Opinión Internacional

¿Barba en remojo?

Enviado por una colega amiga que es un fenómeno en información, recibí hoy este mensaje que sirve de mucho apoyo para algunas conjeturas recientemente hechas por mi, en relación con la liberación de presos políticos por parte del gobierno de Raúl Castro, así como con la inusitada apertura hacia la Iglesia Católica, que ha llegado a lo nunca antes imaginable:  conversaciones personales entre el jefe del gobierno cubano y el Cardenal Primado de La Habana.

En mis circunloquios mentales interiores, había llegado a pensar que la razón de fondo de tales actitudes podrían tener algo que ver con la presente crisis política que vivimos en Venezuela, pero, al mismo tiempo, consideré que, además, Fidel Castro o estaría muerto (lo que evidentemente no parecía cierto), o se encontraba decrépito en lo físico o en lo mental, lo que lo descataría como factor de poder y, eso, le abría abierto el ejercicio pleno de ese poder a su hermano Raúl.

En efecto, Cuba es hoy muy dependiente del apoyo económico que recibe de Venezuela, si no tanto como lo fue de la URSS, al menos en una proporción considerable de ello.  Que Cuba, que Raúl Castro acelere su apertura hacia el mundo democrático, puede tener como significado la extrema debilidad que,  en Venezuela, percibimos que tiene el gobierno chavista en el tiempo actual. El aflojar las tuercas de la opresión significa que en Cuba, y hacia el mundo exterior a Cuba, el gobierno de Raúl se prepara para una transcisión que no sea extremadamente crítica, como sí lo sería si mantiene la estrecha identidad hasta ahora vivida (bajo la égida de Fidel) con el llamado  «proyecto» chavista o socialismo del siglo XXI.

Una reciente aparición, digamos «normal» de Fidel Castro en la TV cubana, sin embargo, me derrumbó la referida reflexión, pues no se comprendería que con un Fidel en buenas condiciones Raúl ejerciera las medidas de apertura que ha venido realizando.

El video que me fue enviado, al mostrar a Fidel en condiciones mentales tan lamentables, me permite continuar lucubrando en la orientación original.  

Esto es, a manera de conclusión provisional:  si el régimen de Venezuela se está cayendo (como muchos indicadores políticos, económicos y sociales así lo hacen ver), ello habría acelerado las inicitivas de apertura conducidas por Raúl Castro  para no quedarse colgado de la brocha, cuando llegue esa hora para nosotros feliz, pero para él y sus camaradas fatal si no toman antes medidas que les permitan, al menos, flotar un rato.

En realidad, no se trata tanto de si la oposición va a derrotar al gobierno el 26 de setiembre, o de si éste va a ganar de nuevo con el sistemático recurso al fraude en todas sus expresiones.  Lo que está sobre la mesa parece ser que el país, es decir, la gran mayoría de los ciudadanos -chavistas o antichavistas, ni ni o no-  no soporta más lo que está ocurriendo. La paciencia, la calma y hasta el miedo parecen haber alcanzado sus límites insuperables. Parece que se acabó esa paciencia ¿y ahora?  Pues nadie es capaz de preveer  -y menos el gobierno y sus asesores cubanos-  que es lo que puede ocurrir en tales circunstancias.

Tal vez, por eso, es que Raúl ha preferido poner su barba en remojo.

 

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