Opinión Internacional

Argentina: Elecciones legislativas envueltas por la apatia

Los argentinos fueron a votar el domingo 14 de octubre sin ningún entusiasmo.

Frente a un riesgo país que ha llegado a los 1900 puntos, ocupando así el primer puesto en el mundo, y una crisis económica que se hace sentir en los bolsillos de la mayor parte de la población, la ciudadanía ha tomado las elecciones legislativas con total desinterés, e incluso, con enojo. Son muchos los que habían puesto su esperanza en el gobierno de la Alianza por la Educación, la Justicia y el Trabajo que ganó las elecciones presidenciales dos años atrás. Pero la renuncia, hace apenas un año, del vicepresidente de la Nación, el otrora popular Carlos «Chacho» Alvarez, y el incumplimiento de un programa de gobierno que no prometía grandes cosas, pero sí mejoras en la economía del país, una mayor justicia distributiva y transparencia en la gestión de gobierno, han logrado que el electorado apenas reaccione ante los discursos y actos de campaña.

El escándalo por pagos secretos en el Senado de la Nación para que se voten determinadas leyes, que fue el motivo de la renuncia de Alvarez, y la manera en que los legisladores votaron superpoderes para el ministro Cavallo dejando en sus
manos decisiones vitales en materia económica, más el apoyo que dieron las cámaras al recorte de salarios a empleados públicos y de jubilaciones y pensiones, han acrecentado el disgusto de la población. Esta no se siente representada por
quienes votaron con tanta esperanza en los últimos años. Además, no se han visto signos de austeridad en la clase política ni independencia en la toma de decisiones. Sin crédito externo y con una economía estancada, continúan prevaleciendo los dictámenes del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y los intereses de la banca local, que sigue obteniendo enormes ganancias con sus préstamos al Estado, a tasas elevadísimas.

El voto en blanco o impugnado

En los principales distritos electorales, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, que reúnen a casi el 50% de los votantes, el deseo de votar en blanco o impugnar el voto se ha instaurado en la opinión pública. Al
comienzo de la campaña, era fuerte la tendencia a no ir a votar, pero siendo en Argentina el voto obligatorio, esto no podía ser evitado por la mayoría. De modo que, junto a una campaña de desprestigio de la clase política, comenzó a
circular la idea de utilizar el voto como protesta.

Este hecho ha alarmado tanto al gobierno como a los propios candidatos. En algunas encuestas en sitios en Internet que son muy consultados, los que se expresan a favor de impugnar
su voto llegan al 48% de las personas que respondieron, sobre
un total de varios miles de respuestas. Podría pensarse que
dado a que, según estudios realizados en el país, un 80% de
los usuarios habituales de Internet se encuentra entre los 15
y los 40 años, se estaría reflejando en este guarismo la
opinión de la gente joven, la mayoría de los cuales eran
niños pequeños o adolescentes cuando Argentina recuperó la
democracia luego de una sangrienta dictadura militar. La
desilusión de muchos jóvenes ante un futuro incierto y su
falta de confianza en una clase política que no ha sabido
representar sus intereses, estaría manifestándose de esta
manera.

Si bien las encuestas realizadas por consultoras de opinión
sobre muestras de población más representativas, no dan
cifras tan altas al voto en blanco o impugnado, en las
últimas semanas esta intención llegaba a entre el 25 y el 30%
del electorado, superando a la intención de voto por
candidatos concretos. Es que en esta elección, no han surgido
figuras políticas nuevas y los candidatos se repiten, aunque
se hayan creado alianzas o partidos políticos nuevos, como el
ARI, que lidera la popular diputada nacional Elisa Carrió.

Esta agrupación, que comenzó reuniendo a figuras importantes
de centro-izquierda, no ha tenido el apoyo ciudadano
esperado. Quizá se deba a que varios de sus candidatos ya han
pasado por otros partidos o alianzas anteriores y sus
discursos y argumentaciones no contienen propuestas novedosas
que logren quebrar la apatía reinante.

Es probable que nuevamente los resultados favorezcan a los
candidatos de los partidos tradicionales, la Unión Cívica
Radical, que continuará su alianza con el FREPASO en algunos
distritos, y el Partido Justicialista. No obstante, en
ciudades como la de Buenos Aires, ha crecido la intención de
voto por partidos de izquierda que, según las últimas
encuestas, estarían concitando el interés de casi un 20% del
electorado. Que el Justicialismo pueda ganar la primera
minoría en la Cámara de Diputados no significará un avance
para los que continúan apoyando al ex presidente Menem. Cada
vez más desprestigiado y acosado por la justicia luego de que
esta semana se confirmara la existencia de una cuenta secreta
en Suiza a su nombre, Menem apenas es mencionado por la
prensa y su influencia en los círculos del poder parece haber
disminuido sustancialmente.

La importancia de estas elecciones

A pesar de la falta de entusiasmo del electorado, estas
elecciones legislativas son importantes. Se renuevan por
mitades todas las legislaturas en el nivel municipal,
provincial y la Cámara de Diputados de la Nación. Lo más
probable es que la Alianza gobernante pierda la primera
minoría en esta cámara, lo que provocará una recomposición de
fuerzas en el país y una negociación más amplia con la
principal fuerza opositora, el Partido Justicialista.

En cuanto al Senado de la Nación, sus integrantes serán
elegidos de manera directa por primera vez en la historia
argentina. Hasta ahora, los senadores nacionales eran
elegidos por las legislaturas provinciales. La nueva
Constitución Nacional, que entró en vigencia en 1994,
dispuso que a partir del 2001 los senadores nacionales fueran
elegidos por el voto popular. Continuarán siendo tres
senadores por provincia, dos representando al partido que
obtenga más votos y uno representando al que ocupe el segundo
lugar.

Lo novedoso en esta elección de senadores es que, debido a la
Ley de Cupo Femenino, todas las listas se vieron obligados a
presentar una mujer como candidata. En este momento, sólo hay
2 senadoras nacionales sobre 72 miembros que tiene este
cuerpo. A partir de esta elección, habrá un 30% de senadoras,
lo que seguramente signará un cambio importante en el
funcionamiento de esta cámara. Si bien se espera que el
Justicialismo retenga la mayoría, la renovación de figuras
luego del desprestigio sufrido por el Senado el año pasado
quizá promueva un ejercicio más transparente y democrático en
este cuerpo.

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