Opinión Internacional

El dilema albanés

Tras la II Guerra Mundial una serie de naciones quedaron divididas en diferentes Estados. Tenemos 3 tipos de casos diferentes. Uno es el de pueblos históricos escindidos en torno a modelos sociales contrapuestos. Otro es el de naciones antiguas fraccionadas entre diversas repúblicas. Por último está el caso de importantes partes de una determinada nación que quedaron fuera del territorio en el cual el grueso de ésta conformó un Estado.

En el primer caso tenemos 5 ejemplos. Estos son Vietnam (reunificada en 1975 bajo la égida del partido comunista), Alemania y Yemen (reunificados por los capitalistas tras su victoria en la guerra fría), y Corea y China (quienes permanecen separadas).

En el segundo caso vemos a muchas naciones que siguen repartidas entre diferentes repúblicas: los tamiles entre India y Sri Lanka, los kurdos entre Iraq, Irán, Turquía, Siria y la URSS, los vascos entre España y Francia, los baluches entre Irán y Pakistán, etc. En las Américas hay también movimientos que reclaman la soberanía y unificación de distintas nacionalidades indígenas (como los aymaras, mapuches o quechuas), aunque éstos nunca han llegado a tener el peso que similares corrientes los tienen en el viejo mundo.

En el tercer caso se incluyen a experiencias como las de los húngaros, albaneses o rumanos que, durante la II Guerra Mundial se reunificaron como naciones bajo el control de amigos de Hitler, pero que tras la victoria aliada se les fragmenta. Después de 1945 una gran parte de las poblaciones mayoritariamente húngaras fueron ‘devueltas’ a sus vecinos Rumanía, Checoslovaquia y Yugoslavia, Moldavia fue separada de Rumanía (con quien comparte la misma lengua e historia) para ser re-incorporada a la Unión Soviética y los territorios albaneses de Kosovo y Macedonia occidental fueron ‘retornadas’ a Yugoslavia.

En relación a esos 3 casos las Naciones Unidas han respondido de distintas maneras. La ONU ha reconocido la partición de naciones entre repúblicas con sistemas socio-económicos opuestos y también su posterior reunificación. En el caso chino ésta tras haber reconocido solo a la pequeña república capitalista (la de Taiwán) da un vuelco cuando EEUU acepta a la de Mao y desde entonces los taiwaneses, si bien se mantienen como un Estado aparte, están bajo el dilema de tener que reintegrarse a la China ‘roja’ o la de declararse como una nación aparte (con el consiguiente riesgo de provocar una invasión desde Beijing).

Con respecto a las naciones desperdigadas entre diversos Estados reconocidos, la ONU ha evitado aceptar a cualquiera de éstas. A lo más que ha intercedido es para pedir que se respeten sus derechos democráticos y una serie de grados de autonomía dentro de las repúblicas donde se mantienen.

En cuanto a la tercera categoría la situación es más compleja. La ONU ha aceptado a Moldova (pues Rumanía no lo objeta) pero no a la republica turca de Chipre (vetada por Grecia, Chipre y la UE). Lo que pase en torno a Kosovo puede inclinar la balanza. Los habitantes de este país son mayoritariamente albaneses, quienes durante la II guerra mundial y antes de la I Guerra Mundial fueron parte de los mismos estados donde estaban el resto de los albaneses. Sin embargo, Serbia apuntalada por Rusia objeta ello.

Si Washington vence se da pie a que nuevas naciones pidan ser Estados, si Moscú impide ese triunfo se frenan muchas posibles expansiones de miembros de la ONU.

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