan con el PJ  la fórmula presidencial pero compitan con él por las candidaturas provinciales y municipales.  Ya Néstor Kirchner, que  evaluaba esta  posibilidad,  había sido avisado por  los jefes territoriales de que no debía intentarla.

Ahora la idea de impulsar colectoras ha sido retomada por la llamada “corriente progresista” del oficialismo que, al parecer, orientan con diferente peso, responsabilidad e influencia, el periodista-consejero Horacio Verbitsky, la ministra Nilda Garré y el titular de la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia, Carlos Zanini. Ellos aspiran a ofrecerle al diputado Martín Sabbatella (ex intendente de Morón, con estación de origen en el Partido Comunista)  una franquicia sobre la fórmula mayor del oficialismo, para que él se presente como candidato a gobernador bonaerense y enganche en ese convoy a fuerzas de izquierda y a peronistas que no alcancen a colocarse en las boletas del PJ  de diputados nacionales y provinciales, intendentes y concejales de los distintos municipios bonaerenses).  La especulación aritmético-política de sus impulsores  supone que de ese modo una candidatura presidencial de Cristina Kirchner sumaría los votos  justicialistas  que  acompañan a los jefes territoriales bonaerenses y los del sedicente progresismo  que sea seducido por Sabbatella. 

En este cálculo, los votos  bonaerenses de la eventual candidatura presidencial de Cristina Kirchner superarían, por definición, a los que reciba  Daniel Scioli, a quien el progresismo  oficialismo combate … pero necesita si es que quiere tener una boleta presidencial ganadora en el vital distrito.  Para esta postura la prioridad (casi podría decirse, la preocupación exclusiva) es garantizar  la reelección de Cristina de Kirchner, más allá de (o, mejor:  desentendiéndose de) la suerte electoral que corran los candidatos del PJ a la gobernación, a las intendencias y a las concejalías. La segunda prioridad: que Scioli,  a quien sólo admiten  como candidato a gobernador porque la necesidad tiene cara de hereje,  obtenga menos (muchos menos, es la intención) sufragios que Cristina de Kirchner. Esto porque ya están pensando en el período político posterior.

La simple aritmética y la política no van siempre de la mano, sin embargo: en este terreno, dos más dos  a menudo no suman cuatro. A veces  lo que se imagina como una adición termina convertido en una división.

 Los  jefes territoriales del conurbano ya están avisando que no soportarán las listas  colectoras, a las que consideran una manifestación de  competencia desleal y parasitismo político. “Los que quieran competir, que vengan  a las  internas”, dicen.  La mención a las elecciones internas puede ser entendida como un amable recordatorio: la ley prescribe la elección primaria de candidatos presidenciales en agosto y una insistencia de la Casa Rosada en facilitar las colectoras “progresistas” podría determinar que  los jefes territoriales sugieran, de cara a agosto, una alternativa a la postulación de la actual presidente. Secreto a voces: Daniel Scioli mide mejor que la señora de Kirchner. 

El sector del  kirchnerismo “progresista” vive la situación actual como potencialmente catastrófica. En un paisaje en el que  figuras como Daniel Scioli o Mauricio Macri,  el reaparecido nombre de Carlos Reutemann,  Eduardo Duhalde, Julio Cobos y hasta Ernesto Sanz aparecen como considerables amenazas electorales , ese sector  teme la frustración de lo que definen como su “proyecto”. Para los más veteranos, que ya sufrieron cuando Juan Perón  apartó al camporismo en los años 70,  esa sensación de deja vu se torna  insoportable e induce a  la pelea desesperada.

La Presidente se mueve en este mundo de tensiones tratando de  hacer gestos bonapartistas, procurando aparentar posiciones de equilibrio, tratando de conducir sin disgustar a nadie. 

El bonapartismo –o cesarismo, en la denominación de Antonio Gramsci- es una conducción arbitral que se empina sobre “ una situación en la cual las fuerzas en lucha se equilibran de una manera catastrófica, de manera tal que la continuación de la lucha no concluiría en destrucción recíproca”.  Claro está, no alcanza con  los gestos, conducir implica tener la fuerza y el empuje para  contener a los extremos y conducirlos. Cuando se discutió el tema de la imputabilidad criminal de menores,  por ejemplo, la señora de Kirchner quiso manejarse desde el centro entre la posición del gobernador bonaerense (favorable a dar vigencia legal al proyecto ya aprobado en el Senado, que incorpora la penalización a partir de los 14 años) y la de su ala progresista, que rechaza la disminución de la edad.  En rigor, ninguna de las alas retrocedió de sus posturas anteriores. 

El tema de la seguridad volvió a emerger esta semana, cuando el Canciller Héctor Timerman (casi un fundador del cristinismo y miembro adscripto al club progresista) se lanzó  contra el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, acusándolo de enviar a miembros de la Policía Metropolitana a estudiar a El Salvador en  la International Law Enforcement Academy (ILEA), un centro mundial de formación de fuerzas policiales creado por iniciativa del ex presidente norteamericano Bill Clinton como contribución de su país a la lucha mundial contra el crimen organizado y el delito en general.

En su ataque contra Macri (probable candidato opositor) Timerman embistió, sin demasiada diplomacia, contra los Estados Unidos, imputándole, por sostener esta academia, la financiación de “cursos de tortura” y “técnicas golpistas”.  Podría suponerse que la reacción del Canciller era un modo de sangrar por la herida, tras la noticia de que Barack Obama visitará  Chile y Brasil en Marzo, pero sólo sobrevolará Argentina. No obstante, Timerman informó que esta diferencia con Estados Unidos es más antigua: «Tal vez la gente debería saber que el Presidente Néstor Kirchner en 2006 prohibió que miembros del Ejército y de la Policía Federal atiendan las sucesoras de la Escuela de las Américas», reveló.

Es probable que, deseoso de exponer su kirchnerismo progresista, Timerman haya incrementado los problemas del gobierno con su expansión verbal. Porque desde La Plata el ministro de seguridad provincial,  Ricardo Provincial puso de manifiesto que no sólo la policía de la Ciudad de Buenos Aires ha enviado efectivos a la Academia de El Salvador, sino también la Bonaerense y la propia Policía Federal, que depende del gobierno Nacional. «El año pasado –abundó Casal-  fueron la Policía Federal, la metropolitana, la Prefectura, la policía de Córdoba, de Chile, de la provincia de Buenos Aires, del Uruguay, del Paraguay y del Brasil». 

Se supone que un ministro de Relaciones Exteriores es  una figura empinada y representativa en un gobierno.   El discurso de Timerman sobre este punto se convierte, pues, en  una manifestación del  barullo interno que  reina en el oficialismo. Aun para desplegar una política de confrontación se puede actuar con  eficacia. ¿Era necesario, para atacar a un eventual candidato presidencial opositor como Macri, ofender a los Estados Unidos y a los países que envían efectivos a la Academia de marras? ¿Era preciso dejar mal parada a la ministra de Seguridad, Nilda Garré, que tiene efectivos de la Federal en  la cuestionada institución  en El Salvador? ¿Era imprescindible colocar  a provincias e instituciones de Seguridad en la virtual situación de acusados de enviar personal a instruirse  “en técnicas golpistas o métodos de tortura”?

En fin, puesto que  tantas fuerzas nacionales y provinciales acuden a El Salvador a recibir instrucción en estas materias pese a la “prohibición” de Néstor Kirchner en 2006, Timerman ha puesto al gobierno ante la necesidad de explicar si aquél úkase del  entonces presidente  sigue en vigencia o si esa política ha sido debidamente modificada. Y por quién.  

Más allá de las palabras, lo que se observa es  que el gobierno zigzaguea, practica la danza y la contradanza, como si hubiera perdido el sentido de la orientación: por un lado alienta bloqueos de calles o de empresas , por otro, exhorta  a  que las manifestaciones se hagan “en la vereda y en el cordón, para que la gente pueda circular y llegue a la escuela, al trabajo, para que pueda llegar”.

Es probable que vacilaciones y tensiones  crezcan en las semanas próximas, cuando el año electoral comienza a ganar temperatura.  Néstor Kirchner todavía era capaz de mantener más o menos atado el paquete del oficialismo y sus aliados.  Sin él, su viuda  tendrá muy pronto que tomar decisiones que la involucran directamente y que, resuelva lo que resuelva, dejarán heridas y provocarán reacomodamientos importantes.  Nunca después de abril, el mes donde, como decía T.S. Elliot, “se mezclan la memoria y el deseo”.

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