Opinión Internacional

Campaña pre-electoral en Chile define color de la izquierda regional

Al mismo tiempo que Latinoamérica se acerca a las elecciones presidenciales de México el 1 de julio, Venezuela el 7 de octubre y EE.UU. el 6 de noviembre -donde el voto «latino» es el fiel que inclinará la balanza por la continuidad o no de Barack Obama y las (pocas) probabilidades de cambio en la política de Washington hacia el patio trasero-, son los movimientos tectónicos pre-electorales de Chile los que delinearán no sólo el mapa político regional que compartirá Argentina de cara a sus presidenciales de 2015 sino la coloratura del progresismo y la centroizquierda en la que se va a tener que reflejar. 

En Chile, las elecciones municipales de este 28 de octubre harán de línea de largada para las presidenciales y legislativas del 17 de noviembre de 2013. Mientras tanto, ni la centro-derecha gobernante (la coalición que suma a la derechista UDI y a la más moderada, piñerista, RN) ni la opositora Concertación (de centro-izquierda, liderada por la Democracia Cristiana y el Socialismo) llegaron a definirse todavía. Aunque ambos frentes pasan por procesos convulsivos, la pelota -por ahora- está en el área de oficialismo y desde allí vendrá el próximo tiro de esquina. 

Porque si bien la aprobación del presidente Sebastián Piñera anda por un piso histórico (24%, encuesta Adimark), no alcanzó a desteñir la intención de voto de dos de sus ministros postulables: el de Defensa Andrés Allamand (12%) y el de Obras Públicas (MOP) Laurence Golborne (17% según la misma encuesta de La Tercera). Sin embargo, el presidente todavía no bajó la bandera a cuadros para que ellos dejen sus cargos y hagan abiertamente campaña. No está obligado a hacerlo: la ley electoral dice que deben bajarse de sus ministerios un año antes de las elecciones. 

Dos ministros

Entre los dos presidenciables por el oficialismo (Piñera no puede, no hay reelección inmediata en Chile) el más apurado por salir al ruedo es Allamand. El titular de Defensa sabe que cuanto más tiempo pase Golborne al frente del MOP, más inauguraciones y obras podrá lucir en sus fojas de campaña. Sabe a su vez Allamand -un afiliado a RN- que si obliga a Golborne a entrar cuanto antes a la pista, más notoria será su no-filiación y desamparo político-partidario (exdirectivo de Cencosud, es un «técnico», que Piñera integró a su dream-team como titular de Minería primero -estuvo al frente del rescate de los mineros en 2011-, luego de Energía y ahora del MOP). 

En cuanto a la oficialización del próximo ticket presidencial a través de primarias, los de la Coalición de centroderecha están tentados de adelantarlas. Previstas para abril de 2013, en RN comentan que las forzarían para fines de este año o primeras semanas del próximo. Con una sola y artera intención: obligar a la opositora Concertación a pintarse, de una vez por todas, la frente con su as de espadas, Michelle Bachelet. 

Lo de Bachelet -socialista, presidente 2006-2010- es un fenómeno que todavía están asimilando asesores, coachs y politólogos. En la encuesta de CEP (Centro de Estudios Públicos) de abril, 51% la eligió espontáneamente ante la pregunta «¿quién le gustaría que fuese presidente?». Hay más: sin hacer campaña y alejada de la escena (en Nueva York, dirige la ONU Mujer), mide 83% de imagen positiva. La siguen Golborne con 68% y empatan el tercer puesto con 43% Andrés Allamand, la mediática dirigente estudiantil Camila Vallejo y el ex candidato presidencial Marco Enríquez Ominami. 

Esta panacea de las encuestas muestra, sin embargo, notas discordantes. El 60% de los encuestados desaprueba la labor de la oposición durante la administración Piñera. Desafina más si se desagrega por simpatías políticas: 7 de cada 10 de los que se dicen de izquierda o centroizquierda no están de acuerdo con el papel de la oposición, mostró el sondeo de CEP. 

Ella

Por eso, el concertacionismo se bambolea peligrosamente entre dos ejes: por un lado, ese deseo de echarse a dormir la siesta que da la certeza del consenso sobre Bachelet (hoy todas los políticos van y vienen en consulta de Nueva York, donde mora el oráculo). Por el otro, la pesada tracción que impone el mastodonte de la Concertación, que durante dos décadas (1990-2010) fue gobierno y, por lo visto, no se pensó, aun, como oposición. (El analista chileno Patricio Navia considera al gobierno de Piñera como el quinto gobierno de la Concertación). 

Según apunta Héctor Soto, un reconocido columnista de La Tercera, hoy la Concertación recibe presión desde el Socialismo y desde el Bacheletismo de la DC para simplificar al máximo los mecanismos de las internas. Para la última presidencial, una cúpula de la Concertación, reunida entre cuatro paredes, se pronunció por la candidatura de Eduardo Frei y rechazó las primarias que pedía Marco Enriquez-Ominami (se presentó a las presidenciales como independiente, obtuvo 20%). Hoy, dice Soto, «la expansión de la izquierda extra-concertacionista», es la que critica esos métodos «a dedo» y obligaría a ir a primarias a la Concertación. 

Queda, todavía, un «jocker» en el mazo electoral. Es Marco Enriquez-Ominami (MEO), que encarna a esa izquierda extra-concertacionista, reacia a los dictámenes de los formoles partidarios y los curules vitalicios. Para la de 2013 va, dicen, al frente de su Partido Progresista o, si lo convencen desde el «oráculo», por adentro de la Concertación.

 

Lo que sí está claro es que es un niño mimado de este lado de la cordillera: se disputan su amistad desde alguna juventud en la centro-derecha y el viejo progresismo, todo el cristinismo y La Cámpora. Y, los que conocen las bambalinas de Balcarce 50, agregan que CFK lo prefiere. Al fin y al cabo, ella nunca se entendió del todo con Bachelet.

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