Opinión Internacional

Corporación de los 74

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Emerge, en la semana, el Partido Justicialista más corporativo de la historia. Estructurado, desfachatadamente, desde el poder. Para gerenciar un peronismo hueco, jerárquico hasta lo inadmisible, colmado de funcionarios eufóricamente complacientes. Construido a la carta. A la medida exacta de la voluntad de Kirchner. Es el número uno de la Corporación de los 74.

Como Presidente de la Argentina, Kirchner jamás convocó a una miserable reunión de gabinete. Ni siquiera para tomar un vermut. Por lo tanto, entre las melancolías supersticiosas del peronismo, ningún iluso puede confiar que, en su condición de Presidente del Partido Justicialista, Kirchner, repentinamente, cambie. Por ejemplo para consultar, en adelante, sus trascendentales determinaciones, con los cinco vicepresidentes que conforman el ikebana del primer cordón. El consorcio de la “mesa chica”.

Aparte del tesorero, tres de los consorcistas son gobernadores. Otro es el sindicalista más jerárquico. La otra vice, una mujer para compensar, es la esposa de un gobernador.

La base enardecida, compuesta por los fantasiosos cuatro millones de afiliados, sólo debe alegrarse.

Tampoco ningún iluso tiene derecho para confiar en que Kirchner, de pronto, se lance a organizar discusiones en plenarias democráticas. Con los titulares de las 22 secretarías que conforman la “mesa chica”, pero ampliada. Ni siquiera para que lo aplaudan, debidamente obedientes, los 46 vocales, felices por haber sido nominados. Por encontrarse, perentoriamente protegidos, en el tibio interior de la Corporación.

Vices

Titular indiscutido de la Línea Aire y Sol, Scioli es, en la Corporación de los 74, el vice principal. Aunque aún resulte, para el kirchnerismo, un cuerpo extraño. Su mera presencia, culturalmente indigerible, notifica acerca de la magnitud de la debilidad política del oficialismo.

El número dos, Scioli, ya supera, inquietantemente, al uno.

Si es por el rigor inapelable de las encuestas, el titular de la Corporación, Kirchner, hoy debiera ser sciolista.

Son los números los que inducen, a cualquiera de los Kirchner, a mantenerlo, a Scioli, el titán de la Línea Aire y Sol, siempre cerca. Aunque juntos lo desprecien. Y planifiquen sistemáticas estrategias para masacrarlo. Las que Scioli, aunque con frecuencia suela pasarla mal, se encarga, misteriosamente, de desarmar. “Con fe, con esperanzas, siempre para adelante…”

Más abajo, entre los cuatro vices subalternos, aparece Moyano. Es el sindicalista transitoriamente indispensable para la Corporación, al que los Kirchner tampoco pudieron destruir.

Moyano, a pesar de su debilidad, es el número tres.

Lo siguen dos gobernadores de maxilares ágilmente flexibles. Capitanich, El Coqui, y Uribarri, el padre del marcador de punta.

Ambos estadistas provinciales vienen de exhibir el patetismo heroico de la incondicionalidad. Patología honorable que se les reprocha, de manera creciente, en sus respectivos territorios. El Chaco y Entre Ríos. Durante el conflicto agrario, los incondicionales activaron, hasta el riesgo gestionario del suicidio, en favor de las “retenciones móviles” de Lousteau. El penúltimo error de “lesa ingenuidad” de la administración por llamarla así, de la señora Cristina. La Elegida. La Presidente Delegada.

La otra vicepresidencia es para la señora Beatriz Rojkes de Alperovich.

Vaya entonces una invocación hacia la misericordia. Piedad y desagravio para las bravías mujeres del peronismo.

Es la gobernadora consorte del Tucumán. Dama puesta, según nuestras fuentes, a dedo, por La Elegida.

Alta Peluquería

La selección de la correligionaria Rojkes de Alperovich muestra, en principio, que La Elegida supo diluir aquellas convicciones condenatorias hacia las mujeres “portadoras de apellido”. Un hallazgo que desplegara, en el “relato” del Congreso de Alta Peluquería, según inspiración afortunada de Aníbal Fernández, hoy convertido en vocal del montón.

La condena de La Elegida aludía, en la oportunidad, a la señora Hilda de Duhalde, actual senadora. Y a la gobernadora consorte Olga Riutort, entonces casada con De la Sota.

Hilda optó por acompañar, al Piloto de (sus propias)Tormentas, Duhalde, su marido, en el inteligente box de la prescindencia. Decidió quedarse al costado de esta batalla.

Sin embargo Olga, aparte de haberse divorciado, decidió acompañar, en la partida, la broma confrontacional de Héctor Maya. A los efectos de apoyar la línea opositora que le brinda, paradójicamente, al kirchnerismo, cierta respetabilidad. Y que promueve, en su obstinación casi pintoresca, el irreconocido artista plástico Alberto Rodríguez Saa, gobernador del Estado Libre Asociado de San Luis.

A pesar de la toma de distancia, inesperadamente racional, del hermano Adolfo.

Poderes y pudores

En la Corporación de los 74, o en el PJ de Kirchner, carecen, de gravitación real, las cinco vicepresidencias detalladas.

Sirven, exclusivamente, para inflamar el pudor sensible de Lavagna. Al que Kirchner, a lo sumo, según nuestras fuentes, se encontraba dispuesto a condecorarlo, tan solo, con el caramelo de madera de una secretaría.

El pobre Lavagna debiera sentirse, explicablemente, usado y abandonado.

Sus maxilares merecían un tributo acorde con su capitulación mediática.

En emergencia sanitaria, el último maremoto en el florero de Lavagna culminó, al fin y al cabo, con la efervescencia nostalgiosa de un uvasal. Entre los pucheritos desairados de las declaraciones críticas, que se desvanecen en el sumidero de la devastada credibilidad.

Por lo tanto, ocupar, en la Corporación de los 74, alguna de las 22 secretarias, en términos de poder real, tampoco constituye ninguna hazaña. Lavagna, pronto, lo entendió. Sospecha que Kirchner va a conducir el partido con la estética similar que signó la consagración de su ciclo, hoy en retirada.

Y con los mismos colaboradores sustanciales. El poeta Alberto Fernández, con su mirada romántica, y el recuperado Julio De Vido, que lo arrasa.

Ellos, Alberto y De Vido, trasladan, hacia el vacío del partido, la patología de las diferencias que caracterizaron la tragedia del gobierno que, paulatinamente, sucumbe.

Fernández, el Sonetista, va a encargarse, en la Corporación, de la Secretaría General.

Y De Vido, el Julito que sirve de frontón para contener agravios, va a ocuparse de la Secretaría de Planificación.

Para completar la catástrofe, sólo faltan, en la pantomima, Morenito y Lousteau.

Otros dos miembros, de la Corporación de los 74, que pueden mantener alguna ingerencia, en materia de poder sin pudor, son Alberto Balestrini, de la Secretaría Política, el vicegobernador, depositario real de los fierros decisivos del conurbano bonaerense. Y el Tesorero, el gobernador Celso Jaque.

Porque, a través de Jaque, o sea del indemne Chueco, alias Mazzón, van a pasar los fondos. La Caja. Téngase en cuenta que, merced a los valores alcanzados en la última elección, y como consecuencia del acuerdo gestado por el interventor Ramón Ruiz -el Natalio Pescia del peronismo-, con el artificio del Frente de la Victoria, al Partido Justicialista le corresponde cobrar el setenta por ciento.

A cinco pesos por voto, son varias decenas de millones de pesos.

El resto de las Secretarías, con la del gobernador Das Neves incluida, no sirven para nada. Están para el ikebana y los aplausos. Suficiente para impresionar, a sus representados, porque son parte de la Corporación de los 74. Y para compadecer, aunque sigilosamente, la expulsión de Venegas, el Momo, de la corte. Por el pecado de apoyar, de manera indirecta, a los trabajadores rurales que son, precisamente, quienes lo legitiman.

Los golpistas del campo. Cómplices del “lock out”, como suelen definirlos, en la plenitud de la “lesa ingenuidad” que los condujo hacia la implosión.

Vocalías

Desperdiciados Romero, Reutemann, Solá, Graciela Camaño, Busti, Schiaretti.

Pampuro, Verna, “Centauro” Rodríguez, Paisano Obeid, Eterno Marín.

Desfile de los apellidos de compañeros entrañables. Dirigentes que poco y nada tienen que ver con el tronco al cual se aferran. En medio del naufragio que, en el fondo, no les pertenece.

Una lástima. La factura está lista.

Haberse apuntado, en el insigne amontonamiento de las 46 vocalías, sirve, apenas, para algo.

Igual que figurar en la grilla de secretarías. O lucir entre las vicepresidencias.

Sirve para mostrarle, a la sociedad, que los 73 (es)cogidos por Kirchner, para estructurar la Corporación de los 74, están adheridos, de manera indeleble, a Kirchner.

Y a La Elegida, a la que Kirchner, imperdonablemente, obstaculiza.

Quede entonces documentado. Para que los miembros de la Corporación de los 74 no se hagan, más adelante, los otarios. Ni pongan el grave rostro de “yo no fui”.

La historia, desde el Portal, los registra.

Deben constatarse sus nombres para que no broten, en el horizonte cercano, los vocacionales continuadores de Poncio Pilatos.

Deben mantener la decencia de acompañarlo, al Jefe, a Kirchner, hasta la ceremonia ritual del epílogo. Sin la alternativa de mantener alojada, en la recámara, la bala política de plata. Para despegarse, si así lo creen, y saltar a tiempo. Para los miembros de la Corporación de los 74, ya es tarde. Se fundieron con la suerte del kirchnerismo.

No obstante, algunos miembros de la Corporación de los 74 se esmeran, entre los discretos análisis confesionales, en autorrescatarse. En expresar cierta preocupación por el rumbo del kirchnerismo que, aunque a disgusto, integran.

Una alarma por la declinación que los arrastra, en pendiente, e invariablemente, hacia la estación terminal.

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