Opinión Internacional

El arte de la recomposición

Bolivia vive un episodio de ejercicio de gobierno autoritario, en el que a nombre de un proceso de reformismo se ha instaurado un régimen caudillista vertebrado en torno a una personalidad y a promesas, como el “vivir bien”, basadas en la redistribución de ingresos que en la práctica no se acrecientan y, más bien, tienden a descender por la ineficiencia estatal.

El régimen actual usa las elecciones como una herramienta para medir el poder y en ningún momento como un medio para definir quién estará en ejercicio del gobierno. Reprime a los actores sociales y suprime a los actores políticos, razón por la que se ha estimulado la desintegración de los partidos y la reconcentración de todos los poderes en el Ejecutivo, desactivando el Legislativo, anulando el poder electoral y minando el Órgano Judicial.

Bajo estas características, el Gobierno no deja espacio para una recomposición democrática del poder; no hay posibilidad de ningún tipo de negociación para la redistribución del poder en términos de acciones inherentes a un sistema democrático, situación que plantea a la oposición el reto de leer a cabalidad la coyuntura en la que se encuentra y las condiciones que necesita generar para evitar que el régimen consolide una era de ejercicio monolítico del poder.

La posibilidad de estructurar un contrapeso depende exclusivamente de la conducta que tomen aquéllos que se ubican en el polo obligado a permanecer en discrepancia y contraparte a la toma hegemónica del poder que representa hoy el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS). En este contexto, no hay muchos misterios, pues, la sobrevivencia del sistema democrático está en estricta correlación a la capacidad de sobrevivencia de la oposición, que hasta el momento ha tenido, en general, conductas erráticas, coyunturales y con reacciones poco adecuadas para hacer frente a la presente realidad.

No es un secreto el que el gobierno del MAS gana terreno generando enfrentamientos, predisponiendo al conflicto, planteando un escenario de confrontación y violencia. Bajo este conocimiento, la sobrevivencia de la oposición y, por ende de la democracia, dependerá de la inteligencia de los actores políticos para zafar y no quedar atrapados en los conflictos, ir frustrando los complots e ir demostrando que éstos son creados a propósito y, en gran medida, son artificios para perseguir y no dejar que progrese una fuerza opositora o de contraparte.

Hubo grandes avances en este sentido; existe información y denuncias que han llevado a que el Gobierno se encuentra actualmente en un proceso de debilitamiento, falta de credibilidad y desprestigio, difícil de superar en el futuro, pues, se ha hecho evidente que el caos es su forma de impulso y el desorden parte del proceso llamado revolucionario que no es otra cosa que una toma del poder para fines de afianzamiento de un grupo que busca usufructuar del poder con desmesura. Esto ha llevado a que el Gobierno apunte a coartar la libertad de expresión e información.

El MAS es una estructura definida en su indefinición, desgastada tempranamente en su hermenéutica por el apremio de sus estrategias de agresión e implacable en el sentido de la codicia y posesividad con la que ambiciona el poder total.

La oposición puede reinventarse, puede cambiar y salir de los estereotipos con los que el poder vigente intenta petrificarla. La oposición tiene libertad para hacer cambios y adecuarse a las circunstancias para poder encontrar salidas oportunas e ingeniosas a las adversidades y retos que le plantea un terreno hostil y minado. Esto es posible, pero exige capacidad, inteligencia y un límite a la codicia de los liderazgos insurgentes y emergentes que deben concebir el trabajo de hacer oposición totalmente alejado de las ambiciones del modelo caudillista y de liderazgo único.

Sobrevivir en las actuales circunstancias apunta a sinergias, alianzas, expansión, crecimiento en cuadros que en vez de atomizarse y disgregarse planteen esquemas de integración y cooperación. Por supuesto que no pueden convivir moros y cristianos, pero se puede hacer el máximo esfuerzo por conciliar e ir generando objetivos y principios comunes, y un pacto social para no fagocitarse mutuamente. De esta manera será posible develar con amplitud las carencias, deficiencias, debilidades y torpezas del Gobierno actual; será posible generar un frente de combate que descubra los secretos del adversario y genere un espacio de reflexión para los sectores de la sociedad que quedaron atrapados en un discurso que sigue haciendo sólo promesas que seguirán incumplidas.

El discurso que usa el MAS debe ir exponiéndose a la intemperie de la realidad, para que se haga evidente su utilización como método de manipulación de masas que plantea un terreno fangoso sobre el que es difícil, pero no imposible construir. La oposición debe hacer uso de los recursos necesarios para generar un discurso que muestre cimientos sólidos que anclen sobre las arenas movedizas del populismo, diferenciándose y mostrando un horizonte nuevo y renovado en esperanzas.

El arte de sobrevivir es el arte de la renovación, del cambio y mutación, del reencuentro, de la recreación, del renacimiento y acciones nuevas y esquemas nuevos para hacer política en una época en la que todo lo que hubo antes del MAS quedó superado, y el mismo MAS ha envejecido prematuramente y sólo podrá permanecer en el poder en la medida que la oposición se resista a cambiar, trate de emular sus prácticas o intente generar alianzas con ellos creyendo que de esta manera supera los peligros inminentes.

El problema no es sólo llegar al 2014, sino cómo llegar, con qué fuerzas, crecimiento, aprendizaje y posibilidades, y con cuántas mutaciones, renovaciones y renacimientos políticos. Esto sólo se logrará generando alianzas y estrategias inéditas, evitando la lucha intestina y portando un discurso de amnistía. Bolivia necesita unión y un mensaje pacificador.

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