Opinión Internacional

Chávez y Alá

La cacería desatada por Estados Unidos contra Osama Bin Laden, el líder terrorista saudí refugiado en la Afganistán de los talibanes, es el primer paso en la escalada hacia una guerra que en estos tiempos no se llamará Mundial sino Global. Ya no se trata de defender parcelas políticas ni espacios territoriales. Estamos en presencia de la verdadera Yihad: la Guerra Santa, el hombre contra el hombre en nombre de Dios. Mejor dicho, de Alá.

El planeta tiene años avanzando hacia lo que será su cuarta conflagración bélica y el artero ataque contra los centros neurálgicos de la economía y la seguridad norteamericana, la violación terrorista del propio suelo patrio, ha volado el tapón del volcán. En medio de su tragedia, el Presidente de Estados Unidos ya logró un objetivo que en años de acciones internacionales no había materializado: identificar públicamente al enemigo y exigir la alineación a favor o en contra. Después del 11 de septiembre el planeta se divide en dos bandos: el terrorismo, representado por el mundo islámico fundamentalista y sus protectores y los Estados Unidos con los aliados que defiendan la libertad y los derechos del hombre.

Pero esta alianza, constituida principalmente por países occidentales, debe encarar un enemigo diferente al de otras guerras. Ya no se trata de países con líderes conocidos y ambiciones políticas concretas. Se trata de un enemigo difuso, sin fronteras, que puede adoptar las más diversas nacionalidades: palestinos de la OLP, shiítas iraníes, seguidores del Libro Verde de Gadafy, miembros de la Yihad Islámica o del Talibán afgano o de la Hezbolá libanés. Pero ninguno de ellos defiende un país ni un régimen sino una religión: el más radical islamismo, que entra en Guerra Santa (Yihad) contra todos los infieles que no practiquen su religión. El Islam es la segunda creencia del mundo, después del cristianismo, con 1.164 millones de adeptos diseminados en el mundo. Pero no todos ellos son radicales y dentro del propio mundo islámico hay enfrentamientos bélicos entre quienes consideran el Islam una religión de justicia y compasión y quienes la utilizan como la espada de Alá contra quienes se oponen a sus deseos de vivir en un planeta completamente controlado por su religión y costumbres.

Dentro del mundo islámico hay países que están en la lista “negra” del terrorismo internacional, por patrocinar o proteger a estos grupos fanáticos que se atribuyen asesinatos, atentados masivos y destrucción: Irán, Iraq, Siria, Libia, Sudán, Pakistán y Afganistán. Estos países están colocados hoy por hoy en “el otro bando”. Tanto Pakistán como Afganistán obtienen sus mayores recursos de la producción de heroína. La droga suele financiar a los grupos terroristas porque conviene destruir la institucionalidad de los países que juzgan a los narcotraficantes. China, que podría ser el puente de acceso para intervenir en ese núcleo asiático del terrorismo, ha mantenido una sospechosa neutralidad. Jiang Zemin ha declarado que ellos no quieren involucrarse en guerras porque el objetivo chino es salir del subdesarrollo hacia la economía globalizada. A pesar de sus cordiales relaciones con el Taliban, si China quiere realmente eso tendrá a la final que alinearse con el grupo occidental.

Con una sorprendente claridad, viniendo de cabeza tan obtusa, Saddam Hussein dijo que Estados Unidos no iba a lograr nada atacando a Afganistán. Totalmente cierto, la guerra no debe ser contra un país ni debe concretarse a la captura “vivo o muerto” del jefe de una banda terrorista. Debe ser contra aquellos que en nombre de una religión matan en masa a gente inocente, no valoran en nada su propia vida porque creen que van a alcanzar así el paraíso prometido por Alá, pisotean los derechos del hombre a elegir su vida, su religión, su profesión, su familia, su país. Y en este mismo bando de los fanáticos religiosos están los terroristas políticos, así que la ETA, el IRA, las narcoguerrillas y todos aquellos movimientos que atente contra los Estados democráticamente constituidos y la paz de sus ciudadanos, estarán también en guerra contra Estados Unidos y sus aliados.

En esto no cabe neutralidad alguna porque lo que está en juego es el concepto de la vida humana, el respeto por la diversidad ideológica. Aquí no hay excusa de soberanía que valga, las fronteras no pueden ser impedimento para la lucha contra el fundamentalismo castrante. En medio de la paranoia mundial por el ataque del terror, todo lo que huela a fanatismo, a imposición, a autoritarismo, a amistad con el bando contrario a Estados Unidos, es sospechoso de ser enemigo de la libertad, encubridor de asesinos y peligro potencial para la seguridad mundial.

Y aquí es donde Venezuela está en entredicho por los antecedentes equívocos de nuestro temerario Presidente. Jugador de caimaneras que quiso meterse a grande liga, Hugo Chávez no más fue electo Presidente se dedicó a recorrer el mundo enemigo de Estados Unidos para promover, a cuenta de su privilegiada posición de productor petrolero, un fulano “mundo multipolar”. Pero el polo con el que se reunía era el que congregaba a Fidel Castro, Sadam Hussein, Muhammar Gadafy, el Ayatolah Jatami y cuanto árabe descontento con el imperialismo americano hay en el mundo. Vladimir Putin y Jiang Zemin le dieron el esquinazo a esa multipolaridad pues tanto chinos como rusos quieren entrar en el siglo XXI de la mano de la tecnología americana. Los árabes gobernantes de países multimillonarios tampoco quieren hacer una causa de fe en este grupo pues todos disfrutan del lujo y el confort occidentales.

Como tapa de la olla, Chávez declara que las FARC no son nuestras enemigas, ignorando olímpicamente que quien está del otro lado del Plan Colombia es Estados Unidos. Se cartea con El Chacal, uno de los terroristas más odiados por el mundo occidental y su gobierno hace esfuerzos diplomáticos por repatriarlo. Las acciones gubernamentales en áreas tan sensibles como la educación y la salud están guiadas por la mano de Fidel Castro. El Presidente venezolano habla mal del imperialismo del norte, olvidando que es nuestro primer socio comercial y nuestro aliado natural a la hora de las chiquitas. Rechaza la ayuda norteamericana cuando la tragedia de Vargas; se opone a que la Fuerza Armada venezolana participe en la Operación Unitas que congrega a todas las milicias del continente; pone reparos a la firma de la cláusula democrática de la OEA; saca a la representación militar americana de Fuerte Tiuna y el 5 de septiembre anunció que no iba a renovar el tratado militar con Estados Unidos. Por eso a nadie extraña que mientras Vicente Fox, Fernando Cardoso y Andrés Pastrana son asiduos de la Casablanca, Chávez no ha sido invitado ni una sola vez a compartir una conversación oficial con el Presidente de Estados Unidos.

En descarga de este Teniente Coronel catapultado a la Presidencia por la torpeza de los partidos democráticos y por el ánimo caudillista de los venezolanos que admiraron la audacia de su intento de golpe, diremos que en medio de su supina ignorancia acerca de lo que implica gobernar una Nación, la intuición primitiva que ha guiado sus sortarios pasos lo conducen a una posición más prudente. Aunque lamentándolo, ha suspendido la visita a las Naciones Unidas en septiembre y a Gadafy en noviembre, ha dado pésame público a los americanos y su Ministro de la Defensa reiteró que Venezuela es “aliado militar” de Estados Unidos. La parquedad inhabitual de estos días nos hace pensar que entre verruga y corazón corre un escalofrío: el temor de estar conduciendo al país al bando equivocado en esta guerra global.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba