Opinión Internacional

Bolivia, santa cruz y el experimento oenegista

Los cruceños con la pasividad e indiferencia que les es característica, observan, sin reaccionar, la ofensiva política y cultural promovida desde el gobierno, que atenta contra el modo de vida, sistema económico y costumbres de esta región. Todavía no se han percatado que el “Capitalismo Andino Amazónico”, no ha incluido a la “locomotora del país”, en el horizonte estratégico trazado por los ideólogos del modelo indigenista, a no ser en la política de ocupación de nuevos espacios y tierras “ociosas” de manera que éstas sean parte del territorio de la comunidad de origen; ello dentro de la táctica de imponer regímenes de organización comunal.

El modelo Andino Amazónico, según el programa de gobierno del MAS, establece la construcción de un Estado planificador, regulador, extractor y distribuidor de los excedentes económicos sólo al ámbito comunitario y micro empresarial con el propósito de potenciar formas de autoorganización y de desarrollo mercantil propiamente andino. Su contenido, obviamente, no recoge la experiencia del modelo económico cruceño que permitió sacar del atraso y la postración a esta región centenariamente olvidada por los sucesivos gobiernos con visión exclusivamente altiplánica y minera. En otras palabras, la continuidad del probado modelo de desarrollo cruceño, no se acomoda al propósito del gobierno que contempla imponer un modelo de izquierda de corte indigenista, cuyo control económico y administrativo estará a cargo de la “soberanía comunal” mediante la reestructuración del ayllu, tenta, etc.

Bolivia, así se observa, gracias a un experimento fina y largamente diseñado por organizaciones europeas, ONGs, fundaciones y otras de índole religiosa, está convertida en un laboratorio destinado a probar teorías antropológicas, en el que además se ha logrado hacer creer a los mestizos que ciertamente son indígenas. Los europeos, sin medir consecuencias, observan extasiados la teatralización telúrico ancestral que el país les ofrece. No interesa si los actores se visten de aymaras o quechuas, para ellos todo es Imperio Incaico y en ese contexto desean experimentar como actúa el tenaz y arraigado resentimiento del componente indigenista en un país que pretende transitar a un régimen comunitario socialista. Se trata de comprobar la tesis del Marxismo clásico de que en países de escaso proletariado es posible el tránsito al socialismo a partir del fortalecimiento de pequeñas redes comunitarias.

A todo ello, en Santa Cruz, no se vislumbran cruceños dispuestos a hacer respetar los principios, preceptos y reglas que han regido las relaciones humanas en esta sociedad; pareciera que se les hubiera agotado las ansias de tener que definir su propio futuro. Ciudadanos dispuestos a decir a quienes creen que Santa Cruz sólo es territorio para repartir; que si 15 constituyentes y 4 reformas constitucionales en 181 años de historia republicana no fueron capaces de resolver el añejo problema andino de exclusión social y distribución de la riqueza, es irracional que el gobierno cargue este problema a Santa Cruz, en donde la migración masiva y forzosa agranda los cordones de miseria y desocupación que rodean esta ciudad.

El gobierno en el propósito de aplicar su modelo en un país que en esencia es precapitalista y vive un proceso de reivindicación social, no tiene pensado modernizarlo dentro del probado sistema de desarrollo que sacó del atraso y la pobreza a países como Chile. Ha decidido experimentar un nuevo modelo colectivista mediante la aplicación de un proceso gradual, objetivo que también han perseguidos las ONGs y otras organizaciones copartícipes del ensayo de izquierda indigenista, experimento que según señalan sus ideólogos, les permite soñar en la utopía comunista.

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