Opinión Internacional

De bandazo en bandazo

No es justo ni menos merecido que después de los bandazos neoliberales de varios lustros tengamos que afrontar ahora en Iberoamérica y sobre todo en Bolivia los bandazos de las izquierdas que se perfilan como más costosos, dolorosos y ansiosos de eternizarse. Ni hablar de la pérdida de recursos y de tiempo que ambos bandazos van costando y han de costar. Si los desatinos neoliberales se debieron al precipitado fin de la guerra fría, al apuro, a la angurria, al desacato, a la corrupción y a la deficiente interpretación de los mercados siempre complejos e imperfectos; los bandazos del socialismo siglo XXI se van confeccionando como enceguecidos por el afán de revanchas de todo tipo y laya; y por su cometido destructivo de toda oposición que se le oponga o sitúe, por historia, idiosincrasia o mala suerte, en su camino. La práctica del desacato para este socialismo es abierta, desafiante, desaforada, incompetentemente solapada y por lo tanto desatinada por lo dictatorial.

Si bien el neoliberalismo a la boliviana descuidó imperdonablemente sentar las bases sólidas de la eliminación de la empleomanía política; de la fiscalización opaca y permanente; de la concesión sospechosa de propuestas y licitaciones; de la construcción caminera masiva; del mejor cuidado médico y educativo para los millones de marginados, etc.; bases que entre otros beneficios hubieran dado empleo a miles de bolivianos que, por falta de éste, engrosaron paulatinamente las huestes del Chapare, entre otras (que al poco tiempo “sacaron ojos” cual cuervos domesticados). Ese neoliberalismo, decía, por lo menos se abstuvo de regionalizar el país; de enfrentarlo masivamente consigo mismo y en varios frentes incluyendo el constitucional; de destruir buena parte de la capacidad de exportación sobre todo del Oriente del país; de echar por la borda la posibilidad de negociar renovados términos de comercio y otros con EEUU, la DEA, las “nacionalizadas”, etc.; y de buscar pleito con países que no comparten el ímpetu socialista-populista de los “duros” del Poder Ejecutivo, u Órgano Ejecutivo (OE) mejor dicho.

Si bien el neoliberalismo se descuidó o no pudo erradicar su injustificable inacción por razones que los historiadores seguramente iluminarán, el socialismo populista del OE, con respecto a la confiscación y reparto de tierras, por ejemplo, tiene por meta, según lo hacen saber conspicuamente, seguir los pasos del régimen actual venezolano pese a que, como decía la BBC de Londres esta semana, “hace cinco años que se viene repartiendo tierras confiscadas en Venezuela pero hasta la fecha éstas producen poco o no producen por falta de maquinaria e insumos pero eso sí, el millón de beneficiarios mayormente votan fielmente por el actual presidente de Venezuela”… porque la idea de ser dueño es mucho más fuerte que la necesidad de producir. Y eso que hasta la fecha ¡ninguno de ellos ha recibido título de propiedad! Lo que indica que al régimen socialista interesa cruelmente el voto por sobre todas las cosas. El bienestar de los supuestos beneficiarios es cuestión secundaria. Si esto no es un bandazo venezolano por demás de inmerecido, lo que menos debería hacer el OE de Bolivia ¡es evitarlo! Y aquí precisamente radica la debilidad del sistema que emula el OE.

Y es que al pobre y desvalido hay que enseñarle a dejar de ser pobre y desvalido para evitar que el bandazo le dé como hasta ahora, lo que es tarea de años de sociólogos y economistas, no tanto de políticos y menos del politicastros inmediatistas, aunque éstos tienen o deberían tener, por lo menos de vez en cuando, la obligación de sentar las bases sostenibles, jurídicas y culturales, que conduzcan a la erradicación de la mentalidad de pobreza que es la que más agrava la injusticia del bandazo que refiero. No es cuestión de alfabetizar y dar bonos en dinero solamente. La verdad es que extraer al pobre de las garras de la apatía y el conformismo que por desgracia caracteriza la pobreza de la mayoría de los bolivianos es tarea de toda la sociedad.

La realidad de los bandazos que siguen golpeando a la colectividad iberoamericana, ya sea como resultado de los fracasos de las ideas civiles de sustitución de importaciones y del desarrollismo “del centro y la periferia” de los años 1960; de los endeudamientos descarriados de los años 1970; de los atropellos de las dictaduras militares de los 1970 y 1980; y del neoliberalismo timorato de la primera mitad de los 1990; o como resultado de las ocurrencias ideológicas del socialismo siglo XXI basadas en el estatismo de todo tipo como fuente de poder político arbitrario y destructor; ambos sistemas han demostrado y continúan demostrando una insaciable incompetencia para erradicar los duros bandazos que históricamente han golpeado. Y esto porque nadie, en el caso Bolivia, ha pensado política y honestamente en los intereses de las mayorías desvalidas. El poder enceguece, sin duda, pero la falta de poder enceguece aún más. www.jvordenes.wordpress.com

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