Opinión Internacional

Argentina en contra de los ricos

AIPE- Cuando el único principio que guía las acciones es el maquiavélico concepto de aferrarse al poder sin importar mucho cómo, no es de extrañar que nos encontremos en Argentina con un gobierno que impulsa un aumento de 10 puntos a la tasa de 35% del impuesto a las ganancias para individuos que hayan superado el millón de dólares y empresas que ganen más de cinco millones. Esto sucede porque no hay voluntad para reducir el gasto gubernamental.

Como los ricos son pocos, el costo político parece menor, y hasta es posible que una mayoría de la población apoye tal medida. La iniciativa puede ser analizada desde varios enfoques diferentes. Veamos uno por uno:

  1. Un politólogo lo relacionaría al funcionamiento de la democracia. Este sistema permitiría evitar que pequeñas minorías abusen de su poder explotando a las mayorías. ¿Pero qué sucede cuando esto es al revés, cuando son las mayorías las que explotan a las minorías? Todos los mecanismos republicanos (derechos y garantías individuales, división de poderes, alternancia en el poder, revisión judicial, etc.) fueron diseñados para evitar eso pero… en este caso parecen insuficientes.
  2. Un abogado diría que se altera la seguridad jurídica. En efecto, como se refiere a ganancias generadas por actividades ya realizadas se alteran las condiciones que motivaron las mismas.
  3. Un economista hubiera, además, presentado el siguiente ejemplo: consideremos una empresa que tuvo ganancias por 5,25 millones sobre lo que debería pagar una tasa del 35%. Supongamos también que realizó 100 ventas por un millón cada una, es decir que tiene un margen de ganancias del 5,25% por venta. Cuando decidió hacer las cinco últimas ventas lo hizo porque le era rentable, si hubiera hecho 95 hubiera tenido ganancias por 4,99 millones. En el primer caso paga (5,25 x 35%) 1,84 millones en impuesto. En el segundo (4,99 x 35%) 1,75 millones. Pero ahora resulta que en el primer caso terminará pagando (5,25 x 45%) 2,36 millones, es decir 520.000 dólares más. La ganancia por cada venta de un millón siempre ha sido de 5,25%, es decir de 52.500 dólares, pero ahora al pasar de una tasa a la otra, esas últimas cinco ventas lo pasan a la nueva tasa del 45% y le generan los 520.000 dólares de impuestos adicionales, es decir 104.000 dólares de impuesto por venta. Bajo tales condiciones, esas ventas nunca se hubieran realizado porque generan pérdidas. Buenas decisiones en su momento, generan quebrantos ahora. También diría el economista que trasladar recursos del sector productivo al sector estatal destruye valor, resulta en una mala asignación de los escasos recursos.
  4. Todos, además, hubieran concluido que esos cambios afectarían notoriamente las decisiones futuras, sobre todo las de inversión. Y si no hay inversión no se generan nuevos puestos de trabajo y terminan perjudicándose a los pobres.
  5. Un psicólogo, tal vez, podría preguntarse por qué la gente que apoya esta medida lo hace. Y seguramente descubriría un conflicto: una gran cantidad de argentinos se manifestó el pasado 14 de octubre en contra de la «clase política» por medio del llamado «voto bronca». Y ahora algunos de esos mismos verían con buenos ojos una medida que pone cuantiosos recursos precisamente en manos de esa «clase» que quisieron repudiar. ¿Quién los entiende?

Pero ninguno de ellos logra mostrar la importancia del debate hasta que no se plantee en el plano moral. Este tipo de propuestas políticas prospera porque, en el fondo, no existe una justificación ética de las ganancias empresarias e individuales, lo cual las hace un blanco fácil. Muchos empresarios y economistas hacen énfasis en la «eficiencia» del sector privado y son blanco de la crítica de que en busca de la misma no escatimarían violar derechos de otros. Otros manifiestan que su prioridad no son las ganancias sino su «responsabilidad social» y nadie les cree. Por supuesto que el empresario busca la eficiencia y puede tener gran responsabilidad social, pero la verdadera justificación ética de sus ganancias es que son el resultado de satisfacer a otros, de suplir sus necesidades, y al hacerlo de la mejor forma los consumidores lo premian con ganancias. Esto que parece fácil de entender si uno piensa en artistas, deportistas o cantantes de fama -que hicieron fortuna haciendo un poco más feliz a la gente- no se comprende en el caso de otros «ricos», como los empresarios. Cierto es que algunos de ellos no pueden apoyarse en esta defensa ética cuando esas ganancias son resultado de privilegios políticos, la protección o el subsidio.

Pero sería bueno separar al empresario del mercantilista, reivindicar el sustento moral de las ganancias y dejar de lado esa indiferencia ante una iniciativa que castiga a los ricos, por el hecho de no ser nosotros uno de ellos. ©

Martín Krause es Corresponsal de la agencia de prensa AIPE.
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