Opinión Internacional

Crónica de una travesía al post 11 de septiembre

En recuerdo del escritor Roberto Bolaños y sus detectives salvajes.

La memoria siempre traidora, suele jugar con sus gravosas deficiencias. Así, crea imágenes que permiten trenzar rastros y espacios hasta crear una lógica basado en grandes momentos. Solo grandes momentos. De tal forma que al hablar hoy del 11 de septiembre es probable que algunos, solo piensen en el asunto de aviones chocando con torres y otros embrollos más. Apoyando, inocentemente, con sus recuerdos la fabulosa e increíble farsa que sobre ese dramático asunto han creado los núcleos del poder de USA. Sainete que Hollywood a exacerbado con sus piezas hasta límites del frenesí. Razón por la cual no es de este septiembre del cual queremos hablar, sino del 11 de septiembre del asesinato de Allende. Del golpe.

Los recuerdos de hoy, me llevan a una llegada a Chile en Noviembre del 1973. Fue una suave y ordinaria maniobra de aterrizaje en Pudahuel, lo de siempre, según cuentan los viajeros frecuentes. El arribo lo enturbió, sin duda, la nada afectuosa operación de control de inmigración ejercida por seres infranqueables, dignos de una película nazi. El celo intenso al revisar mi pasaporte no anunciaba nada grato. Esta quirúrgica hazaña exploratoria, no parecía valorar para nada las funciones oficiales que debía cumplir. El protocolo de revisiones me hizo saber que esto no era el mismo territorio que conocía. Estaba en un espacio adonde mi capacidad de control sobre el entorno era mínima, dramática, diría que inestable, tirando pa´ mala. La cercanía del golpe hacía todo a mi alrededor, bastante lóbrego. Lo que se sabía en América sobre este infausto aquelarre que había convocado Pinochet en Chile era nada menos, que aterrador.

El regreso a la ciudad me reconfortó, sobre todo el paisaje, siempre igual, un esplendido Cerro San Cristóbal mostrando su cara al incipiente y triste verano que se avecinaba. Me alojé cerca del Parque Forestal en un hotel, que mi guía y contacto en este viaje, describió como nido de periodistas y trinchera de funcionarios internacionales. El recepcionista fue bien explicito al repetir un monólogo, bien actuado y fatalmente real, que recomendaba -para bien de mi salud- organizar los trámites que debía llevar a cabo, pensando mas en la hora del regreso, que en la calidad y eficacia de los resultados que esperaba alcanzar. No fue la única, ni la última vez que este tema se repitió. Este réquiem como condicionante de la vida de todos, era un mensaje que se hizo sofocante durante toda la visita. Sigo creyendo, que todo era parte del guión de esa comedia negra que vivía el país. Aterrorizad, aterrorizad que algo queda, algo de lo que ya saben nuestros jóvenes Alcaldes new fashion de Caracas.

Descansé en el curso de la media tarde, y, mas por angustia indefinida que por cansancio, me adormecí. La fatiga me despertó. Fui al comedor que estaba en una terraza con amplia, pero resguardada vista hacia la Avenida Alameda. Me ubiqué en lugar apartado del resto de los comensales en un acogedor espacio, al que no tuve tiempo de acostumbrarme. Con gestos y obvias insinuaciones, por demás convincentes, un buen samaritano, me hizo saber en voz muy baja, que en ese mismo lugar donde estaba sentado, había sufrido – días antes- una herida de bala un periodista de una agencia extranjera de noticias. No tuve oportunidad de discutir sobre mis derechos o voluntad de colocarme en el lugar escogido. Ya que, en misión disuasiva, sobre la misma encomienda, venía hacia nosotros el capitán de mesoneros. Desistí luego existo.

Mi molestia hubo de ser enfriada en tiempo real. Para tornarse en publico e infantil agradecimiento hacia quienes me protegían. En vista de mi poco tino, hubo burlas, y no pocas risas contenidas entre la gente que cenaba. Fue la novatada del recién llegado, el chiste de la noche. Para ese momento, ya el toque de queda estaba en su primer round y comenzaba el sainete de violencia diaria, que muy cercano a nosotros, hacia sus meritos de terror.

Por fin lo percibí, mis sensaciones atronadas de silencio, hablaban, no había duda estaba en medio de una guerra adonde la peor parte, era evidente, la llevaba cualquier ciudadano que intentara hacerle una jugada o esguince entre portones o corrida y salto entre aceras a los carabineros.

La casualidad siempre gana, esa noche fue memorable, escondidos o apartados de la escena todos los vehículos y ante el rigor e inflexibilidad de la hora del toque, la ciudad se hacia puras sombras. Mirando las calles de los alrededores del Hotel y hacia el perfil de las casas alineadas de la avenida, la iluminación decididamente escasa y mal distribuida gestaba un escenario bien dispuesto que hacía presumir miedos y ganas de no ser descubierto.

?Por fin la escenografía de la calle oscura, motivó el acto que se estaba iniciando. Los detalles que rescataba desde el comedor del hotel, dieron marco y razón a lo presentía iba a suceder. De pronto, sin saber de donde, surgieron varios camiones, que se fueron colocando con cierto orden en las calles que circundaban la manzana diagonal adonde me encontraba. Pude entender la secuencia. Así, precisé, que los camiones descubrieron sus techos y lonas. Comenzaron a bajar soldados con armas en sus manos. A paso seguido, se dieron a penetrar en las casas, mientras que el resto de la tropa esperaba en la calle por el resultado de su gesta. Era, supongo, para controlar o intentar disuadir a quienes pudieran pensar, ilusoriamente, en darse a la fuga. Solo oíamos ruidos, gritos de alarma o socorro y sonidos de disparos al interior de los edificios. Mas luego, entre exclamaciones y voces de alarma comenzaron a aparecer civiles que eran llevados a los camiones. Pregunte a quienes allí estaban, ¿para donde los llevan? la respuesta fue obvia: …. silencio. Solo una persona, con voz tenue dijo: Difícil de saber. Duró bastante tiempo la operación, sacaron exagerado número personas, al rato como siempre sucede con los inconscientes, cada huésped se fue separando del grupo. Entre ajenos, o indolentes, o cómplices, o irresponsables, o temerosos, se desvanecieron. Curioso, nadie tomo posición por ninguna de las partes, ni victimas ni victimarios. Solo silencio e imagino, por qué no, algo de odio y temor por lo observado. Cada cual terminó en la soledad de sus habitaciones. Mal comenzaba esta misión.

No olvido, que al otro día, al comentar el episodio algunos simpatizantes o adversarios de la Unidad Popular, todos evitaron dar ninguna importancia al asunto.

Revuelvo el tiempo, y reviso asuntos en retrospectiva. Pues, mientras observaba este ingrato percance desde el Hotel, podría estar pasando en otro lugar de Santiago, algo similar a esto, tal y como lo que comentaría mas tarde Luís Vega Contreras, abogado y asesor jurídico del Dr. Salvador Allende:
“Las torturas de mis hijas y mías sólo sirven como testimonio y están insertas en el sufrimiento de todo el pueblo de Chile. Empiezan para mí a las 20.20 horas del 11 de Septiembre de 1973, cuando los mismos comandantes con quienes había trabajado hasta la noche anterior, al mando de una fuerza armada de sesenta hombres, fueron a detenerme al edificio de la Caja de la Defensa Nacional, donde estaba mi domicilio. Todo fue simple. Allanaron mi casa y me llevaron detenido. Más tarde, la Armada, para impedir mi expulsión del país, informaría que «metralleta en mano» resistí a «las fuerzas aprehensoras». Esa versión de los hechos fue comunicada a la Embajada de Israel que se preocupaba por averiguar mi paradero y a todos aquellos que indagaban por mí”.

Continué por varios días haciendo diversos trabajos y uno de ello me permitió tomar la Ruta 78 e ir a las bodegas y viñas Undurraga. Durante el trayecto vi varios avisos que declaraban: Fabrica o Fundo Intervenido. Así pasó, ya que se había convertido en una práctica consistente de la UP tomar esta clase de medidas. Luego podremos analizar con detalle estas políticas, en este momento eran para mi algo sencillamente novedoso.

No era fácil estar en Chile y tener que compartir el oprobio que significaba el secuestro de un sueño. Presenciar de cuerpo presente el acto consumatorio dirigido a liquidar una utopía. Mas aún, para quienes en Venezuela habíamos asistido al sepelio y ulterior rendición de una epopeya del mismo signo.

Todavía no había mucha teoría aunque si se delataba de modo claro la presencia de un factor que con el tiempo se convertiría en una fuerza dirigida a modelar políticas y conciencias utilizando el patrón de control del centro dominante de este continente. Se perfilaba, como nunca antes en América Latina, en el contexto del golpe de Pinochet, con gran claridad, la importancia definitiva del factor mediático cómo recurso desequilibrante. Recurso mil veces usado desde entonces y que en la Venezuela del 2003 no pudo ser más determinante de todo el clima creado a favor del golpe.

En 1973 en sus momentos inmediatos al golpe, la tiranía sintió un ambiente de condena. Se juzgaba fuertemente a sus ejecutores. También a sus patrocinadores. Había, como siempre ha sido, dudas sobre la “posible” presencia activa de la CIA en la maniobra. Quienes se atrevieran a mantener esta acusación se le ubicaba de manera automática en el cuartel del lado del comunismo u otras formas políticas de la izquierda. Los aprendices de la derecha, casi gorilas de ayer, momios vivos hoy, podían llegar hasta condenar y criticar el golpe. ¿Como negarlo?. Pero de allí, a aceptar que este tuviera alguna relación con la actuación de la Agencia les resultaba, inaceptable. Los medios de ayer -los mismo catafalcos de hoy-, se negaban aceptar la hipótesis – obvia – de la intervención de las Agencias de inteligencia norteamericana en el golpe.

Para incorporar más contradicciones en el análisis de la lógica del evento surgieron un mundo de apoyos inmediatos con precisas muestras de solidaridad internacional. En esta fiesta de “caballero de industria” convivieron, en triste equilibrio quienes sentían repulsión por la Junta y a la vez la tristeza por el derrumbe de una ilusión. Aun hoy como en la época no hubo ciudad capital de América adonde no se manifestara en contra de Pinochet. El clímax, y desconcierto notable, amén de paradójico, es que: hasta en Universidades norteamericanas se expresó repudio y rechazo al tirano.

Dado el tono y contundencia y brutalidad de los acontecimientos, no resulta extraño entender como de pronto, el anonimato relativo de un país instalado en el lugar más extremo de la tierra desaparezca en minutos. Es notorio como gana vigor un sentimiento de simpatía y proximidad hacia la Unidad Popular. Por extensión, hacia el pueblo de Chile. Las imágenes demuestran el apoyo real. En contrapunto las muertes son imposibles de ocultar. Los cuentos son muchos, todos terribles. La paradoja frente al ballet y la tarantela de los apoyos a la UP, hace aparecer el silencio de los gobiernos frente a la tiranía. Los gobiernos que es pronuncian en contra son la excepción.

Poco que decir sobre el desarrollo de los momios y sus colaboradores. El tiempo con su dura ley nos irá demostrando que nuestros gritos los ataja la firmeza de los intereses económicos de la derecha reaccionaria que avanza, no solo en Chile, sino doquier. Pieza memorable y un verdadero epitafio a la dignidad lo constituye la carta de Eduardo Frei Montalva, (padre del que también fue Presidente de Chile Eduardo Frei Ruiz-Tagle) dirigida a su jefe político dentro de la DC Mariano Rumor.

“El fondo del problema es que este gobierno minoritario, presentándose como una vía legal y pacífica hacia el socialismo -que fue el slogan de su propaganda nacional y mundial- estaba absolutamente decidido a instaurar en el país una dictadura totalitaria y se estaban dando los pasos progresivos para llegar a esta situación, de tal manera que ya en el año 1973 no cabía duda de que estábamos viviendo un régimen absolutamente anormal, y que eran pocos los pasos que quedaban por dar para instaurar en plenitud en Chile una dictadura totalitaria”.

Esta, como otras monsergas del mismo tenor se repetían en todos los medios. Se trataba de crear la base de una arquitectura de formas falsas con las cuales justificar esta ignominia bárbara y cruel. ¿Como dudar de la “civilizada” democracia chilena?. Para su angustia posterior, la historia les cobraría, con no poco fiereza su apoyo al golpe. No creo, que deben ahora sentirse muy orgullosos aquellos, que como Frei, se la jugaron tan apasionadamente por defender el golpe. Convivir durante 18 años apoyando la intolerancia y el terror, no puede ser algo de lo que nadie pueda sentirse orgulloso.

Veíamos diariamente, en este Santiago de la época, escenas que luego el mundo civilizado no podría menos que criticar. Una de esas tardes fui visitar a un estupendo ser con una profesión que lo asociaba con esa raza de sabios medievales, cuya fina sensibilidad nos permite acceder a los secretos del libro. Lugareños de la literatura, capaces de sintetizar en pocas pero sensibles palabras la esencia de un escrito del que uno halla podido tener noticia poco ordenada. Son psicoanalistas de la esencia de lo escrito a quienes displicentemente llamamos: librero. Este era el Sr., Humberto, sensible y hábil en las búsquedas, artista como pocos, que atendía en una bella librería por Ahumada y Huérfanas. No más entré, pregunté, -a quien fungía de administrador-, en forma devota y reverente por él. Como en otras oportunidades, al consultar por alguien, siempre obtuve: silencios. De inmediato, una cara entre asco y rechazo con la cual se quería decir, “no se de quién me habla y poco me importa si no lo conozco”. Luego, cuando hablé, con una de las jóvenes de limpieza de un café cercano me informó, en franca palabrería propio de los rotos, que al Sr. Humberto junto con otros lectores de la Librería se los “jabian llevao, naiden sabe para onde”. Rápida y suficiente respuesta como para que mejor no siguiera en mis incomodas investigaciones sobre personas “arto sospechosas”. Otro mas de quién mas nadie supo. Estaba en presencia de una real y bien encaminada dictadura.

El recién instalado régimen, buscaba acomodo con sus crías, socios y colaterales. Ya se perfilaba con gran firmeza la mole que luego se agenció. Rebuscaba través de la tortura y la amenaza su destino ordenado. Dirigía su ojo buscando el apoyo de los intereses económicos internacionales. Para ello contaba con su Lazarillo quien actuando en el rol directivo permitía mostrar a la ITT como gran gurú de sus pasos. Entre diarios y ensangrentados ensayos, forjaba vías para lograr el diseño y mantenimiento de una vastísima estrategia centrada en el terrorismo de Estado. Para ello contó con el recurso, huesos y músculos de un feroz Moloch cuya esencia esta en la brutalidad de la fuerza militar. ¿Uno pensaba, sería esto posible en un sociedad básicamente abierta y cooperativa como la chilena?. Si, puesto de lo que se trataba era militarizar las circunstancias no de humanizarlas. Al respecto decía Frei Montalva en su carta a Moro:
Las Fuerzas Armadas -estamos convencidos- no actuaron por ambición. Más aún, se resistieron largamente a hacerlo. Su fracaso ahora sería el fracaso del país y nos precipitaría en un callejón sin salida.

Cuan iluso por no decir que flagrantemente mentía. Pues de sobre conocía los planes del Sr. Pinochet y sus socios. Los datos que la historia ha aportado sobre esto no admite la menor duda. Para los contemporáneos y para los actores de la grotesca farsa el proceso no resiste ninguna calificación ambigua: tal y como había sido vista en Chile o en la España Franquista o en Italia, la amplitud y firmeza de la represión constituye un piso más de una arquitectura decimonónica que tiene su más cabal expresión en el fascismo.

Cada día era más cierto, más diáfano, para los ciudadanos de otras latitudes con los que hablé, en ese entonces, sobre el tsunami que vendría. Ellos que vivieron o habían conocido alguna forma extrema o mitigada de autoritarismo, visualizaban en la coyuntura chilena un orden por venir muy crítica y triste para este país. No se equivocaban.

Por ejemplo, la situación de la izquierda en el escenario posterior al 11-S del 73, fue decisiva, en todo lo que se está dado en este traumático 2006.

La izquierda se vio sobrepasada por el vértigo de una insurrección militar. Sobre todo sorprendida. No imaginaba, por ejemplo, en lo humano, la abominable capacidad de delación desatada en la población. Los testimonios recogidos y las primeras impresiones conocidas, ratifican la fulminante perplejidad en que de pronto se sumerge el país. Estado del cual todavía se tienen alucinaciones. Copio por ejemplo la anécdota de Nabor Zambrano quien es apresado en el apartamento de Pablo Antillano:
“ nos sacaron de allí con los brazo en alto. Cuando salimos sólo vimos ojos complacidos en los vecinos y casi nos caímos de poto, como dicen en Chile, cuando vimos que quién dirigía la operación era el mayordomo del edificio, nuestro “buen amigo”; el que nos vendía los cigarrillos de mercado negro”,

Es terrible, pero hay que reconocerlo, eran solo, un frente de animosos combatientes, cuya principal virtud era su entereza. Alta moral. Solo comparable con la pobre eficacia de sus planes. Eran grupos desprovistos de organización. Sin concertación y liderazgo para enfrentar una nueva fase de alto nivel de conflicto. Rápidamente agobiados por una represión que a cada minuto cobra detenidos o nuevas víctimas, – decía alguien por esos días en Santiago, que el río Mapocho ahora cosechaba las emociones y el corazón de los miembros de la UP -. Sus militantes y simpatizantes cada día diezmados o amenazados en su alma o sufriendo las mas endiabladas persecuciones hizo que el futuro de la izquierda chilena dentro del nuevo autoritarismo estuviese marcada por el signo de la supervivencia. Con poca fuerza para crear respuesta efectivas.

Sin planes ni entrenamiento. Sin ningún recurso defensivo u ofensivo en el plano de lo civil que les permitiera un mínimo orden para lograr alguna misión. De esta forma las fortalezas previas se desvanecieran ente la embatida de los esquemas de la represión.

Felizmente los recursos morales y sus valores resultantes se pueden desaparecer físicamente. Abatirlo en el plano de lo inmediato. Pero la fuerza, de esas esencias hace que las cosas retornen a sus cauces, en un reintegro imparable.

Ya para regresar, 5 días después de mi arribo y rumbo hacia el Aeropuerto quise pasar por una Zona de Santiago de la cual apreciaba un aroma humano y libre, el Barrio Bellavista. El chofer me dijo que ese era un espacio válido como lugar de cacería de los poco insurrectos o desahuciados sociales que podían existir, que ni cerca de allí se podía pasar y que era mejor que me olvidara.

Llegue al aeropuerto y partí, pensando ¿ adonde ira esto ¿ , siempre creí que haría vuelta atrás en el corto plazo, mi error fue terrible,………..ahora 33 años después sigo creyendo más en mi país y menos en aquellos que apoyaron en ese momento al monstruo de los anteojos negros.

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