Opinión Internacional

El Gato Argentino

Hace varios años, un equipo de expertos en seguridad humana, habíamos querido abrir una sección en la cual pudiéramos monitorear la operación disfuncional de varios servicios de emergencia. Advirtiendo a la ciudadanía del potencial peligro que corrían sus respectivas poblaciones.

Paralelamente, deseábamos entender, las similitudes entre nuestros pueblos como génesis de esos lugares que sean convertido en nombres comunes, en toponimias de la calamidad; Yungay, Vargas, Ascensión de Guarayos, Nevado del Ruiz, y así entender los millones de Omaira Sánchez que hemos producido en las últimas décadas.

Una gira latinoamericana, visitando los lugares de las mayores tragedias nos permitiría avanzar en estos dos puntos.

Decididos a no postergar más años esta tarea, iniciamos una gira latinoamericana. Dividiéndonos los lugares mi hermano Carlos y yo, abarcaríamos más.

Estando Carlos en Paraguay, estaba entrevistándose con ciudadanos comunes de la calle, así como con bomberos y políticos indagando sobre la corrupción bomberil y el trágico incendio del Ycuá Bolaños, cuando fue sorprendido por la noticia del incendio en la discoteca Cromagnon. Teniendo suficiente material de investigación de Paraguay, que nos serviría para actualizar nuestras conferencias, asunto que siempre es de nuestra mayor preocupación, partió raudo a Buenos Aires.

Llegó al día siguiente de conocida la tragedia, la primicia y la información de primera mano, sumado con el hecho de que todo es atestiguado por un extranjero –sin compromisos ni prejuicios- era de lo más resaltante en sus cartas. Las que eran una mezcla de curiosidad del turista, el analista ávido por entender las cosas y la tristeza de quien sabe la perdida de más de un centenar de vidas.

Una semana después, su primer artículo llegó a mis manos “El Caminito del Cromagnon” lo tituló. En él, se escabullía una frase “Buenos Aires es una ciudad vieja, sucia y maloliente en algunas áreas”

Sonreí y me dije a mi mismo. “Vamos a tener un problema”. Le mandé el artículo sin ningún comentario, como quien pasa contrabando al editor de “Desastres.org” Luis León De Lucerna, un periodista cubano norteamericano radicado en Atlanta, que sin más ni más lo publicó directamente.

Cuando pensé que había exagerado, llegó a mi teléfono celular un escueto mensaje de texto de Luis que decía “Agárrate”. Haciéndome el desentendido le respondí “¿Qué pasa?”, me respondió “Tú no conoces a los argentinos” Entonces respondí, que lo suficiente para saber que se nos venía un tsunami gaucho.

Siendo Luis un veterano del periodismo que cubrió guerras, golpes de estado y revoluciones, había pasado lo suficiente como para no desestimar sus consejos. Cuando me sentí tentado de contarle de la infinidad de argentinos con los que había estudiado en la secundaria, producto del exilio de las dictaduras del Cono Sur y de los muchos argentinos que conocí y compartí cuando trabajé en Panamericana Televisión, sin contar que mi jefe había sido Guillermo Guille, me acordé que Luis había estado casado con una porteña y que había vivido lo suficiente en Buenos Aires como para entender que debía renunciar a mis presumidas experiencias internacionales.

Así que el mensaje de texto de contra respuesta para Luis “No seas prejuicioso” nunca se lo envié.

Me fui a dormir, pensando en como creamos estereotipos y presumimos que de tal país son así y de tal país son asa, ignorando la diversidad.

Por alguna razón que no entiendo, no me pude quitar de la cabeza, esa noche la imagen que hacía unos años mi amiga Gillian Mendizábal me había remitido a mi buzón digital y que titulaba “El Gato Argentino” Un bello gato domestico se veía al espejo y en él, veía reflejada la imagen de un fiero león.

¿Tienen la mayoría de argentinos una opinión demasiada buena de si mismos? ¿En qué medida esto resulta un prisma que descompone la realidad? ¿Nos habíamos topado por casualidad con una característica de comportamiento que afecta la seguridad humana?

La frase de Carlos “Buenos Aires es una ciudad vieja, sucia y maloliente en algunas áreas” ¿Debería provocar reacción? Estando Tom Robinson en Lima, quedó prendado de los jardines multicolores de Miraflores “Richmond, es una ciudad, sucia, antigua y maloliente” me dijo. Claro, que cuado llegamos a Lima Centro, no habría lugar más deprimente y pestilente.

Decirle a un neoyorquino, que su querida ciudad apesta, no es decirle nada nuevo. Y, probablemente, sea el caso de muchos ”downtown” en el mundo.

Al despertar. Las críticas no se habían demorado, desde reacciones comunes, algunas de intolerancia hasta las argumentaciones más inverosímiles nos llegaron. Algunas a mi correo, por alguna razón algunos confunden mis artículos con los de mi hermano.

En lugar de debatir el tema social y del incendio, leía cometarios sobre “la inmigración peruana a la Argentina” ¿Cómo dijo que dijo? No solo era una desviación temática, sino que era un desconocimiento total de la lluvia de emigrantes argentinos que han sido acogidos por Perú, por no decir, por todo el globo y que no se circunscribe a los eventos posteriores a la salida del presidente De la Rúa.

Alguien podría decir, que hablar de un incendio no tiene nada que ver con la hediondez de una ciudad. Discrepo, muestra deterioro, evidencia descuido funcional, crisis orgánica de una metrópolis para atender sus necesidades básicas, el escenario perfecto para cualquier calamidad. Es el caldo de cultivo explosivo que permite quemar todo lo demás.

Carlos, documentó una actitud peligrosa, un sentimiento de que visitar Argentina era un privilegio, un tome o déjelo y sin querer, abrió un nuevo portal, la negación de la realidad. Hasta allí, el artículo no gusto y punto.

No fue hasta que llegó una noticia que involucraba a la Defensa Civil de Chamical. Nada más y nada menos que al presidente de la Junta Departamental de Defensa Civil, Elías Hemmes quien despidió a dos funcionarios por reconocer casos de desnutrición en El Quebrachal. Cuando nuestras alarmas sonaron. La dictadura de “aquí todo esta bien” emergió.

Un momento ¿Qué pasa aquí? Todo esto es casual o son elementos aleatorios que obedecen a un patrón por ignorar la realidad sistemáticamente, por engañarse así mismos.

En la magnífica teleserie española “Cuéntame Cómo Pasó” Se relata la historia de la familia Alcántara. Desde la Era Franquista hasta los años más actuales. La serie se ha convertido en fuente imprescindible para resguardar la memoria colectiva de la península. En uno de sus capítulos más emotivos, trata la época en que España exportaba gente. El hermano del patriarca los visita desde la libre y próspera Francia. La historia relatada por el menor de los hijos, concluye el episodio con una reflexión sobre la inmigración que parece agobiar a muchos peninsulares de la actualidad. “Los españoles estamos tan orgullosos de lo que somos, que parece hemos olvidado lo que fuimos”.

En Argentina, la situación resultaría inversa. Parecen estar tan orgullosos de lo que fueron, que olvidan lo que son.

Política nacional de espaldas a la realidad o ciudadanos que viven de espaldas a la circunstancias y son cuna de políticos, igual de desaprensivos.

Esto tiene que ver con la resolución de todos los problemas nacionales. Primero hay que reconocerlos, luego de planteados en la mesa, podemos trabajar en las soluciones. La negación poco ayuda.

Si esa negación de la realidad existe, tenemos un gran problema al Sur del continente americano. Hasta ahora, no puedo hacer afirmaciones categóricas, pero si tenemos evidencia razonable para sospechar que tal negación existe. Será tarea futura de psicólogos, antropólogos y sociólogos quienes deberán indagar más. Eso sí, primero tendríamos que determinar su independencia temática, y saber que ellos mismos no sufren de la misma enfermedad.

Una reflexión que sirve a la realidad Argentina actual fue escrita por Vargas LLosa para otro país “¿Cuándo se jodió el Perú, Zavalita?. ¿Todavía lo preguntas, imbécil? El Perú es el país que se jode cada día”

(*): Site del autor: (%=Link(«http://www.josemusse.com»,»www.josemusse.com»)%)

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